Aunque me posiciono a favor del iPhone 3G S, reconozco que mi compañero Oscar tiene razón en dos puntos a la hora de colocarse en contra de la última evolución del móvil de Apple: la tardía introducción de la grabación de vídeo y la clamorosa ausencia de un flash en la cámara. El resto de sus exigencias no son más que los síntomas que manifiestan los afectados por la featuritis, ese mal que se caracteriza por querer siempre lo último, lo mejor, lo más rápido, lo más fuerte, aunque al final no lo aprovechemos como es debido. No os preocupéis, aún tenéis cura.
Como decía, que Apple haya esperado dos años y medio para introducir la grabación de vídeo en el iPhone 3G S, no tiene excusa. Sin embargo, la falta de flash podríamos justificarla por los pobres resultados que éste aporta a la fotografía móvil, pues dada su escasa potencia, la pésima gestión del ruido y la falta de controles especializados, la mayoría de las veces el móvil nos regalará una foto casi tan mala que las tiradas sin él. Aún así, el iPhone debería tener flash para que cámara no palidezca tanto en las comparaciones sobre el papel.
Dicho esto, las razones por las que creo que el iPhone 3G S es una actualización interesante son tres: procesador más rápido, chip gráfico más potente y más memoria RAM. Este trío promete, en el peor de los casos, duplicar el rendimiento de la killer-aplication del móvil de Apple: el más intuitivo, personalizable y avanzado sistema operativo móvil que existe, y existirá por bastante tiempo, en el mercado.
Y es que, fetichistas de las características, sí, el iPhone 3G S no podrá hacer algunas pocas cosas, pero es que puede hacer otras tantas que ningún otro móvil del mercado puede, y seguirán sin poder hacer pasados unos años, gracias a las ingentes posibilidades de personalización que brinda la tienda de aplicaciones, que esos pequeños sacrificios merecen completamente la pena.
Cada vez que eche de menos la pantalla OLED cuando quiera entretenerme con un vídeo, tantos serán los juegos disponibles para matar el tiempo que no me importará no disfrutar de un mejor contraste o mejores niveles de negro. Cada vez que eche de menos la ranura microSD o el Bluetooth para pasar archivos a otro dispositivo, varias serán las aplicaciones de envío de archivos vía Wi-Fi ad-hoc a las que podré acudir. Y tantas serán las veces que en un par de clicks pueda compartir una foto o vídeo en Flickr, Twitter o Facebook sin tener que interrumpir la música que escucho o la llamada que atiendo, que si tarda unos minutos más o menos en enviarla no me importará lo más mínimo.
Todo esto se puede hacer gracias al sistema operativo y las decenas de miles de aplicaciones que lo complementan, pero a partir de ahora, gracias a la mejora del triunvirato que gobierna al iPhone, las esperas entre pantallas serán aún más fugaces, los juegos tendrán más detalles, la visualización de archivos ofimáticos pesados será menos traumática, etc. ¡Demonios, Oscar!, menospreciar la actualización de estos componentes es como preferir que a tu próximo portátil le pongan una webcam HD en lugar de un procesador el doble potente. Un componente menor frente a uno esencial.
Y sí, el iPhone 3G S, y el iPhone 3G (cuyos dueños estrenarán móvil nuevo en poco más de una semana), son móviles del 2007 en algún que otro apartado hardware, pero a nivel software están, y estarán por mucho tiempo, a años luz de su competencia directa.
En XatakaMóvil | iPhone 3G S: en contra.