La USB-IF recomienda etiquetas en puertos y cables USB-C que indiquen la velocidad de transmisión y la potencia máxima de carga
El puerto USB-C se ha convertido en un compañero habitual no sólo de nuestros móviles, sino también de cada vez más dispositivos: desde portátiles a pequeños accesorios. El problema es que ni todos los puertos ni todos los cables USB-C son iguales, algo que el organismo que regula y gestiona el estándar lleva años intentando solventar mediante un etiquetado especial.
En lugar de términos técnicos o comerciales más esotéricos como USB 3.2 Gen 2 o "SuperSpeed USB 10 Gbps", el USB Implementor Forum (USB-IF) recomienda un etiquetado en puertos y cables que indique la velocidad de transferencia máxima y, en el caso de los cables, también la velocidad de carga.
Imposible confundirse con los USB-C
Todo es USB-C estos días, especialmente desde que la Unión Europea nombró a este conector como el principal componente del "cargador universal". En 2025 sólo se pueden poner a la venta en Europa móviles que se carguen por USB-C y no el desfasado MicroUSB (ni Lightning). El problema es que no todos los USB-C son iguales.
El estándar USB-C sigue siendo un caos pues aunque el cable entre en el puerto, esto no significa que pueda aprovechar toda la velocidad disponible de transferencia o la potencia de carga. Los cables parecen iguales por fuera, pero una elección errónea puede en casos extremos llegar a freir un Chromebook.
La USB-IF lleva años intentando poner algo de orden en el asunto con sugerencias de etiquetado en puertos y cables que no acaban de despegar, a pesar de ser una forma sencilla y práctica de evitar confusiones. Los puertos USB, con una etiqueta sencilla indicando la velocidad de transferencia.
Según este etiquetado, veríamos un pequeño logo de 5, 10, 20, 40 u 80 Gbps de transferencia soportados, sabiando así a qué atenernos a la hora de encontrar un cable compatible que aproveche al máximo dicha velocidad. En el empaquetado de un producto con un puerto del estilo tendríamos un logo similar, pero más grande y a color.
En cuanto a los cables, la idea es más o menos la misma pero añadiendo la complicación adicional de incluir también la potencia de carga máxima de dicho cable. Es decir, podemos encontrarnos con un cable de 20 Gbps de transferencia que soporte carga de 240W y otro también de 20 Gbps, pero con 60W.
Eso sí, esto solo se aplica a los productos certificados por la USB-IF, algo que cada fabricante de un dispositivo puede optar por hacer, o no. Los fabricantes no están obligados a certificar sus productos para ponerlos a la venta.
Sólo nos queda esperar a ver si con el tiempo más fabricantes se van animando a etiquetar puertos y cables y acabar así con uno de los puntos débiles de uno de los estándares más universales.
Imagen de portada | Enrique Pérez para Xataka
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