Desde que la arrogancia humana fuera castigada con la multiplicidad de idiomas tras la fallida construcción de la torre de Babel, la búsqueda de un traductor universal ha sido siempre un desafío real que se ha solucionado parcialmente de múltiples formas.
¿Por qué aprender uno o varios idiomas de la compleja forma tradicional, con esfuerzo y empleando un valioso tiempo si un aparatito puede hacer el trabajo por nosotros?
En principio suena maravilloso. De hecho, es un sueño que mucha ciencia ficción ha tratado de resolver de una u otra forma, con mayor o menor éxito, con todo tipo de artefactos, utensilios y prótesis.
Pero, ¿es realmente lo que queremos los usuarios? La respuesta en mi caso es un ¡No! rotundo. No es lo que queremos, aunque por el momento debemos conformarnos con ello.
Primeros traductores Tarzánicos
Los primeros intentos por crear un sistema de traducción informático parten de la década de 1940, cuando los megaordenadores dominaban la Tierra.
Aquellos primeros armarios computacionales empezaban a ser capaces de, combinando reglas gramaticales y un diccionario convencional, traducir palabras y frases al más puro estilo "Tarzán".
Así tradujo un primitivo IBMcoputerisaurus Rex (de nombre real IBM 701), 60 frases del ruso al inglés, por obra y gracia de las tarjetas perforadas de la época (1954).
“Mi pyeryedayem mislyi posryedstvom ryechyi” >>> “Transmitimos pensamientos por medio del habla”
Un logro impresionante que exacerbó el entusiasmo de los investigadores de la época. Ya está, casi lo tenemos, en menos de 5 años tendremos el traductor universal disponible.
Crash0error! amigos informáticos. Pronto os daríais cuenta de que el lenguaje humano es mucho más complejo que la traducción de palabras y frases. Hay contextos, reglas que sólo existen para que haya también excepciones, expresiones de difícil programación informática y un sinfín de significados múltiples.
Los intentos no cesaron, llegó la era del PC y los traductores de sobremesa estuvieron al alcance de cualquiera. Programas de todo tipo y diccionarios con mayor o menor grado de interactividad copaban nuestros discos duros. Estábamos terminando la era de los traductores Tarzánicos.
Pero esto no era suficiente, necesitábamos más. Para una buena traducción se necesita Inteligencia.
La nebulosa de información que aspiraba a convertirse en nube de conocimiento
¿Cómo dotar a estos programas rígidos, inflexibles y metódicos de adaptabilidad y un ligero toque de inteligencia humanoide. Creando un almacén universal de información que poco a poco transformaríamos en conocimiento.
Por que no, no es lo mismo información que conocimiento. Si en el cerebro humano es necesario un esfuerzo, un aprendizaje para fijar rutas neuronales, en el caso de las máquinas, por ahora sin inteligencia natural ni artifical, aunque les peses a muchos, es necesario usar trucos de asimilación cognitiva, es necesario aprovecharse de ingentes oleadas de pequeñas inserciones de conocimiento humano que, sabiamente recopilado, analizado y clasificado pueden derivar en algo similar a la inteligencia artificial.
Es así como lo que empezó siendo una neblina difusa e inestable, incompleta y muchas veces impermeable para el gran público se convirtió en lo que actualmente conocemos como La Nube. Una gran biblioteca en la que el saber humano es capaz de usarse para computar la realidad analógica de formas que a veces incluso son acertadas.
En los últimos años la traducción simultánea o casi simultánea se ha centrado en la nube. Un claro y potente ejemplo es Sigmo, un pequeño dispositivo que se comunica de forma inalámbrica con nuestro smartphone para realizar desde allí las tareas de traducción y mostrárselas al usuario a través de su diminuto altavoz.
En cualquier parte del mundo con una conexión a Internet Sigmo actúa como interfaz de usuario que se conecta por Bluetooth a la correspondiente aplicación móvil desde la que se realiza la traducción de las palabras o frases que deseemos usando un tercer servicio, como el traductor de Google.
Hace un año, cuando se lanzó, era sencillamente impresionante, novedoso y potente. Pero como suele suceder en el mundillo tecnológico, pronto se ha visto superado por otros sistemas más modernos. ¿Por qué? Porque los usuarios queremos más y mejor y lo que teníamos hasta ese momento no era suficiente.
Y en esto llegó Skype, que sólo pasaba por allí
Y entonces llega Skype, el rey de las comunicaciones VoIP y anuncia el lanzamiento de su nuevo servicio de traducción simultánea en videollamadas, con subtítulos sobreimpresionados en pantalla e incluso lectura del resultado por medio de una voz sintetizada.
Las barreras lingüísticas están llamadas a desaparecer en poco tiempo. Pronto ya no tendréis que mentir en el currículo con vuestro magnífico nivel de inglés nativo de los mundos de Muzzy, el alemán "nivel negociación" aprendido en el Oktoberfest mientras fuisteis de Erasmus (a saber qué estabais "negociando") o el mandarín medio con "First Certificate" del chino de la esquina.
Skype lo hará todo por nosotros, sólo tendremos que encenderlo y nos pondrá en comunicación con cualquier hablante del mundo, no importa qué lengua hable.
La idea suena fantásticamente bien, aunque en la práctica aún falta tiempo para que el sistema funcione casi a la perfección con todos los idiomas, acentos, expresiones, etc. Pero tranquilos que gracias a la nube y al conocimiento y aprendizaje colectivo (por el que no sólo no se nos paga a los usuarios, sino que además tenemos que costear, aunque este es otro tema que dejo para otro momento) Skype y otros sistemas mejorarán, poco a poco, acercando la traducción universal al humano conectado medio.
Pero no, no me es suficiente. Quiero más. Aunque este sistema ya se acerca mucho a los que la ciencia ficción ha mostrado como "futurista" en muchas novelas y películas, no me basta. Quiero la máxima expresión de la traducción simultánea, la de la estupenda y muchas veces incomprendida serie "Doctor Who".
Una Tardis siempre con nosotros
Aunque si alguno de nosotros tuviésemos la suerte de poseer una Tardis probablemente la traducción universal sería un uso accesorio, la verdad es que poseer uno de estos ordenadores biológicos-máquina del espacio tiempo sí satisfaría, de una vez por todas, mis necesidades traductoras.
¿Por qué? Porque hace uso de una tecnología innovadora, la nube telepática. Es capaz de traducir directamente hasta nuestro cerebro, de forma totalmente transparente, perfecta y sin que sea necesario realizar esfuerzo alguno.
Es el sueño de cualquier tecnología, uso intuitivo, natural, flexible y casi perfecto.
Aunque estamos todavía lejos de poseer y utilizar una tecnología similar (a no ser que algún viajero del espacio tiempo esté leyendo estas líneas y quiera acercarse para hacerme una demostración), la idea está ahí, y estando ahí es más fácil de alcanzar.
De hecho, sólo hace falta crear un sistema de interconexión entre el cerebro humano y la máquina, un neocórtex en la nube que albergue el conocimiento y lo traslade hasta nuestras neuronas en un instante.
Una red neuronal universal en la que los humanos seremos simples nodos móviles que quizá estaremos al servicio de una (otra) inteligencia superior, más artificial, basada en la nuestra propia y, quizá esta vez sí, alcanzando la singularidad tecnológica proclamada por visionarios como Raymond Kurzweil.
Pero esa es otra historia que dejaremos para un futuro artículo, si es que el viajero del tiempo no nos visita antes, claro...
En Xataka | Toda la investigación y tecnología necesarias para intentar acabar con la torre de Babel
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