Estas últimas semanas ha habido presentación de varios terminales de gama alta que renuevan el catálogo de los grandes. Así, hemos asistido a la presentación de dispositivos como el Sony Xperia Z2, el Samsung Galaxy S5 y el HTC One (M8), smartphones de altísimas prestaciones que deberían estar armados hasta los dientes en todos los sentidos.
Y sin embargo, nos damos cuenta de algo. En todos ellos hay una ausencia común: el soporte de carga inalámbrica. Este tipo de tecnología, que parecía una de las grandes bazas para ahorrar molestias a los usuarios, parece haber quedado en un segundo plano. ¿Cuál es la situación actual?
¿Una moda pasajera?
La carga inalámbrica ofrece ventajas claras para los usuarios: en lugar de tener que conectar el teléfono con un cable al cargador USB de turno, basta con dejarlo reposar apaciblemente sobre una superficie de carga.
Las posibilidades parecieron atraer a diversos fabricantes, y el año pasado aparecieron varios modelos que apostaban por la integración de sistemas de carga inalámbrica integrados. Todo pintaba de color de rosa para este tipo de soluciones, que también hacían un guiño a esa Internet de las Cosas en la que todo estará conectado pero en la que probablemente tendremos aún más necesidad de recargar nuestro dispositivo de forma ubicua.
Los que no lo hacían directamente con integración del componente necesario en los teléfonos, aplicaban la medida alternativa: las carcasas de carga inalámbrica, que abren esa posibilidad a los interesados, pero que introducen dos hándicaps importantes: el tamaño de los terminales aumenta de forma sensible, y el coste de esas carcasas ronda habitualmente los 50 euros, lo que hace que en muchos casos los usuarios se echen para atrás.
Aquellas opciones hacían necesario, eso sí, un segundo componente, el cargador inalámbrico, que en realidad no lo era tanto: estos accesorios sí están conectados a la red eléctrica a través de un enchufe convencional, pero esas superficies permiten habilitar la carga por inducción (en el caso de la tecnología Qi) de forma que efectivamente cuando colocamos el smartphone sobre ellos éste comienza a cargarse sin cables adicionales.
Cada fabricante, por supuesto, vio en estos accesorios una forma interesante de llenarse los bolsillos. Las carcasas y los cargadores inalámbricos oficiales de las grandes firmas imponen un coste elevado que hace poco atractivas estas opciones. Tenemos un buen ejemplo en el reciente Sony Xperia Z2, cuya carcasa oficial (WCR12) costará cuando llegue en junio de 2014 unos 85 euros, mientras que el cargador inalámbrico (WCH10), que llegará teóricamente este mes de abril, costará unos 65 euros adicionales. 150 euros son, evidentemente, demasiados euros.
Existen, claro, soluciones de compromiso. Aquellos smartphones que no cuentan con esta tecnología pueden integrarla con nuestra ayuda. Lo han demostrado recientemente los hacks que han aparecido para el Moto X o para el Nokia Lumia 925 e incluso el modesto Nokia Lumia 520. Esos procesos, sólo aptos para no cardiacos y manitas del soldador, se complementan con otros métodos universales, como el que indicaban en Instructables no hace mucho.
Tanto si os lanzáis a esa arriesgada opción como si no, si disponéis de un teléfono con soporte de carga inalámbrica tampoco tendréis que ir a cargadores oficiales, tradicionalmente bastante caros. Hay alternativas de bajo coste con un funcionamiento decente, como ya vimos hace poco, de modo que las opciones están ahí.
Esa carga inalámbrica tiene sus limitaciones, claro, y como indicaron en Ars Technica, los tiempos de carga son claramente superiores a los de la carga con cable. En las pruebas realizadas con un Nexus 7 (cierto, es un tablet, pero la idea es válida para el resto de dispositivos) y su cargador inalámbrico quedó claro ese argumento: la carga completa con cable tardó dos horas y 56 minutos. ¿La carga inalámbrica? Seis horas y seis minutos.
¿Qué móviles soportan carga inalámbrica hoy en día de serie?
Un repaso al catálogo actual de los principales fabricantes no deja demasiadas dudas: el soporte integrado (nativo) de las tecnologías de carga inalámbrica es muy limitado, y solo algunos dispositivos apuestan por este tipo de capacidad.
En las bases de datos de organismos como el Wireless Power Consortium (responsables del desarrollo de la tecnología Qi) podemos obtener más datos sobre ese soporte.
Soporte nativo de carga inalámbrica
Nexus 4/5
Nokia Lumia Icon/810/822/920/928/1520
LG Optimus F5/Lucid2
Motorola Droid Maxx
Motorola Droid Mini
HTC Droid DNA (Butterfly)
Smartphones con carcasas de carga inalámbrica
LG G2
iPhone 4/4S/5/5C/5S
Nokia Lumia 820/925/1020
Moto X
Samsung Galaxy S3/S4/S5
Sony Xperia Z2
En esas listas hay ausencias importantes, tanto de dispositivos de última hornada de varios fabricantes. Nada sabemos de Huawei, ZTE, Lenovo o BlackBerry, por ejemplo, y tampoco de Apple --cero soporte oficial, aun cuando existan carcasas y accesorios para habilitar esa opción por parte de otros fabricantes--. Es interesante comprobar también como los grandes fabricantes chinos locales (Xiaomi y Oppo son buenos ejemplos) tampoco prestan atención a esta característica.
No solo no ocurre con fabricantes específicos, sino también con dispositivos importantes de las grandes (como los últimos smartphones de LG, por ejemplo, o los HTC One y HTC One (M8) de los que no hay siquiera carcasas disponibles que sepamos). Todo ello parece dejar claro que hoy por hoy la apuesta por la capacidad de carga inalámbrica es absolutamente secundaria para la mayoría de los fabricantes.
Batalla de estándares
La situación se complica aún más cuando hablamos de estándares de carga inalámbrica. La inmensa mayoría de fabricantes que dan acceso a esta característica de forma nativa o a través de carcasas lo hacen a través del estándar Qi del Wireless Power Consortium, el más conocido y popular. De hecho, todos los dispositivos indicados en las listas anteriores aprovechan dicho estándar.
Frente a ese estándar hay dos alternativas relevantes: Alliance for Wireless Power (A4WP, respaldada especialmente por Qualcomm y rebautizada a un nombre mucho más comercial, Rezence) y Power Matters Alliance (PMA), que trataban de apostar por sus propias soluciones en este segmento.
Cada uno de estos estándares hace uso de principios tecnológicos distintos. En el caso de Qi la carga se realiza a través de frecuencias muy altas y es necesario que el dispositivo esté casi literalmente pegado al cargador para lograr la mayor eficiencia, además de tener que estar colocado justo en el sitio adecuado para recibir esa carga correctamente. El estándar A4WP, basado en la carga por resonancia magnética, permite cargar varios dispositivos a la vez --de ahí los intentos de implantarlos en cadenas comerciales como las cafeterías de Starbucks, uno de los partners de este consorcio--, pero eso hace que el suministro tenga que repartirse y la carga no pueda realizarse a velocidad máxima.
Los esfuerzos independientes de la A4WP y la PMA no parecían cuajar en el mundo de la movilidad, así que ambas alianzas decidieron unir fuerzas, y hace poco ambos consorcios anunciaron su colaboración para conseguir una interoperabilidad global y real de sus dos estándares, tratando así de luchar con más garantías contra el omnipresente Qi.
Lo cierto es que hoy por hoy ninguna de esas dos alternativas parece tener el respaldo de productos reales. Eso contrasta con el apoyo (¿testimonial?) que afirman que tienen ambos consorcios en sus respectivos sitios web oficiales, con un enorme listado de partners entre los que se encuentran, claro está, muchos de los que también apoyan al estándar Qi. Los fabricantes son muy dados a apuntarse en las listas de esos consorcios, aunque su actitud real sea solo de apoyo al estándar que más pita. Lógico.
De hecho, los responsables de Qi y Powermat admiten que hay pocos detalles tecnológicos que separen sus desarrollos, y también están de acuerdo en que se podría lograr una solución única y compatible hacia atrás. Ron Rabinowitz, CEO de Duracell Powermat, lo dejaba claro recientemente:
Somos parte del estándar Qi, simplemente vemos el desarrollo de este segmento de forma distinta. Somos agnósticos en cuanto a la tecnología. Una vez que se alineen el modelo de negocio y las percepciones filosóficas, el objetivo será un estándar. La posibilidad de reconciliar los dos formatos es técnicamente algo que se está estudiando. La existencia de soluciones incompatibles es un problema.. y todos están tratando de resolverlo.
De hecho, el problema es el de siempre: el dinero. En cualquier guerra de formatos, tecnologías o estándares, la idea de sus desarrolladores es la de tratar de ganar la batalla para luego licenciar esa tecnología al resto del mundo. Al final los perdedores, por supuesto, somos los usuarios.
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