Está claro que para utilizar los múltiples servicios presentes en Internet de forma habitual es necesario, en la mayoría de las ocasiones, disponer del equipamiento adecuado y costearse la tarifa de acceso correspondiente. Esto abre brechas digitales entre los usuarios con rentas más bajas, condicionando la forma en que se conectan a la Red y el modo en el que navegan.
Lo que puede resultar más sorprendente es cómo el tipo de acceso y el uso de Internet se ven también fuertemente condicionados por el nivel de ingresos en las rentas medias-altas (aquellas por encima de los 30.000 dólares anuales). Según un reciente estudio del Pew’s Internet & American Life Project realizado en EEUU, aquellos ciudadanos que obtenían ingresos superiores a los 75.000 dólares anuales utilizaban en un 95% Internet y los teléfonos móviles, frente al 57% de los que ganaban menos de 30.000 dólares.
Además existen grandes diferencias en las actividades realizadas durante la navegación y en el uso dado al ancho de banda disponible, a pesar de disponer de tecnologías de acceso similares. Así, los más adinerados tienden a utilizar frecuentemente servicios de alquiler y compra de contenidos digitales, banca online, consulta de noticias, visualización de vídeo en streaming, etc., sacando mayor partido a las posibilidades ofrecidas por la Web que los ciudadanos con menos ingresos.
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