No cabe duda de que Starlink ha llevado conexión decente a muchos lugares del planeta donde hasta ahora estaban “incomunicados” o apenas recibían cobertura. De hecho, ahí está el caso que contamos hace unos días sobre los pesqueros gallegos. Sin embargo, y debido a que se trata de una tecnología satelital, tiene sus “peros”. De hecho, en Estados Unidos acaban de ponerle cifra.
La paradoja del éxito. Como decíamos, la compañía de Elon Musk se ha celebrado como una proeza tecnológica capaz de llevar conexión a los lugares más recónditos del planeta. Sin embargo, la misma maravilla tiene una paradoja incorporada: cuantos más usuarios lo emplean en un área determinada, peor funciona.
De hecho, una nueva investigación dirigida por el experto en telecomunicaciones Sascha Meinrath ha calculado el umbral de saturación del sistema. Según su análisis, tan solo 419 usuarios dentro de un área equivalente a la ciudad estadounidense de Tacoma (unos 163 km²) bastarían para hacer el servicio prácticamente inutilizable para todos los conectados en esa zona.
El límite. La cifra, que equivale a apenas 6,7 usuarios por milla cuadrada, revela una limitación estructural que Starlink intenta contrarrestar con medidas como listas de espera, recargos por congestión y el lanzamiento continuo de nuevos satélites. Así todo, el problema persiste y pone en duda el potencial de este sistema para escalar de forma masiva sin comprometer su rendimiento.
Promesa rural, no urbana. Lo cierto es que Starlink no fue concebido como un servicio para competir con la fibra óptica en ciudades o suburbios. De hecho, su funcionamiento en estos entornos se ve dificultado por obstáculos físicos como árboles, postes o edificios que interfieren con la línea de visión entre la antena del usuario y los satélites en órbita baja.
En cambio, su valor se manifiesta en zonas remotas, en barcos, aviones y comunidades rurales donde construir infraestructura convencional resulta inviable o prohibitivamente caro.
A un precio. Sí, porque en estas zonas de Estados Unidos Starlink puede ser una solución de conectividad efectiva, aunque costosa: unos 349 dólares por el equipo y 120 dólares mensuales de servicio estándar. Musk ha reiterado que su objetivo no es llegar a todo el mundo, sino a ese segmento que no puede ser atendido por otros medios.
En este sentido, el proyecto Kuiper de Amazon (competidor directo) tiene una filosofía similar, aunque el debate sobre su viabilidad a gran escala continúa abierto.
Solución con dinero público. La investigación de Meinrath adquiere relevancia en un momento en que el gobierno estadounidense planea destinar más de 42.000 millones de dólares a expandir el acceso a internet en todo el país, al estilo de los programas de infraestructuras del New Deal. Esto ha reavivado la controversia sobre si Starlink debería recibir una parte sustancial de estos fondos.
Algunos, como el analista Chris Quilty, sostienen que la tecnología está avanzando tan rápido que pronto podrá competir en rendimiento con las redes convencionales, reduciendo además los costes para el contribuyente. Otros, como Evan Feinman, que gestionó uno de estos programas durante la administración Biden, insisten en que las líneas de fibra óptica, aunque más caras al principio, ofrecen una solución más duradera y preparada para la demanda futura. Feinman considera un error estratégico emplear dinero público en soluciones a corto plazo como Starlink, por útiles que puedan ser en casos específicos.
Red limitada. A diferencia de las redes terrestres, cuya capacidad puede escalarse con relativa facilidad, las redes satelitales como Starlink enfrentan restricciones físicas más rígidas. Cada satélite cubre un área determinada y tiene una capacidad limitada para manejar tráfico de datos. Cuando demasiados usuarios intentan acceder al servicio simultáneamente desde esa misma zona, la calidad de la conexión se degrada.
Este fenómeno afecta especialmente a los servicios que requieren el envío de datos desde el usuario hacia internet (como videollamadas o subida de archivos) donde Starlink muestra su mayor debilidad. Aunque SpaceX ha prometido mejoras significativas en su próxima generación de satélites, el riesgo de congestión local sigue siendo una preocupación clave, sobre todo si el servicio recibe fondos para expandirse en zonas donde otros usuarios ya dependen de él.
Brillante, pero no universal. El debate sobre el lugar que debe ocupar Starlink en el ecosistema de conectividad estadounidense no gira en torno a su utilidad, que nadie discute, sino sobre su adecuación como pilar estructural en una inversión pública de largo plazo. Starlink es una herramienta valiosa para situaciones particulares: una granja aislada en las montañas, un pueblo sin tendido de fibra, una comunidad indígena sin infraestructura terrestre.
Pero como base de un plan nacional de conectividad, sus limitaciones técnicas, su rendimiento dependiente de la densidad de usuarios y sus elevados costes operativos lo sitúan por debajo de otras opciones más robustas. Incluso Meinrath, que reconoce lo hipotético de su análisis, cree que se necesita un escrutinio más riguroso antes de apostar por una solución que podría comprometer el objetivo de ofrecer una conexión moderna, estable y equitativa para todos.
Imagen | Mike Lewinski
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