En más de una ocasión hemos oído en diferentes medios de comunicación que los españoles somos unos piratas, unos individuos que no queremos de ninguna forma dedicar parte de nuestros cada vez más mermados ingresos a costearnos el lujoso vicio de ver cine, series y escuchar música en Internet. ¿Son de verdad ciertas estas afirmaciones?
Con la llegada de las redes P2P y posteriormente de las descargas directas y del streaming, compartir archivos de grandes dimensiones, condición imprescindible para la distribución de vídeo en la Red, se convirtió en una realidad que ganaba adeptos a medida que mejoraban las velocidades de acceso.
Una realidad que nos permitía acceder a una innumerable cantidad de contenidos gratuitos desde nuestras casas, en ocasiones perjudicando a una parte de la industria de creadores y distribuidores, aunque en otras mejorando las posibilidades de promoción de algunos artistas.
¿Descargas para todos los usuarios o sólo para una élite?
Sin embargo, aunque pueda parecer (y de hecho así es) que son cientos de miles o millones los usuarios que descargan asiduamente contenidos pirateados desde las diferentes redes, en realidad el porcentaje en comparación con el total de potenciales usuarios de nuevas tecnologías podría considerarse insignificante.
¿Por qué? Pues porque aunque a los que estamos metidos en este mundillo internético y hemos usado desde pequeños todo tipo de aplicaciones de descarga, con fines educativos por supuesto, nos resultan relativamente sencillas de instalar, configurar y manejar, para la gran masa de población, de nuevos usuarios de smartphones, tabletas, smart TV, consolas y demás parafernalia tecnológica conectable a Internet, la complejidad funcional tras estas aplicaciones, protocolos, codecs, reproductores y siglas es difícilmente asumible. Y mucho más con los constantes cambios de servicios que se están produciendo tras el cierre de los principales sitios de alojamiento online.
Además, tenemos el tema de la calidad de las descargas. Aunque algunos sitios de enlaces cuentan con grupos especializados capaces de sacarle los colores a las distribuidoras oficiales, la mayoría exigen una serie de requisitos (ratios en trackers privados por ejemplo o sistemas de invitaciones) que los limitan a pequeños grupos muy elitistas de usuarios, expertos en este tipo de menesteres.
¿Que opciones nos quedan al resto de los mortales? Pues o bien descargas con calidad muchas veces dudosa cuyos defectos cada vez se aprecian más a medida que mejoramos el hardware de nuestros salones (televisores y equipos de audio doméstico) o bien optar por los sistemas de distribución oficiales, de pago, que garanticen una mínima calidad audiovisual.
Esta segunda opción teóricamente debería haber arrasado con el resto, si se hubiesen sabido aprovechar las posibilidades de Internet y el interés que tenía una gran parte de ciudadanos hacia este tipo de servicios. Interés que siento decirlo, algunos vamos perdiendo poco a poco, a medida que las promesas de catálogos decentes, recientes y de calidad técnica adecuada se vuelven una y otra vez en vanas palabras que se lleva el viento.
No es tiempo de criticar aquí servicios concretos, ya hemos realizado diferentes análisis en profundidad de varios de los más importantes de los que han ido llegando a nuestro país (por ejemplo Wuaki.tv, Youzee o Voddler entre otros), todos ellos con defectos comunes como catálogos poco interesantes, antiguos, con precios muy elevados y características técnicas pobres o muy pobres en donde el HD, el sonido multicanal con posibilidad de VO y los subtítulos son grandes desconocidos que brillan por su ausencia o bien hay que pagarlos a precio de oro.
Si a esto le sumamos una situación económica de empobrecimiento generalizado en donde cada euro que gastamos debe ser exprimido hasta el último céntimo y unas redes con velocidades de acceso de las que en general no deberíamos atrevernos a presumir, estamos creando las bases necesarias para que una gran parte de los usuarios vayan perdiendo el interés por unos servicios que no ofrecen nada mejor (ni en cantidad, calidad ni velocidad de salida al mercado de los estrenos de películas y series) que lo que dan de forma gratuita los sitios de descargas.
Cuando son buenos, los servicios de distribución de pago funcionan
¿Es esto así en todo el mundo? Claro que no, en países más civilizados como Estados Unidos, los servicios de distribución de contenidos por Internet han ido introduciéndose poco a poco en el sector y están sabiendo abrirse camino entre esa gran masa de usuarios que no quiere, no sabe o no puede dedicar su tiempo a buscar el nuevo sistema de moda para descargar archivos.
Por ejemplo, echemos un vistazo al último estudio de Ericsson titulado: “TV AND VIDE. An analysis of evolving consumer habits”. En él se nos muestran dos gráficas de lo más representativas de las tendencias del consumidor español y americano. Los primeros optan por los servicios de descarga, mientras que los segundos por el streaming vía Netflix, Hulu y similares.
En el estudio se citan también algunas características claves para el éxito de las descargas legales frente a las piratas, la mayoría de las cuales ya hemos comentado sobre estas líneas: con el streaming nos evitamos tiempos de descarga y soportes de almacenamiento, evitamos riesgos de virus, reducimos la dificultad y mejoramos la calidad técnica de los contenidos, entre otras muchas.
Volviendo a la pregunta que ha originado este artículo: En España, ¿descargamos contenidos pirateados porque no queremos pagar o porque no tenemos alternativas? Creo que con todo lo dicho anteriormente os podéis hacer una idea de mi opinión.
Sólo espero que los responsables de la industria reaccionen, aún están a tiempo si se dan prisa, y los miles de usuarios que todavía no hemos perdido la esperanza de encontrar un servicio legal que merezca la pena podamos disfrutar de una alternativa de calidad a un precio decente y con contenidos interesantes.
Más información | Ericsson
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