Cuando hace poco más de una década comenzaron a hacerse populares los accesos a Internet, los primeros afortunados que poseían la capacidad de conectarse a la red de redes lo hacían a través de módems analógicos y aunque hoy pueda sonar raro, pagando cada minuto de conexión.
Las tarifas no eran precisamente baratas y si no queríamos dejarnos una fortuna teníamos que controlar cuántas horas pasábamos al día conectados, e incluso tener cuidado con las reconexiones, ya que en muchos casos se facturaban aparte.
Afortunadamente, poco después llegaron las primeras tarifas planas, primero de tiempo parcial y luego las 24 horas del día, permitiéndonos dejar el ordenador encendido de forma continuada para descargar a velocidades todavía muy escasas.
Estas tarifas planas todavía las seguimos disfrutando en nuestras conexiones fijas, o por lo menos en la mayoría de los ISPs occidentales. Sin embargo la amenaza de su fin y el posible paso a un modelo de negocio basado en el cobro por giga consumido sigue acechando en segundo plano.
De hecho, en las últimas semanas esta amenaza se ha acercado bastante a Europa, cuando Deutsche Telekom confirmó sus planes para introducir limitaciones (entre 75 y 400 GB al mes) de volúmenes de datos en sus líneas de ADSL que una vez superados conllevarían una reducción de la velocidad de acceso hasta 384 Kbps.
¿Tiene sentido el fin de las tarifas planas?
Pero con los tiempos que corren de hiperconectividad permanente, hogares multiconectados y televisión en streaming, ¿tiene sentido esta medida? Bueno, según a quién le preguntemos nos lo explicará de forma diferente.
Si le consultamos al responsable de una operadora nos dirá (de hecho me lo han comentado en varias ocasiones) que es una medida lógica que tarde o temprano terminará implantándose, ya que por un lado permitirá mantener las redes libres de saturación, una mejor gestión y además es más justa con los clientes que no hace un consumo masivo de los recursos.
Los seguidores de esta línea de pensamiento nos dirán que es injusto que unos pocos usuarios consuman constantemente un gran porcentaje de recursos y que el resto de clientes tengan que sufragárselo aunque apenas usen Internet.
También que el acceso a Internet es ya un servicio tan básico como el agua corriente o la electricidad, que se factura por cantidad consumida y no por tarifa plana.
La verdad es que algo de razón tienen, aunque con matices. Es cierto que Internet llegará a convertirse en un servicio esencial como el agua corriente, pero para esto aún le quedan muchos años, ya que una condición básica es tener una velocidad de conexión en ambos sentidos que nos permita realizar cualquier actividad sin problemas.
De hecho, la velocidad de conexión y la latencia deberán ser tan transparentes para el cliente como lo son ahora la potencia eléctrica contratada en cada domicilio o el diámetro y la presión de las tuberías del agua. ¿O alguno de vosotros sabe cuántos metros cúbicos de agua a la hora puede consumir en casa o cuántos vatios? No, simplemente abrimos el grifo, la cisterna, la manguera, enchufamos la tele, el radiador y el frigorífico y aquéllo mágicamente funciona.
No paguemos justos por pecadores
El segundo gran argumento viene a ser algo así como "no paguemos justos por pecadores". Es decir, no tengamos que costear los gastos de mantenimiento de la red y las saturaciones ocasionadas a los clientes que hacen un uso abusivo de sus recursos.
Aquí muchos me diréis, bueno, si pago por una tarifa plana tengo derecho a estar bajando cosas las 24 horas del día, y tenéis razón, aunque sólo en parte. Hay que diferenciar entre poder estar conectado las 24 horas (objetivo de la tarifa plana) y poder estar descargando a máxima velocidad las 24 horas.
Las operadoras afirman que este tipo de usuarios son un problema que se minimiza o diluye gracias a que la mayoría de clientes no actúa de esta forma y que la finalidad de las tarifas planas es asegurar la conectividad permanente, no la descarga continua.
Parece lógico que si yo, usuario ocasional de Internet, consumo desde mi ADSL un par de gigas al día, pague menos a final de mes que mi vecino que descarga las 24 horas al máximo de su línea de 10 Mbps consumiendo 72 GB diarios.
El precio "justo"
El problema viene al determinar este "precio justo" que debemos pagar por cada giga descargado. Lo más inmediato sería pensar que si ahora soy capaz de bajarme 72 GB al día, eso son unos 2.160 al mes, como pago sobre 44 euros, pues me sale a unos 2 céntimos por giga.
Pero esto no es una cifra válida, ya que como hemos dicho, causaría la saturación de la red si todos los clientes hiciesen lo mismo. La realidad se encuentra en un punto medio. ¿Cuál? eso es lo que hay que calcular, en base a los datos medios de consumo que los ISPs hayan recogido durante los últimos años.
Una cifra que parece adecuada se situaría entre los 5 y 20 céntimos por giga, por ejemplo de unos 10 céntimos por giga. Esto supondría que para un usuario medio que consuma 10 GB diarios (unos 300 GB al mes) estaría pagando unos 30 euros al mes (sin contar la dichosa cuota de línea, tema que daría para otro artículo).
Y si quiero descargar más, entonces, ¿no me va a salir muy caro? En el caso de querer descargar más por motivos de ocio o profesionales deberíamos tener acceso a tarifas de consumo masivo con rebajas en el precio por giga ya que vamos a ser "mejores clientes" que nuestros vecinos.
Es decir, debería cambiarse la mentalidad actual de "mal cliente" el que consume mucho ancho de banda y "buen cliente" el que sólo usa el ADSL para leer el correo por otra en la que estos "heavy users" pasasen a ser clientes vip o preferentes (en el buen sentido de la expresión y sin atentar contra la neutralidad de la Red).
Bueno, creo que ya he hablado (o escrito) bastante. Ahora sois vosotros los que tenéis que contarnos en los comentarios vuestra forma de ver el asunto, ¿qué modelo os parece más apropiado para los próximos años?
En Xataka On | La tarifa plana de descargas en la Banda Ancha fija podría tocar a su fin en España