Hace unos pocos días pudimos conocer los datos que aportaba un informe de la Comisión Europea. En dicho informe se decía que la velocidad de la banda ancha dentro del territorio europeo había aumentado un 15% en el último año, propiciado por la paulatina implantación de las líneas de fibra que ya está llevando los 100 Mbps a más hogares de los que pensamos.
¿Y qué pasa en España? La eterna pregunta sin respuesta. ¿Ha crecido la velocidad de la banda ancha patria? Pues la verdad es que sí, no tanto como el resto de nuestros vecinos, pero conociendo nuestra situación nos podemos dar con un canto en los dientes. Poco a poco están aterrizando las conexiones de 100Mbps en manos de ISP con radio de acción nacional y eso ha propiciado que hayamos dado un tímido paso hacia delante.
Pero, ¿algún día alcanzaremos al resto de Europa? Nótese que no estoy comparando España con Japón o Corea del Sur, paraísos de la banda ancha, sino con los países de nuestro propio continente. Es más, veamos a nuestros vecinos del Norte, Francia. Ellos ya están disfrutando de velocidades de descarga 100Mbps con 5Mbps de subida a precios que aquí equivalen a los de una conexión de 6Mbps, y además en Francia consiguen tarifa plana telefónica y televisión HD en el mismo paquete.
Si miramos a nuestro otro vecino, Portugal, vemos que los precios son similares a los nuestros, pero allí ya pueden contratar la irreal velocidad de 1Gbps (a un precio desorbitado para una economía doméstica), es decir, están apuntando al futuro que no tardará en llegar. Mientras, en España, nos sentamos a esperar lo que tenga que venir, sin prisas.
Lo que sigue es mi opinión personal y puede que de la de otros, pero creo que no va muy desencaminada de la cruda realidad. Actualmente (y lo que nos queda) atravesamos una dura crisis que ha tocado a muchos sectores, incluido el tecnológico. Es casi seguro que al preguntarnos el porque del poco avance de las tecnologías de comunicación alámbrica, las grandes compañías de telecomunicaciones echarán la culpa a la crisis y dirán que tienen las manos atadas. Oferta y demanda pura y dura, así es como funcionan.
Pero estamos viviendo una crisis global, que también afecta muy duramente a otros países cuya banda ancha ha aumentado mucho más que la nuestra. ¿Por qué ellos si puede y nosotros no? En serio, ¿por qué? ¿Tenemos que entonar de nuevo el eslogan de “Spain is different” y encogernos de hombros? No. Si queremos equipararnos a Europa algún día tenemos que detectar los puntos clave del problema, analizarlos y ponerles solución. Pero los que se supone que deberían encargarse de ello sólo buscan beneficios en su balance contable a fin de año.
Es aquí cuando uno echa en falta el apoyo de sus representantes electos del Parlamento y el Gobierno. Sí, esos mismos que votaron no garantizar la neutralidad en la red, con excusas estúpidas que hablaban de un niño descargando película y un médico que no podía extender una receta. Esos mismos que prometieron hace un año un acceso a Internet universal a 1Mbps y que ahora, a punto de cumplirse el plazo, se lavan las manos, retrasan un año más el proyecto y aquí no pasa nada.
Actos tan habituales en las administraciones locales, como son la carente celeridad con la que se tramitan los permisos de obras para instalar las nuevas líneas de cable y FTTH, hacen que una tecnología que se empieza a usar ahora en un céntrico barrio de Madrid no llegue a una ciudad de la provincia de Alicante hasta dentro de año y medio. El poco apoyo que el Gobierno a la difusión de las nuevas tecnologías (apoyo efectivo que sólo se ha visto en el Plan Avanza como un crédito para comprar ordenadores) deja completamente huérfana a la población que ve en la banda ancha una inversión en nuestro propio futuro y que, más allá del eterno debate de las descargas ilegales, es una condición casi obligada para que en España se desarrolle un nuevo sector económico, el de las empresas de Internet, que sigue creciendo y creciendo en nuestro país, aunque el Gobierno no lo quiera ver.
Con este panorama uno responde fácilmente a la pregunta de si algún día estaremos a la par con Europa en lo que a banda ancha se refiere. Y esa respuesta es un sonoro no, aunque prefiero ser optimista y pensar que los cambios necesarios serán bien recibidos cuando lleguen, pero esperemos que no sea demasiado tarde.