El origen del NFC, la variante del RFID que se ha convertido en la llave para los pagos móviles

El origen del NFC, la variante del RFID que se ha convertido en la llave para los pagos móviles

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El origen del NFC, la variante del RFID que se ha convertido en la llave para los pagos móviles

Puede parecer que el NFC es algo nuevo, aunque lleva en los teléfonos móviles más de una década, o que ha sido diseñado expresamente para su funcionamiento en smartphones, pero lo cierto es que es una variante de algo que ya existía. Concretamente, una variante del RFID con una limitación bastante curiosa: debe funcionar a un máximo de 10 centímetros de distancia.

Hoy, el NFC se ha convertido en la llave de los pagos móviles. Pero no sólo usamos chips NFC para identificarnos en terminales de pago inalámbricos, hay otros usos como abrir puertas, enviar archivos de un teléfono móvil a otro o emparejar accesorios Bluetooth. En el futuro, incluso para arrancar nuestro coche. Veamos cuándo nació y cómo ha ido instalándose en el interior de los móviles hasta llegar a nuestros días.

Radio-frecuencia de alcance limitado

Nfc

Como decíamos, el NFC ya existía pero con menos limitaciones y otro nombre. No en vano, se trata de una variación del estándar RFID, o identificación por radio-frecuencia, con la limitación de que ha de funcionar a un máximo de 10 centímetros de distancia. A efectos prácticos, sin embargo, su funcionamiento se limita a mucho menos: en algunos casos, llega a desconectarse al sobrepasar los dos centímetros entre un dispositivo y otro.

El NFC, siglas de Near Field Communitacion, o Comunicación de Campo Cercano, nació en el año 2004 aunque no llegó a los smartphones hasta el 2006. Concretamente, a bordo del Nokia 6131. Se trata de un estándar de comunicaciones inalámbricas que opera en la banda de los 13,56MHz, una banda libre que permite su uso sin ningún tipo de licencia.

A efectos prácticos, el NFC funciona como la carga inalámbrica, mediante un campo electromagnético que intercambia datos, no energía

Aunque en los smartphones funciona en ambos sentidos, en realidad el NFC sólo puede emitir o recibir, debiendo intercambiar su estado con cada transferencia. Así, tenemos la función activa en la que genera un campo electromagnético para contactar con otro NFC pasivo que reacciona ante éste, recibiendo los datos que el primero envía.

Como tal, el NFC no está pensando para la transferencia de grandes volúmenes de datos sino para poner en contacto dos dispositivos. Como dos smartphones entre sí para enviar algún archivo de poco peso, un smartphone y un accesorio Bluetooth para transmitirse la configuración de conexión entre ambos, o un smartphone y un TPV para enviar la información necesaria para realizar un pago, autorización única incluida. De hecho, el estándar está diseñado para soportar únicamente 424kb/s.

O se tiene NFC, o no se tiene

Debido a que se trata de un componente físico, con una bobina de inducción electromagnética al más puro estilo de los cargadores inalámbricos, su uso en smartphones depende de que éstos lo tengan instalado. Éste es, precisamente, el principal motivo por el que la tecnología aún no ha explotado del todo, aunque los pagos móviles están consiguiendo que se expanda a una mayor velocidad que la experimentada hace algunos años.

Por desgracia, el NFC es un componente físico y no depende de instalar o no una app: se tiene o no se tiene

Así pues, un sistema que nació inicialmente como un método más veloz de emparejamiento de dispositivos Bluetooth, y que además permitía enviar algunos archivos con facilidad y mayor velocidad que el propio Bluetooth, se ha convertido hoy en la clave para la expansión de los pagos móviles. Si disponemos de un chip NFC en nuestro teléfono, y tenemos acceso a cualquiera de los sistemas de pago móviles del mercado, podemos salir de casa sin la cartera.

Eso, y no cualquier otro uso, será lo que permita que en el futuro, tal vez en menos de cinco años, no haya un teléfono en el mercado sin chip NFC. A no ser, claro está, que se lance un sistema más eficiente.

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