Unos dos años después de que Nokia y Microsoft estableciesen un acuerdo para comerciar teléfonos en el que el primero sería el principal proveedor del segundo, en septiembre de 2013 los de Redmond finalmente anunciaron la compra de la división móvil de Nokia, formalizando el proceso unos meses después. Tras un año de esta fagocitación, es interesante analizar qué cambios han llegado al cliente más allá de que en el dorso de los férreos teléfonos añoremos el logo de Nokia.
En este sentido, una de las primeras sensaciones que embarga al futuro comprador ante el escaparate es la indecisión: los finlandeses nunca se amoldaron a las gamas universales y forjaron esa familia organizada en cinco niveles, y Microsoft no parece querer cambiar este abanico de taxones.
Unos tanto y Samsung tan pocos
El amplio repertorio de terminales parece otra nota discordante por parte de Microsoft dentro del panorama del smartphone cuando la gigante Samsung ha optado justo por lo contrario. Nos encontramos con más terminales por gama de un fabricante que por el momento sigue eternizando la aspiración por competir en la misma liga que su competencia. Quizás forme parte de la apuesta por Windows 10 como punto de inflexión de un conjunto de sistemas operativos suficientes pero inconsistentes en sus últimas versiones, un renovado software que pretende aunar servicios y consolidar el ecosistema (y popularizarlo).
En lo que podría ser una metáfora del ruido de la marca en el mercado, la fiesta de este año en el stand de Microsoft en el MWC'15 era algo más calmada que en 2014: pocos decibelios y pocas apuestas con respecto al pasado año, pero ahí estuvieron para presentar no uno sino dos modelos de la gama 600, los Lumia 640 y 640XL. Una iteración subdividida, que no sería la única, ni la primera.
La divergencia como bandera
Al árbol de dispositivos Lumia le añadieron un esqueje con el Microsoft Lumia 435 en enero de 2015 y vino acompañado del 532, que pasaría a engrosar la gama de los 500 con sus primos el 530 y 535 lanzados unos meses antes. También dos descendientes para el 720, el Lumia 730 y 735 presentados junto al Lumia 830 en la IFA 2014.
Cierto es que no ha habido renovación de su flagship, el Nokia Lumia 930, y, afortunadamente, la apuesta phablet ha quedado englobada en un solo terminal (el 640XL) de momento sin añadir modelos a esa heterogénea gama de los 1000 que de momento tampoco tiene sustituto del 1020. Pero parece que Microsoft quiere jugar a ocupar escaparates y a las probabilidades, y aunque así pueda parecer que la estadística está a tu favor, no por comprar más cartones te va a tocar el bingo.
Cuestionable el sentido de jugar a las 5 gamas (de momento), más aún teniendo en cuenta la agresiva competencia (con bombazos killer como el Moto G 2013). Y Microsoft, lejos de converger y cambiar el modelo, de podar y fortificar las ramas que merecen la pena, apuesta por la divergencia, por la estratificación, por el smartphone a la carta, cuando las raíces de ese árbol luchan por sostenerlo entre las sequoias de la competencia.
Algo más que un póker necesita Microsoft en sus cartas para afianzar su sitio y ser una apuesta clara de cara al cliente que por el momento ve un laberinto en sus mostradores.
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