Dividir, compartimentar, trocear la realidad en pedazos más pequeños nos hace poder estudiarlos y comprenderlos mejor. También, nos ayuda a poder clasificarlos en base a distintos conceptos que, por supuesto, se deciden de forma artificial. Pero todo acaba tendiendo al caos, y se hace complejo mantener el corsé con el paso del tiempo, como ha ocurrido con el mundo de los teléfonos móviles.
No ha pasado tanto tiempo desde que clasificábamos los teléfonos móviles en tres grandes categorías, y no nos costaba distinguir a cuál de cada una de ellas pertenecía cada modelo. La gama baja, también llamada gama económica, la gama media y la gama alta, tres constructos que ya toca disolver. Porque como con la realidad, todo es mucho más complejo desde hace no pocos meses.
La gama alta, y la gama galáctica
Buena parte de la culpa de esta ruptura de las reglas conocidas, también promovidas por los propios medios tecnológicos y sus redactores, entre los que me incluyo, la han tenido los precios. Los gigantes del mercado han ido empujando los límites de pago en el lanzamiento de los teléfonos, en una época en la que, además, cada vez se compran más teléfonos libres y menos bajo el paraguas de las operadoras, las financiadoras en último extremo.
El Galaxy Note 8 llevó los teléfonos, hablemos de los tradicionales y no de curiosidades como los Vertu y compañía, a superar los 1.000 euros de precio de salida. Después llegó Apple y puso más fichas sobre la mesa, su iPhone X superó no sólo los 1.000 euros, sino que voló hasta posarse en 1.159 euros en tierras europeas.
El tsunami provocado por las subidas de los dos gigantes del mercado ha llegado también a otros fabricantes.
Este tsunami provocado por las subidas de los dos gigantes del mercado llegó también a otros fabricantes, que colocaron teléfonos cerca de éstos, si bien no exactamente a su altura. Comenzó a verse con más normalidad que tuviésemos teléfonos comercializados a 800 euros y más. El Huawei P20 Pro, por ejemplo, se sentó en la mesa de juego a 899 euros, y otros se colocaron a ambos lados.
No debemos olvidar que el Samsung Galaxy S7 Edge, un teléfono que hoy tiene sólo dos años y medio, se puso a la venta a 819 euros. El modelo del año anterior, el Galaxy S6 Edge, circuló a 699 euros. Una importante subida de precios en un par de generaciones que ha hecho el mercado mucho más largo, y una tendencia que no pocos fabricantes han practicado.
La gama económica se estira
En el lado contrario, en el de los teléfonos económicos, se ha producido también un tirón aunque menos pronunciado. Principalmente porque el margen de movimiento es menor, y mientras que los móviles más caros del mercado pueden seguir creciendo sin problemas, la posibilidad de vender un móvil gratis se antoja imposible. La gama económica está más encorsetada, pero también se estira.
En 2018, el mercado de los teléfonos móviles se mueve en un rango desde los 100 a los 1.100 euros.
El principal culpable en este caso está siendo Android Go. La versión recortada del sistema operativo de Google está propiciando la aparición de no pocos teléfonos por debajo de los 100 euros, modelos a precios que casi desbancan ya a los feature phones, aunque no a los más económicos. Y es que si metiésemos a éstos en el saco, el espacio en el que movernos sería aún más amplio.
Podríamos decir que hoy, en 2018, el mercado de los teléfonos móviles se mueve en un rango desde los 100 a los 1.100 euros, mientras que hace algunos años, y no demasiado, ese rango se situaba aproximadamente entre los 150 euros y los 700. Como siempre, hay y ha habido excepciones, pero hablamos de la norma, de los teléfonos populares.
Llegados a este punto, resulta lógico pensar que no puede haber únicamente tres gamas de teléfonos móviles en un espacio de 1.000 euros de margen, sobre todo cuando hay tantos componentes a los que acudir a la hora de realizar las distintas clasificaciones. ¿Se prioriza el procesador? ¿Es la pantalla? ¿Tal vez la cámara? ¿Y por qué no los aditivos de la batería? ¿Y qué hay de los materiales? Mil y una variables para mil y un euros de separación.
Los rupturistas, más caos
A esta dificultad se le suman, por supuesto, los fabricantes rupturistas. Podríamos adjudicar este título a OnePlus, que puso en circulación el OnePlus One en el año 2014, aunque estaba aún alejado de la potencia, en comparación con sus rivales, de la que disfruta el hoy líder de su catálogo, el OnePlus 6.
El título se lo podríamos dar, sin duda, a Xiaomi. El fabricante chino no sólo coloca en el mercado teléfonos competentes sino que tira con fuerza del precio del mercado hacia abajo, y ya está logrando que otros fabricantes le sigan el juego, convirtiendo el mercado en un amasijo de especificaciones y precios aún más complejo de lo que era.
En un mercado tan maduro como el de los teléfonos móviles, la especialización depende de cada uno de sus componentes. Y también del precio.
A la hora de la verdad, las tres grandes gamas de teléfonos han muerto. O, como poco, se han partido en otras más pequeñas. Tenemos las gamas altas de lujo, o premium, que ahora vuelan más alto que otros teléfonos como el ya citado OnePlus 6, o como el Xiaomi Mi 8, el Pocophone F1 o el Honor Play.
En las gamas medias tampoco hay unidad, y circulan modelos con especificaciones que rozan su categoría por debajo, y otros que tal vez merecerían un mejor trato clasificatorio. ¿Gamas medias de perfil bajo, medias puras y súper medias? Todo es mucho más complejo ahora. Y eso, por supuesto, que no entramos en las comparativas cuando los teléfonos empiezan a bajar de precio en los comercios. Entonces el batiburrillo es indescifrable.
Así pues, disfrutemos de un mercado más competitivo que nunca, con opciones en todas las franjas de precio y para todos los gustos, pero mejor vayamos desistiendo de comparativas basadas sólo en las etiquetas de gama. Son muchos más los factores que incluir, porque en un mercado tan maduro como el de los teléfonos móviles, la especialización depende de cada uno de sus componentes, y las variables se multiplican hasta el caos.
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