El mercado de los teléfonos móviles asume cada año más de 1.500 millones de dispositivos, y aunque algunos modelos superan las varias decenas de millones en ventas, lo cierto es que todo se apoya en el hecho de que contamos con una inmensa variedad de terminales. Esta variedad de terminales no se refleja, sin embargo, en los componentes internos. Muchos de ellos se comparten hasta la saciedad, el reciclaje es constante.
Estamos acostumbrados tanto a ver lanzamientos con componentes recién estrenados como a ver modelos de chips usados sin contemplación hasta que el fabricante decide jubilarlos, y esto sólo puede suponer un problema cuando hablamos de procesadores móviles. Ni los sensores de las cámaras, ni los módulos de memoria ni tan siquiera las pantallas. Hablemos de chips.
Con el tiempo, todo es más barato
Los smartphones aceptan todo tipo de componentes, y en muchas ocasiones asistimos al uso de componentes que tiempo atrás fueron de gamas superiores, en otros niveles no tan exigentes. Eso no sólo ayuda a garantizar un nivel de calidad en dispositivos de gamas medias y bajas sino que también garantiza una inversión menor para el ensamblador, el fabricante del móvil.
El fabricante del componente sigue produciendo algo durante más tiempo, por lo que su amortización está garantizada y eso le permite reducir el precio del mismo. No sólo porque la parte del precio correspondiente al desarrollo del mismo, al I+D+i, esté ya más que recuperado sino también porque la propia tecnología utilizada en la construcción de los componentes evoluciona, y hace que el proceso sea más barato.
Esto, que no importa en absoluto cuando hablamos de la reutilización hasta la saciedad de un sensor fotográfico que ha adquirido cierta popularidad por su buen rendimiento, o de una pantalla producida en serie y que no entiende de la fecha de su colocación, sí es importante cuando hablamos de procesadores. El motivo es que es el principal responsable de mover el software del terminal, y éste evoluciona.
El software crece, y con él su apetito
No sólo hablamos de que el propio sistema vaya acumulando cada vez más requerimientos, llevando el hardware hasta su límite. También nos referimos a las propias aplicaciones. Si los móviles son más potentes que hace un año, las aplicaciones también solicitarán más recursos en cada actualización, y se convertirá en un ciclo en el que unos y otros se empujarán entre sí para crecer.
Éste es el motivo por el que un procesador de gama alta se ve reemplazo por otro modelo cada varios meses, la evolución obliga y no todos pueden resistir el ajetreo de mantenerse siempre al más alto nivel. Sin embargo, eso no impide que un chip que hoy se reemplaza por uno más moderno y potente pueda ser utilizado en una gama media del próximo año, e incluso llegar a vivir dos años terminando en una gama económica, el último paso antes de su retirada del mercado.
Los costes se abaratan con el tiempo y si el procesador ha resultado de buen nivel no tiene por qué ver cómo su vida útil acaba antes de lo previsto. Los procesadores funcionan hoy igual que lo hacían ayer, y por eso vemos chips como el Qualcomm Snapdragon 615, o como el Snapdragon 430, seguir tocando el mercado en smartphones completamente nuevos. Ocurrió con modelos anteriores, como con el Snapdragon 800 o el 801. La clave está, simplemente, en reducir la categoría del terminal para adaptarlo a sus exigencias.
Entonces, ¿no ocurre nada por montar hoy un chip que es, aparentemente, obsoleto para los requerimientos actuales? Ni mucho menos. Existe un problema fundamental en torno a los procesadores y que influye en la vida útil de un terminal, cuando nos referimos a su mantenimiento. Que un procesador funcione a la perfección no significa que su mantenimiento continue. Esto sí es un auténtico problema
El auténtico problema, los drivers
Los fabricantes de móviles dependen únicamente de sí mismos para actualizar un teléfono móvil siempre que esta actualización sea únicamente de la parte del software relativa a su propio desarrollo. Eso quiere decir que Samsung, HTC, OPPO y compañía pueden actualizar su software tantas veces como lo deseen siempre que ese software sea únicamente la capa.
Touchwiz, Sense, Xperia Launcher o MIUI están a merced del fabricante del procesador cuando lo que toca es avanzar en la versión del sistema operativo. Para hacernos una idea, HTC podrá actualizar su capa tantas veces como quiera sin necesidad de hablar con Qualcomm. Pero cuando quiera pasar un móvil de Marshmallow a Nougat, tendrá que descolgar el teléfono y pedir drivers. Y esos drivers puede que no estén disponibles y no vayan a estar nunca.
Hablando de casos concretos, por eso es relevante que un teléfono como el Moto G5, o el ya existente Nokia 6, vaya a salir al mercado con el Snapdragon 430. Estamos ante un chip que lleva en el mercado un año y medio y que, por mejor rendimiento que pueda estar ofreciendo, tiene unos días prefijados en cuanto a soporte. Lanzar un móvil ahora con ese chip puede condenarlo por siempre a no salir de Nougat. Cuando llegue Android O, se llame como se llame, podría no haber drivers disponibles.
Así que lanzar un teléfono móvil con un procesador antiguo sí es relevante. No lo es por su potencia, ni por su compatibilidad con las aplicaciones, y sí es un poco relevante en cuanto al consumo energético pues la tecnología avanza y con ella se mejora el consumo. Es relevante porque puede privarte de actualizaciones futuras. Esto puede importarte en mayor o menor medida, pero es un hecho. Un procesador antiguo puede servirte pero, ¿de qué antigüedad estamos hablando?
Por suerte, estas "reutilizaciones" suelen verse sólo en las gamas más económicas y con modelos de estas gamas somos menos exigentes. ¿O no lo somos?
En Xataka Móvil | Los procesadores móviles se diferencian por algo más que por el número de núcleos
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