La Unión Europea se está poniendo las pilas con la obsolescencia programada, la reparabilidad y la economía circular para generar menos residuos. Lo hemos visto con la implantación del USB-C como cargador único en Europa y ahora propone la vuelta de las baterías extraíbles y reemplazables a nuestros teléfonos móviles. ¿Es un retroceso en el tiempo que ya no tiene sentido? No para mí, pero toca mirar más allá de tu teléfono.
Entre las razones que aducen que sería una vuelta atrás se habla de que antaño era difícil que los móviles aguantaran una jornada intensiva y que las mejoras tecnológicas han logrado mitigarlo. Si bien es cierto que ha habido innegables avances en eficiencia energética, la realidad es que cuántos teléfonos hay que dándoles caña su batería no aguanta el día de uso. Y eso sin ser excesivamente viejos.
¿Cada cuánto cambias de teléfono?
Los datos de tiempo medio para renovar el teléfono entre los españoles son de un año y ocho meses, pero no vale quedarse con el dato, aquí hay que imaginarse la correspondiente campana de Gauss.
Tengo iPhone desde hace más de una década y en la actualidad lo renuevo cada dos años. ¿Los motivos? Por un lado porque en lugar de tener una cámara, uso mi teléfono como herramienta para grabar vídeo y hacer foto. Por otro, también por mi trabajo, considero que es importante experimentar la tecnología actual. Y obviamente, porque me gusta. Aquí también entrarían los techies y early adopters. Entre estos perfiles de usuarios lo normal es que la batería, aunque se degrade, siga en un estado aceptable.
Pero no siempre he sido de este tipo. Sin ir más lejos, mi iPhone 3GS estuvo conmigo un montón de años. Y en general, existe un perfil de usuario mayoritario que solo se cambia de teléfono cuando el suyo se cae a pedazos. Entre esa mayoría es altamente probable que lo poco que les dure la batería sea una razón de peso para cambiarlo.
He trabajado unos cuantos años dando clases de dispositivos móviles Android y iOS y dentro de ese perfil de usuarios que se compran un iPhone para que les dure, dos de los motivos para renovar de teléfono era o lo poco que les dura la batería o que se habían quedado sin espacio.
Una segunda batería puede ser una segunda juventud
Entre los teléfonos que he tenido se encuentra el iPhone 6s, uno de los modelos afectados (junto con el iPhone 6) por el popular throttling de Apple, que se ha saldado con la firma teniendo que pagar hasta 189 euros a sus usuarios porque ralentizó deliberadamente el rendimiento de estos terminales para proteger sus componentes. Después de sus disculpas, Cupertino ofreció un programa de sustitución de baterías con descuento a la que servidora se acogió.
Recuerdo ese momento porque bajones de rendimiento al margen, con una batería nueva mi "viejo" iPhone 6s vivía una segunda juventud y ya no tenía que cargarlo a diario una segunda vez después de comer. Y ya de paso, aproveché para venderlo poco después, pero eso ya es otra historia.
Quienes cambiaron la batería a módico precio tuvieron de vuelta un teléfono que, con ese retoque, estaba envejeciendo muy bien. Y dejando una evidencia: si cambiar la batería fuera "fácil" (fácil entendido tanto desde el punto de vista del precio como de la técnica), cuánta gente podría estirar más la vida de su teléfono. Con la medida de la UE ahora estamos más cerca de saberlo.
Con este cambio de normativa, se soluciona uno de los grandes problemas.
Los móviles gama alta envejecen mejor
El punto anterior también permite una lectura a modo de conclusión: mi iPhone 6s estaba envejeciendo bien con ese retoque, pero tampoco era un teléfono de 150 euros. Una obviedad que merece la pena poner sobre la mesa: los teléfonos de gama alta envejecen mejor, no solo por el mimo de los fabricantes en cuanto a actualizaciones (en Android), si no también porque su hardware tiene más músculo para aguantar lo que está por venir.
Aquí toca hacer cuentas y pensar si sale a cuenta comprar un teléfono de 200 euros cada dos años o apostar por uno de mil y que te dure cinco. Obviamente cada persona y cada dispositivo es un mundo, tiene sus particularidades y quizás la respuesta no sea la misma para alguien que solo lo usa para WhatsApp que para trabajar o que lo tiene como oro en paño versus quien no lo cuida demasiado.
Menos teléfonos, más uniformes
Pero con fabricantes que lanzan varias decenas de modelos al año con ligeras variaciones interiores y exteriores, resulta complicado pensar en el medio o largo plazo. Una cosa es hacer que todos dispongan del mismo puerto de carga (que lo suyo ha costado, con Apple teniendo que dar su brazo a torcer a regañadientes), otra conseguir que todos tengan baterías extraíbles y reemplazables.
Asumiendo que no serían intercambiables entre sí, es decir, que no vas a cambiar la batería de un Samsung de gama alta para colocarle la de un Alcatel de gama de entrada, lo suyo es que se tienda a la uniformidad por una cuestión de practicidad y comodidad. Ni los usuarios quieren preocuparse por tener que buscar en un mar de opciones ni al fabricante le interesa comercializar muchos tipos diferentes.
La idea que subyace es la de fabricar para que dure, algo que con decenas de modelos al año no resulta sostenible para los fabricantes. Si duran, se renuevan menos y por tanto se compran menos. Como las míticas medias de nylon que constituyen el ejemplo primigenio de la obsolescencia programada.
De materializarse la llegada de las baterías extraíbles y reemplazables, probablemente el paso siguiente sería un cambio de estrategia de las marcas simplificando sus familias, lanzamientos y, en definitiva, reduciendo su cartera de teléfonos. Y no sería un drama.
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