Seguro que os habrá pasado alguna vez. Estáis sentados charlando con vuestra pareja, amigos, con la familia en algún acontecimiento social y los móviles no paran de sonar con mensajes y llamadas que vuestros contertulios se apresuran a atender, dejándoos con la palabra en la boca.
Más grave e irritante aún es cuando te encuentras en alguna oficina pública o privada, despacho, tienda, delante de un profesional cuyos servicios estás a punto de contratar, o incluso en una entrevista de trabajo en la que te juegas el futuro, y quien está delante de ti no para de enviar mensajes y responder correos electrónicos. ¡Oiga, que estoy aquí y he llegado antes que el del teléfono!
¿No tengo más derecho de atención yo, que estoy aquí presente en persona, que un mensaje de procedencia desconocida y con prioridad dudosa? ¿No me he ganado el mínimo respeto de ser atendido de forma prioritaria? ¿Acaso el posible cliente que le llama por el móvil es más importante que yo?
Según el último estudio de la aerolínea Swiss, dichos comportamientos no se dan por igual en todos los países del mundo. En España somos los afortunados poseedores del récord en este tipo de mala educación móvil. Al parecer, hasta un 74% de los españoles afirma sentirse desplazado porque su pareja presta más atención al teléfono que a ellos, cifra muy por encima de otros países de nuestro entorno, como Francia (48%), Italia (43%) o Reino Unido (40%).
Estas situaciones son claros ejemplos de malos usos sociales del móvil que nos muestran cómo la novedad, lo reciente e inmediato procedente del mundo virtual tiene más prioridad para muchos que la realidad tangible que tienen ante sí.
Una falta total de empatía
¿Malos hábitos?, ¿falta de respeto? Creo que es una terrible falta de empatía y de consideración hacia la otra persona que poco a poco está calando en la sociedad y, lo que es más grave, está siendo aceptada como si de una funcionalidad más de los teléfonos se tratase.
Cuando hablamos hace tiempo sobre las enfermedades que los teléfonos móviles ya están causando señalamos ciertos efectos psicológicos negativos (como soledad, angustia y aislamiento social) que aparecían cuando no teníamos acceso al terminal durante unas horas. Sin embargo, estos mismos síntomas los causamos nosotros con nuestros comportamientos desconsiderados hacia nuestros seres queridos.
Algunos me diréis que no es un problema. Que es cuestión de adaptación a las nuevas formas de comunicación social que se están imponiendo entre los jóvenes y no tan jóvenes y que críticas similares se han venido imponiendo con otros desarrollos tecnológicos, empezando por la televisión, las videoconsolas, luego por Internet, los chats, y ahora con los móviles.
Permitidme que no esté de acuerdo. El uso constante y permanente del móvil como instrumento de comunicación personal está magnificando exponencialmente los efectos deshumanizadores de las relaciones a un ritmo mucho más rápido que el resto de tecnologías. ¿Cómo resolverlo? Pues con un uso más racional y empático.
Ponerse en la piel del otro
Todos damos por hecho que cuando vamos al cine hay que apagar los teléfonos o ponerlos en silencio para que no molesten. Si alguien se lo deja encendido y recibe una llamada en plena película nos molesta y le miramos con mala cara. Lo mismo cuando estamos en un hospital o centro de salud y pasa alguien vociferando por el móvil molestando a nuestros familiares y amigos convalecientes, o a nosotros mismos. ¡Qué mala educación!, pensamos para nosotros.
Entonces, ¿por qué no nos ponemos en la piel de nuestro interlocutor a la hora de mantener una conversación personal que probablemente dure sólo unos minutos? ¿No será mejor centrarse en el aquí y ahora y prestar toda nuestra atención a lo que estamos haciendo que dividir nuestra limitada mente en múltiples tareas reduciendo así su eficacia y potencia? No nos engañemos. Los humanos no somos multitarea. De hecho, no hace mucho vimos cómo tratar de serlo podría reducir o modificar nuestra materia gris a largo plazo.
Con todo esto no quiero decir, ni mucho menos, que haya que abandonar el móvil como centro de comunicación y ocio personal. No hay que dejar de usarlo, solo debemos hacerlo de forma más respetuosa y consciente de cómo afecta a nuestro entorno social.
Si no queremos parecer zombis descerebrados con la mirada perdida en la luz de nuestras pantallas, debemos poner toda nuestra atención en las actividades que realicemos en cada instante, sobre todo si estamos manteniendo una conversación con alguien que está a nuestro lado, ¿no os parece?
Más información | Europa Press
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Foto | karen
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