Cuando la tecnología está tan implantada en nuestras vidas como la asociada a los smartphones, da la sensación de que lleve toda la eternidad ahí. Pero la primera cámara en un teléfono móvil data del año 2000 y se la debemos a la NASA, y también Sharp. Sólo 17 años, aunque al ritmo que evoluciona todo sí que parece que haga siglos de aquel momento, o que siempre haya estado aquí.
Del J-SH04 de Sharp del cambio de siglo hasta el último smartphone que haya pisado el mercado la evolución ha sido increíble. Tanto que nos encontramos en un punto de madurez de los componentes electrónicos y físicos que componen las cámaras que ha puesto las cosas cada vez más difíciles para diferenciarse. Por suerte, tenemos el software, la fotografía computacional.
Igualdad de componentes, diferencias de código
Cuando colocas la mayoría de gamas medias y altas del mercado en la linea de salida, disparas y casi todas bajan de 10 segundos, toca buscar otra forma de diferenciarse de la competencia. Los modelos de sensores se equiparan, las lentes evolucionan de manera muy pareja y ya tenemos cámaras dobles hasta en la sopa, hasta en móviles de menos de 200 euros.
Esto significa que cualquier fabricante de cualquier rincón del mundo es capaz de montar una cámara más que competente y comercializar su teléfono a precios asequibles. Y por el fuego no ardiese ya con suficiente fuerza, Samsung ha comenzado a meter lentes f/1.7 en las gamas medias. La democratización del hardware fotográfico de los móviles es una realidad, está aquí entre nosotros y la batalla se traslada al interior de los chips.
Siempre que se considera un teléfono barato de marca relativamente desconocida para su compra, normalmente se tiende a pensar qué soporte nos ofrecerá; si su capa de personalización funcionará correctamente; qué afinamiento habrá sufrido el software de todo el teléfono. Con las cámaras ocurre exactamente igual. El hardware es importante pero el software lo es aún más.
Dos fabricantes pueden obtener resultados completamente distintos con hardwares gemelos, y todo tiene que ver con qué se hace con la información "bruta" que se recoge de los sensores. Qué se hace con ella y cómo diferencia a los fabricantes entre sí y así se libran las batallas en la gama alta de la telefonía móvil actual.
El secreto de hacerlo fácil
En el frente, los usuarios sólo quieren sacar su móvil con cámara, disparar y que el resultado sea lo mejor posible. Los modos manuales funcionan relativamente bien pero requieren de un engorroso proceso fotográfico que no todos quieren, y que ni siquiera todos saben que existe. Si eres aficionado a la fotografía, jugarás con los ajustes manuales. Si no lo eres, querrás resultados pronto. Y mejor que sean buenos.
De ahí que ahora estén explotando los nuevos modos Retrato. Desde el que insertó Apple en su iPhone 7 hasta el que no debería tardar en estrenar Samsung en su Note 8. Xiaomi tiene el suyo, OnePlus también. Y pronto todos los fabricantes querrán uno, porque ofrecer resultados "profesionales" a cualquier usuario es algo demasiado goloso para dejarlo pasar.
La teoría es sencilla. Se detecta el primer plano, se detecta el fondo de la imagen y luego se combinan ambas imágenes difuminando el fondo. Simulando que portamos una cámara costosa con una buena apertura y que sepa jugar con la distancia focal. Pero en la práctica, lograrlo es muy complejo y ni siquiera los mejores han alcanzado aún la perfección. Los bordes siguen fallando, pero cada vez menos. El modo Retrato acabará siendo un estándar.
En esta expansión del modo retrato es donde se verá realmente la experiencia y el buen hacer de los distintos fabricantes. Como decíamos antes, cualquiera monta hoy un buen equipamiento fotográfico en un móvil. Hay piezas para todos y es fácil elegir. Pero cuando nos adentramos en el software, ni todos lo saben hacer bien ni tan siquiera pueden. Los programadores cobran aún más peso que antes en el terreno fotográfico.
Los nuevos modos Retrato no son más que el resultado de transportar a la fotografía móvil el famoso plug and play de los componentes informáticos. Nadie quiere complicaciones al conectar periféricos, ni tampoco las quiere al hacer fotografías. Sacar la cámara, disparar y obtener un retrato aparentemente profesional. Casi imposible de obtener con cámaras digitales compactas y caro de lograr si pasamos por cámaras profesionales.
Así que el futuro está ahora mismo donde está. Con un único sensor o con dos, con teleobjetivos, grandes angulares o lentes específicas para fotografía en blanco y negro, el que consiga un mejor procesamiento fotográfico será el que se lleve el gato al agua. Aquí no importa la indumentaria, las zapatillas o la calidad de la pista. El entrenamiento es el que separa a los Gatlin y Bolt del resto de corredores. Los programadores pasan a primer plano. El triunfo del modo Retrato.
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