La mayor masacre de la historia de Texas se produjo hace tan solo unos días. Devin Kelley entró en una iglesia baptista de Sutherland Springs y comenzó un tiroteo que acabó con la vida de 26 personas e hirió a otra veintena más antes de suicidarse mientras era perseguido por la policía. La investigación de este hecho ya ha comenzado y empiezan a aflorar los informes de la primera detención de Kelly en 2012 y de su ingreso en una clínica metal. Su teléfono también está siendo investigado.
Y de igual forma que ocurrió con el atentado ocurrido en San Bernardino o con la desaparición de la española Diana Quer, el teléfono puede ser parte fundamental de la investigación. La información contenida en él puede ser útil para tratar de esclarecer qué llevó a Kelly a cometer los asesinatos, pero el cifrado vuelve a interponerse en una investigación criminal. El FBI no consigue acceder al teléfono.
No sabemos de qué teléfono se trata
El FBI no ha querido hacer público de qué modelo de teléfono se trata para no dar pistas a futuros terroristas sobre qué dispositivos han de comprar para que su información se guarde de forma más segura, pero sí ha comentado en una rueda de prensa que por el momento no han conseguido acceder a su interior. El teléfono ha "volado" a Quantico y allí un equipo especial trata de lidiar sin éxito con su cifrado.
FBI official, citing encryption tech, says federal agents have not been able to access the Texas shooter's phone https://t.co/CacbcOGFxq
— NBC News (@NBCNews) 7 de noviembre de 2017
La seguridad de los teléfonos móviles, concretamente el cifrado, vuelve ahora a la primera plana en Estados Unidos dada la delicadeza de este asunto en concreto, el que tiene que ver con la matanza en Texas. No sólo la seguridad sino también la privacidad pues no se descarta que vuelva a iniciarse una batalla dialéctica, y quién sabe si también judicial, con los responsables de la seguridad del teléfono.
Los intentos de los distintos gobiernos de debilitar los procesos de cifrado no han pasado desapercibidos en los últimos años. No sólo hablamos del cifrado del iPhone de San Bernardino, donde el gobierno llevó a Apple a los tribunales, sino también el cifrado de apps de mensajería. Como cuando Reino Unido acusó a WhatsApp de proteger a pedófilos y terroristas tras sus comunicaciones seguras.
El FBI pagó 900.000 dólares a Cellebrite para que desbloquease el iPhone de San Bernardino, y el sistema que emplearon no se conocerá tras la sentencia de un juez que permitía a la empresa israelí mantenerlo en secreto por sus propios intereses comerciales y por seguridad. No sabemos cómo acabará el caso del tiroteo en Texas pero todo apunta a que la única salida podría ser parecida a la de aquel iPhone que logró desbloquearse a principios de este 2017.
Vía | Phandroid
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