Hace unos días me encontré con un amigo la mar de atareado con sus estudios de matemáticas, ayudándose de un móvil con el que resolvía ecuaciones y que utilizaba como calculadora científica avanzada. ¿Preparando los exámenes finales, no? ¿Os dejan usar el teléfono en el aula? Le pregunté.
A lo que él me respondió con un rotundo: ¡No! Ojalá nos dejaran, así sería más fácil aprobar. Permíteme que lo dude, le contesté, tratando de explicarle cómo en mis tiempos de estudiante universitario no era extraño que en algunas asignaturas nos dejasen libros, apuntes y calculadoras para resolver problemas, y justamente esos exámenes eran de los más difíciles de la carrera.
Está claro que el smartphone se ha convertido en una potente herramienta informática y su rápida adopción entre los más jóvenes no ha permitido a los sistemas educativos adaptarse a ella y utilizarla como medio de apoyo en la realización de los exámenes.
El teléfono móvil es, a día de hoy, un temible enemigo de las aulas de "ejercicios finales" (odiaba que los llamaran así, eran exámenes y punto), un molesto sistema que facilita la copia, las chuletas, y que hay que prohibir por todos los medios para garantizar pruebas de calidad a los conocimientos de los alumnos. Sin embargo, ¿no sería posible utilizar el móvil como una herramienta más que ayudase a evaluar el aprendizaje del estudiante?
Evitar la copia sí, pero sin prohibir el móvil
Seguro que a muchos de vosotros os prohibían hace años la utilización de calculadoras científicas en algunos exámenes, por miedo a que tuviesen funciones avanzadas en la realización de gráficas, ecuaciones o cálculos. Sin embargo, aprender a utilizar estas calculadoras y todas sus posibilidades debería haber sido una asignatura en sí misma, ya que en la vida real rara vez efectúas a mano la mayoría de estos cálculos.
Con el móvil pasa algo parecido, pero elevado al máximo exponente. Está claro que hay que tomar algún tipo de medida para evitar la copia masiva.
¿Cómo? Pues en los últimos años hemos visto propuestas que van desde la colocación de inhibidores hasta la vigilancia exhaustiva o directamente cortar los servicios de Internet durante las pruebas de Selectividad.
Tampoco sería mala idea adaptar el aula de exámenes con pinturas o materiales especiales que bloquean las ondas de radio y la aíslan del exterior, paralizando a posibles tramposos que recurren a la ayuda de algún amigo, familiar o mercenario en la realización de las pruebas.
Sin embargo, la finalidad de todos estos sistemas no debería ser la prohibición completa del móvil en los exámenes. Deberíamos ser capaces de encontrar un equilibrio que permitiese su utilización en ciertas asignaturas para complementar lo aprendido y que el alumno pueda demostrar cómo se desenvuelve en la resolución de problemas más realistas.
Este es un debate que se extiende fácilmente a otras herramientas informáticas como ordenadores o tabletas, pero es con el smartphone con el que cobra mayor importancia dada su enorme penetración y disposición de uso por parte de las nuevas generaciones.
Además, la utilización de esta herramienta puede ayudar a evaluar al alumno no sólo en materias de ciencias sino, aunque parezca imposible, también en otras de letras (historia e idiomas incluidos) en las que no obligaríamos a las jóvenes mentes a aprender de memoria contenidos para luego soltarlos ante una hoja en blanco, sino que les instruiríamos en el uso del móvil como una enorme base de datos de la que extraer conclusiones y auténtico conocimiento que no se difumina y se pierde en el olvido a los cinco minutos de terminar el examen, ¿no creéis?
En Genbeta | La evolución de las chuletas en la nueva era
Foto | Will kay
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