La carga inalámbrica tiene ciertos inconvenientes frente a la carga por cable, aun así me ha cautivado
Cuento mi experiencia utilizando una base de carga que recuperé tiempo después
A la hora de elegir un nuevo cargador para el móvil, lo tengo claro: opto por el que mejor carga rápida me dé, que obviamente aproveche las capacidades de mi móvil. A lo largo de los años he ido acumulando adaptadores de corriente y han terminado cogiendo polvo en el cajón. Es una historia que tuvo como comienzo un regalo.
Recibí un cargador inalámbrico diseñado para móviles no compatibles, ya que incluye una especie de "batería" inalámbrica capaz de suministrar energía a cualquier teléfono. Pero poco duró este accesorio, pues su calidad era dudosa. Sin embargo, le he dado una segunda vida ahora que tengo un móvil compatible, y no puedo dejar de usarlo. Tanto como para no haber vuelto a enchufar un cargador de pared desde hace más de un mes.
En comodidad es insuperable
Como comentaba en la introducción, la base de carga venía con un adaptador para volver compatible a cualquier móvil con la carga inalámbrica. Lo hacía mediante una especie de batería (receptor inalámbrico) que se conecta al puerto USB-C y que pegándola a la parte trasera del móvil lo vuelve compatible con esta función.
Al cabo de los meses se ha estropeado sin mucho uso, aunque por suerte la base de carga sigue intacta y funcionando con normalidad. Es la que he aprovechado con un par de móviles que sí son compatibles de fábrica con la carga Qi, el estándar de la carga inalámbrica. Y ya digo que llevo meses sin que mis dos teléfonos pasen por el enchufe.
Actualmente uso un Xiaomi 13 y un iPhone 15, por esto de dedicarme profesionalmente a la tecnología, y son dos teléfonos que habrán pasado por el enchufe solo en un par de ocasiones. Desde el momento que me dio por colocarlos sobre la base de carga conectada a un monitor por USB, mis hábitos de carga han cambiado radicalmente. Y parece que para siempre.
Como trabajo frente a un ordenador y en un escritorio, la base de carga se ha quedado perenne en este. Cada mañana, el móvil que necesita un chute de energía acaba posado en ella. Tan fácil como eso: ni la baja velocidad de carga me echa para atrás.
Sé que no es algo para todos los usuarios, no en vano cada uno tenemos nuestras propias necesidades. Sin embargo, para mí ha sido un cambio significativo, sobre todo por la comodidad que me proporciona. De paso, evito tener que buscar cables y cargadores, más ahora que me he olvidado dónde lo dejé por última vez.
También me encanta la simplicidad, elegancia y minimalismo del cargador inalámbrico: encaja en cualquier rincón de mi escritorio quedando en sintonía con el resto de cacharros que tengo (normalmente algo desordenados). Teniéndolo como fijo en la mesa, me resulta mucho más práctico que levantarme para coger un cargador; más aun teniendo las tomas de corriente algo lejos.
Cada vez conlleva menos sacrificios
A pesar de sus bondades, que ya he destacado, usar la carga inalámbrica conlleva realizar ciertos sacrificios. Por ello se antoja ideal conocer que la carga inalámbrica, por regla general, no se comporta de la misma manera que la cableada. Para empezar por la velocidad de carga, que será sensiblemente menor. En mi caso es un simple cargador de 5 vatios, aunque hay opciones en el mercado más veloces.
De todas maneras, y como venía diciendo, la tecnología ha avanzado lo suficiente para ver soluciones más que aceptables. La propia Xiaomi y su Xiaomi 14 son un buen ejemplo: el buque insignia consigue cargarse sin cables a 50 vatios. Por lo tanto, es de esperar que mejore todavía más en el futuro.
Cuando hablaba de sacrificios también me refería a un aspecto igualmente importante: el calor. Es el peor enemigo de la batería de nuestro móvil y es cierto que se calienta algo más si lo hacemos desde una base de carga inalámbrica. Lo noto al sujetarlo tras un rato cargando, y probablemente sea más significativo con mayores velocidades.
Como todo en la tecnología, es susceptible de mejora, al igual que sucede con el consumo energético. Porque sí, cargar inalámbricamente mis móviles también supondrá un considerable aumento en la factura de la luz. No obstante, no daré vuelta atrás, solo en ocasiones en las que no me quede más remedio.
El futuro sin cables está más cerca
He comentado varios aspectos sobre cómo la carga inalámbrica ha cambiado mis hábitos, aunque se me ha olvidado mencionar el aspecto más importante de este tipo de cargadores: no existen los cables. O bueno, casi se cumple esto, pues de alguna manera he de conectar la base inalámbrica.
Con un único cable USB alimento todos mis dispositivos, porque también lo aprovecho para cargar unos Pixel Buds Pro, mis auriculares de referencia. También mi reloj inteligente es compatible con la carga inalámbrica, y de igual manera su cargador está guardado en la caja desde que tengo la base en mi escritorio.
Ya he descubierto que el cargador inalámbrico es un paso adelante hacia un futuro sin cables, que encaja en cualquier espacio de mi casa. No es raro que me lo lleve a la mesita de noche: antes de dormir, me resulta más práctico dejarlo sobre la superficie de la base en lugar de acertar a encajar el conector.
Ni que decir que estéticamente es bastante atractivo y elegante. Y eso que precisamente el mío no es de lo más bonitos. Sin embargo, en caso de que te animes a dar el salto a ese futuro sin cables, es importante saber que hay infinitos diseños y colores disponibles; basta con echar un ojo a nuestra tienda de confianza.
Si hace unos meses soñaba con cargas rápidas que me permitiesen rellenar la batería en pocos minutos ahora lo hago con un cargador inalámbrico que no requiera ni depositar el móvil en su base. No debería faltar demasiado, pues algunos fabricantes como Xiaomi han mostrado avances bastante interesantes.
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