Habrá quien al hablar del crecimiento del tamaño medio de los smartphones en los últimos años le venga a la memoria aquellos primeros móviles con una pantalla mínima y unas dimensiones más propias de un ladrillo. Pero justo antes de que esos mastodontes telefónicos empezasen a normalizarse, el recurso para la comunicación cuando no se estaba en casa (o se huía de ella) eran las cabinas telefónicas, lo que ahora es una especie en extinción.
Unos recurridos dispositivos que han formado parte de la historia de la telefonía y que suponía (y supone) un recurso para quien no dispusiese de una línea fija en casa o en caso de necesidad si se estaba fuera de ella, algo que precisamente tiene que ver con su invención hace algo más de un siglo. Dos situaciones que en la actualidad suplen los teléfonos móviles.
Según nuestra edad habremos llegado a usarlas o no, pero el hecho es que por el momento perduran y puede que se hayan establecido como un símbolo tanto a nivel urbano como de la evolución de la telefonía. Pero, ¿cuándo y cómo nacen estos históricos teléfonos públicos?
Cuando la necesidad llega a la mente de un inventor
Para hablar de los inicios de la cabina telefónica hemos de remontarnos al siglo XIX. El primer teléfono público se instala en 1889 en el Banco de Hartford (Connecticut, Estados Unidos), con tal éxito que empezó a instalarse en establecimientos públicos y en las calles principales de las ciudades del país. El padre de las cabinas es William Gray, quien tras un primer fracaso dio con la fórmula del éxito y en tres años había logrado expandir su compañía con más de 81.000 aparatos instalados en todo el país.
Como suele ocurrir, detrás de una idea original hay una historia, y en este caso es la del creador el imperio originario del teléfono público. Según leemos en Scripophily al parecer en 1887 Gray necesitó contactar urgentemente con un médico por su mujer, pero la familia no estaba abonada al servicio telefónico y ni siquiera tenían teléfono en casa. Supo lo difícil que era acceder a uno cuando no paraba de recibir negativas al recorrer almacenes y establecimientos pidiendo que le dejasen realizar la llamada.
Tras esto, pensó en lo útil que resultaría que existiese un servicio de teléfono público, y eso no se quedó sólo en idea. Gray la plasmó en las 23 patentes que registró entre 1888 y 1889 (como la de Coin-controlled apparatus for telephones, US 408709 A) y la materializó construyendo oficinas que dispusiesen de un teléfono y en las que hubiese un operador. Pero esta primigenia idea no funcionó: el gasto de mantenimiento y construcción era mayor que los ingresos obtenidos.
William vendió su idea a las compañías telefónicas, hoteles y dueños de los establecimientos, y así es como la idea logró expandirse y tomar forma. La Gray Telephone Pay Station Company fue una realidad desde 1891 y lideró la industria de los teléfonos públicos de pago creando la propia demanda; el teléfono empezaba a ser un requisito en las casas. La II Guerra Mundial fue clave en la expansión en los hogares y se extendió por las carreteras interestatales, siendo de gran utilidad cuando habían incidentes.
En 1910 la empresa de Gray y Western Electric se unieron para construir el modelo 50A con recolector de monedas. Un modelo cuyo diseño fue un total acierto y permaneció durante 60 años, con pequeñas modificaciones y actualizaciones de hardware. A España llegaron en 1928, concretamente la primera se instaló en Madrid, en el Viena Park (en el Retiro) y en el Bar Regio. Hacia 1966 se fueron extendiendo por la ciudad.
Un pequeño rival gestándose en paralelo
Una de las empresas que participó en los sucesivos rediseños y adaptaciones de las cabinas fue Bell Telephone Company, cuyo nombre no es casualidad dado que uno de los fundadores fue el suegro del inventor del teléfono (Alexander Graham Bell), Gardiner Greene Hubbard. La empresa mantuvo el monopolio de las instalaciones de cabinas en Estados Unidos acuñándose el término de Bell System para las franquicias y empresas que lo iban componiendo, como AT&T o Bell Labs, los laboratorios propios de la empresa. Un monopolio y una denominación que se romperían por ir en contra de las normas en 1984.
La cabina se perpetuaría pues como el invento telefónico del siglo XIX y subsecuente triunfo en el posterior, pero el azote de las mismas sería el que es uno de los inventos del siglo XX: el teléfono móvil. Y curiosamente, fue una de las divisiones de la empresa madre de éstas la que hizo posible la existencia de los teléfonos inalámbricos y móviles.
Bell Labs registraba la patente de un sistema que cumplía los requisitos para materializar la idea de teléfono celular que rondaba allá por los años 60 en las grandes compañías de telecomunicaciones. El sistema que cumplía con estos requisitos se registraba en 1972 y un año después fue Motorola, rival del imperio Bell, la creadora del primer prototipo funcional de teléfono móvil, el DynaTAC 8000X. De hecho, Martin Cooper, director de Motorola demostró la funcionalidad del DynaTAC llamando desde una calle de Nueva York a, Joel Engel, de Bell Labs.
Cellular killed the payphone star
No obstante pasarían unos años hasta que los móviles se extendiesen. En 1990 se digitalizan las comunicaciones teniendo éstas mejor calidad de voz que las analógicas, y se crean nuevos estándares de comunicación como GSM. En 1999 NTT DoCoMo lanza el primer servicio de internet completo en teléfonos móviles y dos años después presenta la primera red comercial de 3G, tecnología que sería definitiva para el auge y extensión de los terminales a medida que iban adoptándola.
Hacia 2007 había 295 millones de usuarios de la red 3G en todo el mundo, un 9% de los teléfonos móviles existentes, año en que se presenta el iPhone y en el que se da un descenso del uso de las cabinas telefónicas a un 48%. Según este estudio sobre el uso de las cabinas, ya en el año 2000 se produjo un descenso tanto de la instalación como de la demanda de cabinas, pasando de los 2 millones de unidades a las 750.000 de 1999 a 2009 en Estados unidos.
Descensos que se vieron a nivel internacional, con una disminución del 30% de operaciones entre 2003 y 2008 en Australia y del 50% en el caso de las cabinas británicas a partir de 2005. El teléfono público, por tanto, no puede ante la extensión de los móviles y la amenaza de los smartphones, y las compañías poco a poco van dedicando menos esfuerzo y dinero a estos sistemas de comunicación.
En 2010 ya hay más de mil millones de conexiones de teléfonos particulares y la demanda de cabinas obviamente sigue cayendo. En 2009 la operadora AT&T finaliza el soporte a las cabinas, cancelando los contratos y desconectando y vendiendo los dispositivos (unos 139.000). De hecho, la primera gran compañía que dejó el negocio de las cabinas fue BellSouth, ya [en febrero de 2001](http://www.telephonetribute.com/payphones.html#PAY PHONE HISTORY TIMELINE).
Así, el número de cabinas telefónicas empezó a descender en muchos países a medida que su uso disminuía y dejaba de compensar, como vemos de manera bastante evidente en este gráfico de Statista referido al caso de Estados Unidos hasta 2009. Y a fecha de 2014, según un artículo de Smithsonian, quedaban unas 300.000 cabinas en todo el mundo. No obstante, la situación en los mercados emergentes era distinta y, como vemos en el informe que hemos citado antes, el número de cabinas experimentó un incremento en los países del sur de Asia durante esta fase de descenso, algo debido en parte a que la penetración del teléfono móvil tardó más en darse.
El paso de la cabina por España
Como hemos comentado, los teléfonos públicos llegaron a España en 1928, pasando cuatro años desde que se adjudicase a ITT(Internacional Telehpone & Telegraph) y la CTNE (Compañía Telefónica Nacional de España) el contrato para el monopolio del servicio. Como en el resto de localizaciones, hubo una progresiva adaptación de los modelos a medida que se perfeccionaban, llegando en 1966 el teléfono automático modelo 5536-M, que funcionaba primero con fichas y posteriormente con dinero (pesetas).
Compartiendo el declive internacional, es precisamente este año cuando la jubilación se cierne sobre los teléfonos públicos españoles. Telefónica ha de mantenerlos hasta el próximo mes de diciembre por lo que establece el Real Decreto 424/2005 (y su modificación posterior el RD 726/2011), que obliga en su artículo 32 a que existan los suficientes teléfonos públicos de pago hasta esa fecha, en relación de un dispositivo cada 3.000 habitantes en ciudades medianas y grandes, y de al menos un teléfono en poblaciones de menos de mil habitantes, quedando unas 35.000.
Las cabinas como tal, un habitáculo acristalado con puertas y techo, fueron desapareciendo a medida que se cambiaban por otros modelos en poste. Del mismo modo que tanto en España como a nivel internacional se adaptó el monedero y el sistema de cobro, empezando por fichas y pasando a monedas para acabar siendo compatibles con tarjetas recargables.
Hasta el momento que desaparezcan, la ley obliga a que los teléfonos públicos posibiliten la realización de llamadas además de proveer de cierta privacidad y aislamiento sonoro. Así, el servicio español distinguen de las de otros países por no admitir tarjeta de crédito ni poder recibir llamadas, algo que por miles de escenas en el cine sabemos que es posible en regiones como Estados Unidos (en España sólo en contadas excepciones, en zonas rurales muy aisladas).
La ley también hace referencia a la devolución, algo que de manera histórica no ha sido precisa (dependiendo del valor de las monedas) y que ha dejado el tópico popular de comprobar si el anterior usuario había olvidado recoger su cambio. Y no sólo esto, Daniel Verdú habla de la historia de la cabina E7313U en Madrid y recoge testimonios tanto de usuarios que afirman que se queda el dinero sin realizar la llamada como de la recurrencia a robar monedas mediante la introducción de una especie de gancho. No en vano, suelen estar vacías y de hecho no son rentables desde 2002.
De servicio público de comunicación a juguete de los vándalos
Como vemos, en algunos casos las cabinas se mantienen debido a que los contratos con las compañías telefónicas aún perduran, aunque existen salvedades como las que explican en este artículo referido a la situación en Irlanda. La compañía Eircom ha de mantener el servicio de teléfonos públicos atendiendo a la regulación de la ComReg, pero hay casos en los que éstos pueden eliminarse, como el que se use menos de un minuto al día durante seis meses, una cabina cercana o si las autoridades lo establecen como un punto de vandalismo continuo.
Algo que también leíamos en el artículo de Daniel Verdú. En él explica el estado de la cabina que hay frente al Palacio de Correos de Madrid: garabateada, con la chapa en mal estado y con residuos en su interior. Nos traslada casos de gente que ha convivido durante años con las cabinas en su zona, como el de Diego Porcel, un vendedor de la ONCE que lleva 13 años viéndolas y que responde esto (con un smartwatch en su muñeca):
Esto es un capricho. Pero, ¿las cabinas, dices? Apenas las usa nadie. Sólo ves a gente aporreándolas.
Mucho más que un teléfono público: el cine
Ya lo comentábamos antes al hablar de las diferencias del servicio según países: la cabina telefónica pasará a la posteridad más allá del recuerdo tangible que conserven las calles al ser una protagonista intrínseca de muchas escenas históricas en el cine. Tenemos innumerables ejemplos y "cameos" de este inmortal invento, aunque según generación y procedencia puede que el primero que nos venga a la cabeza sea el de La cabina, de Antonio Mercero, protagonizada por Jose Luis López Vázquez.
Otro que suele aparecer pronto, sobre todo en el caso de los amantes del suspense, es la escena de Los pájaros, film de Alfred Hitchcock, en la que Tippi Hedren se refugia del ataque de las susodichas aves en una cabina. O el descenso a los cuarteles del Superagente 86, que usaba un ascensor camuflado en una cabina.
Hay otros ejemplos de escenarios algo más modernos e incluso de ciencia-ficción. Ejemplo de ello es la película Jungla de Cristal 3, protagonizada por Bruce Willis y Samuel L. Jackson cuando atienden a las peticiones de un terrorista que se hace llamar Simón (escena del Simon says) o el lugar donde Clark Kent pasaba a ser Super Man. Y también dentro de lo fantástico, el uso de las cabinas telefónicas en Matrix.
La guinda la pone Última llamada, un film de Joel Schumacher protagonizada por Collin Farrel y, para ser justos, por la cabina que le acompaña durante gran parte de la película, que suena en el momento preciso. En Nueva York y en un momento donde los móviles ya se han extendido, la historia tiene lugar en una de las cabinas que aún permanece en una de las calles de la ciudad manteniendo la tensión en ese metro cuadrado.
La eterna superviviente
No obstante, más allá de que mantengan el servicio o no, las cabinas telefónicas se han convertido en una reliquia urbana sobre todo en el caso de las emblemáticas cabinas británicas, un símbolo histórico e internacional del país y de su capital (y un ejemplo de merchandising eterno). Es obvio que en esta ciudad no haya planes de ser eliminadas sino todo lo contrario.
Pero Reino Unido no es el único país que las mantendrá. Como leíamos en el artículo de la revista Smithsonian, los teléfonos públicos están sufriendo una metamorfosis a routers wifi en China y Sudáfrica. Y ya vimos aquí la segunda vida que en algunos casos se les está dando, como punto de recarga de dispositivos o de coches eléctricos.
En Estados Unidos, en vistas a su desuso y eliminación el Departamento de Información, Tecnología y Comunicaciones (DoITT) organizó un concurso de diseño de "la cabina del futuro". Y de los 125 modelos presentados, cinco se llevaron premios en base a la creatividad, el diseño, la conectividad, la función y el impacto.
Imágenes | Michael Herrick, Google Patents, Statista, Conoces Madrid
En Xataka Móvil | Seis usos que se le están dando a las cabinas telefónicas por todo el mundo
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