El segmento de los smartphones sigue creciendo sin parar, pero hay un problema que sigue generando muchos quebraderos de cabeza a los fabricantes y el resto de la industria: el de los robos de estos dispositivos.
No parece importar que los fabricantes hayan acudido a medidas como el célebre kill-switch o que las gamas de entrada sean cada vez más competitivas tanto en precio como en prestaciones: parece claro que robarte el móvil sigue siendo rentable. Y mucho.
Un informe de hace unos meses publicado por Consumer Reports revelaba que solo en Estados Unidos había habido 3,1 millones de víctimas de robos de smartphones en 2013, prácticamente el doble de los que se habían estimado para el año anterior. De ese número, 1,4 millones jamás fue recuperado según ese estudio.
El problema no solo reside en el hecho de que los teléfonos son cada vez más importantes para los usuarios por la cantidad de información personal que almacenamos en ellos, sino que estos dispositivos acaban formando parte de un mercado negro cuya magnitud es sorprendente.
Tres grandes categorías de robos
El mercado negro de los smartphones se nutre de smartphones procedentes de tres tipos de robos. En el primero de ellos, el que más se conoce, un ladrón o grupo de ladrones nos roba el teléfono, algo que parece que no tendría grandes consecuencias pero que a menudo es parte de operaciones de gran escala en el mercado negro.
En el segundo grupo de robos estarían aquellos en la que los ladrones sustraen grandes cajas de dispositivos antes incluso de que hayan sido vendidos y activados. Este tipo de robos son especialmente jugosos para las organizaciones que ponen en marcha estos golpes, puesto que los smartphone no activados tienen un gran valor en el mercado negro, sobre todo si pueden distribuirse al extranjero.
Por último tenemos un tercer grupo de operaciones más complejo en el cual los ladrones pagan a ciudadanos con pocos ingresos e incluso a vagabundos ("mulas") para que contraten una o varias líneas móviles con una operadora para obtener un smartphone, para que luego esos terminales acaben en manos de los ladrones. Las operadoras les retiran el crédito a los clientes que habían solicitado esas líneas móviles, pero por supuesto a ellos parece importarles bien poco.
Las historias sobre la efectividad de estos métodos son casi terroríficas. En el caso de esos robos a través de "mulas", se contaban casos como el de dos ciudadanos estadounidenses de procedencia china, Shou Lin Wen y su mujer, Yuting Tan. Un miembro de su red de robos pagaba 100 dólares a vagabundos para que compraran unos cuantos teléfonos (los iPhone de Apple, sobre todo) bajo contrato en una tienda de electrónica local. Los teléfonos acababan en manos de Wen y Tan, que pagaban unos 200 dólares por teléfono -100 para la mula, 100 para el intermediario que se los llevaba- y lograban ingresar unos 1.000 dólares por cada uno de ellos.
Los envíos de estos dos traficantes eran frecuentes: en un solo año Wen envió 111 paquetes utilizando una cuenta de FedEx que acabó siendo su perdición. Para cuando los cuerpos de seguridad lograron atajar este tráfico, esta pareja había acumulado unas ganancias de 2,5 millones de dólares al año.
El kill switch y los seguros como soluciones incompletas
Uno de los mecanismos que los fabricantes están tratando de poner en marcha para poner freno a estos robos está en la incorporación de los llamados "kill switch" en los dispositivos. Estos sistemas permiten que en caso de robo un usuario pueda eliminar sus datos del terminal e incluso dejarlos inservibles antes de que los ladrones puedan aprovecharlos por ejemplo para uso personal o revenderlos.
Esa opción está mucho más de moda de lo que podríamos creer, y los ladrones no tienen demasiadas dificultades para "colocar" la mercancía: las pequeñas tiendas de móviles son candidatas para pagar ciertas cantidades de dinero por esos teléfonos robados... a pesar de ser robados. En un reportaje de la BBC de abril del año pasado, un periodista que se hizo pasar por uno de esos ladrones no tuvo demasiados problemas para vender teléfonos robados a diversos propietarios de estas tiendas, que eso sí, le daban consejos prácticos: lo primero que tienes que hacer cuando robes el móvil es quitarle la SIM y apagarlo para que no puedan localizarlo.
El problema está en que aunque algunos estudios apuntan a que estas medidas han funcionado en ciertos escenarios, el número global de robos no ha parado de aumentar. La razón es en realidad sencilla: el kill switch solo ataja parte del problema en ese primer grupo de robos "individuales", pero poco o nada puede hacer con el segundo y tercer grupo de robos.
Los seguros de robo tampoco parecen ayudar demasiado, y las propias operadoras han ofrecido a menudo seguros a los compradores de móviles con los que entre otras cosas también se han llevado un beneficio ingente. Y sin embargo el crecimiento en el número de robos ha sido tal que incluso esas mismas operadoras han comenzado a demandar algún tipo de regulación y legislación que ataje el problema.
De hecho, algunos analistas indican que esos dos grandes grupos de robos son los que más han crecido en estos últimos meses, y la legislación que apunta a la instalación de serie de mecanismos de kill switch es insuficiente para resolver un problema que parece agravarse cada vez más. Los responsables de Apple han puesto en marcha el llamado Activation Lock, un sistema que permite a un usuario proteger el inicio del teléfono con contraseña y que teóricamente evita que un teléfono robado pueda volver a encenderse sin ese código.
En iOS 7 esa opción está presente pero hay que configurarla a mano, mientras que en iOS 8 está habilitada por defecto. Tatnto Google como Microsoft esperan poder aplicar sistemas similares en terminales basados en sus plataformas móviles próximamente, y de hecho en Android 5.0 Lollipop ya está disponible un mecanismo que permite proteger con contraseña la operación de restablecer el terminal a valores de fábrica. Eso hace que los ladrones no puedan vender el teléfono como nuevo ya que el terminal no podrá activar el borrado de todos sus datos y la reinstalación de un sistema operativo "limpio" de nuevo.
Si no funciona como un todo, véndelo por partes
Otro de los negocios que han aparecido como parte de ese mercado negro es el de la venta de componentes. Aun cuando sistemas como los "kill switch" ayudan a tratar de frenar parte de esos robos, sigue habiendo quien tiene interés en comprar teléfonos bloqueados y aparentemente inservibles.
La razón es esa: que aun cuando el teléfono en sí puede no ser interesante, sí lo es su interior. En los últimos meses dos operaciones distintas en Estados Unidos han acabado con las operaciones de dos organizaciones que se dedicaban a robar teléfonos para luego revenderlos, completos o por componentes, a comerciantes del mercado negro en Oriente Medio y Asia. Si es que no hacen chantaje a sus propietarios para recuperarlos por cantidades desorbitadas.
Algunos expertos comparan esta batalla por tratar de atajar el problema de los robos de smartphones con la que existe en el mundo de los virus informáticos. Jeff Kagan, un analista de la industria móvil, indicaba que "no hay una solución definitiva al robo de smartphones y nunca la habrá. Es como la larga guerra entre la gente que crea virus y la gente que desarrolla software de seguridad. No para de crecer y crecer".
Parece evidente que la situación es realmente problemática y que medidas como el kill switch solo alivian en parte: hace falta una legislación más estricta con estas operaciones, y probablemente más medidas por parte no solo de desarrolladores de plataformas móviles sino incluso de fabricantes para poder hacer que los móviles robados simplemente no puedan ser revendidos ni utilizados por esas organizaciones criminales.
Ver 29 comentarios