A quien más y a quien menos le suena la situación de estar en clase entretenido con el móvil, pensando que nadie nos ve, y que de repente una sombra provocada por un profesor con la mano tendida se cierna sobre nosotros obligando a entregarle nuestro preciado terminal. La adolescencia es una época rebelde y difícil, aunque no debe servir de excusa, pero, ¿y si esto ocurre en personas adultas en medio de una representación teatral?
Algo más que una anécdota fue para Patti LuPone el incidente que ella misma co-protagonizó en relación a esto el día 7 de julio en el Mitzi E. Newhouse Theater de Nueva York. Durante la representación de su obra, la actriz se dirigió a una de las asistentes para confiscarle su teléfono móvil, el cual había estado usando durante el segundo acto.
Obviamente el teléfono se le devolvió a la espectadora, pero esto no ocurrió hasta que acabó la obra. La misma situación que citábamos en la introducción, pero extraída del mundo de la docencia y adaptada a un contexto mucho más inusual y adulto: en ambos casos hay un ponente ofendido y un asistente aparentemente distraído por un terminal que acabara requisado por el primero.
Cuestión de límites
Este incidente anecdótico es en realidad la gota que colmó la paciencia de la actriz. Ese mismo día de hecho sonaron cuatro teléfonos móviles durante un ensayo, y según cuenta al Daily News de Nueva York, la actitud de la espectadora le impactó por lo descarado y evidente. Según declara es un problema creciente y entre bromas dice que si se dedicase a ser “policía de los smartphones” y hubiese recibido 100 dólares por cada teléfono que hubiese confiscado, tendría suficiente para comprarse uno.
La actriz se encuentra en tal punto de saturación que se declara derrotada por la persistencia de esta molesta situación y de momento no seguirá representando la obra. Explica que tendría que cambiar de alguna manera, pero que por el contrario cree que el problema irá a más, aludiendo a que éste no se restringe al ámbito teatral, sino al global. Según ella el teléfono controla a la sociedad y en el “microcosmos del teatro” esto se agrava.
También en espacios abiertos
La importunidad del smartphone (o de su propietario) no ocurre sólo en espacios cerrados o estancos. Durante una carrera de 10 kilómetros la triatleta Joyce Cheung Ting-yan tropezó con una corredora que había parado para tomarse una foto con el smartphone. Poca broma hubo en este incidente ya que la caída fue bastante seria (aunque afortunadamente pudo seguir y acabar la carrera).
Lejos de ser un incidente aislado, los organizadores de maratones y demás carreras han de preocuparse desde hace tiempo de recordar a los participantes que aludan a su sentido común y que no realicen estas arriesgadas acciones. Y la situación ha empeorado con la masificación de los palos de selfie, llegando a prohibirse en competiciones como Wimbeldon por lo molestos que pueden resultar para los espectadores, acondicionando incluso zonas específicas para el empleo de los populares sticks.
Nuevos tiempos, nuevos excesos y nuevas normas
El incidente protagonizado por la actriz Patti LuPone no puede definirse como habitual, y no todo el mundo reacciona igual ante una ofensa o una escena similar. Sin embargo, con un mínimo de empatía puede entenderse el arrebato de ésta. Como ella misma explicaba, es una situación general: la dependencia hace que se sobrepasen los límites o que éstos se conciban de manera mucho más amplia.
No hace mucho hablábamos sobre las señales que el gobierno ruso distribuyó tanto física como virtualmente advirtiendo los riesgos de la toma de selfies en sitios como torres de alta tensión o vías del tren, algunas de las cuales, por descabelladas que pareciesen, resultaban estar basadas en casos ya acontecidos.
Quizás este uso abusivo de los terminales hasta el punto de no ser civilizado no sea el más habitual pero sí el más ruidoso y a veces lamentable. Ante los usuarios que en vez de usar la tecnología son usados por ésta, ¿necesitaremos con el tiempo una regulación específica similar a la rusa para evitar estas situaciones? Puede que con los móviles ya estemos reurriendo a eso de “más vale prevenir que curar”.
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