Hemos de hacer un gran esfuerzo para recordar aquella época en la que eran sólo los lloros de los bebés los que interrumpían una ceremonia o representación. Ya cuesta de hecho situarse en el momento en que sólo los tonos de llamada de los teléfonos móviles causaban estas molestas interrupciones, porque desde hace tiempo lo habitual, y en casi todos los ámbitos, es oír los “ding”, silbidos o cualquier otro sonido correspondiente a una notificación.
Hablando de lo que es la distracción, quizás en un principio se discierna entre llamada y el resto, por el componente de “leer luego” que no tiene la llamada per se, pudiendo posponer de manera más fácil la atención en el segundo caso. Pero, según apunta un estudio de la Universidad de Florida, en la práctica quizás no sean distracciones tan distintas.
En concreto, lo que han querido demostrar estos tres investigadores ha sido que la distracción causada por una notificación push es equivalente a la de una llamada o la de un mensaje de texto, es decir, que la naturaleza de la notificación no causa un grado de distracción distinto en el individuo. Y para ello han recurrido a la participación de un total de 150 estudiantes.
La metodología del estudio consistió en someter a los estudiantes a un test en el cual se les mostraba una serie de dígitos en una pantalla (uno por segundo), de modo que tenían que pulsar sobre un teclado cada vez que el dígito cambiase excepto cuando éste fuese el “3”. Esto, como base, es una metodología habitual para poner a prueba la atención, aquí tenéis un ejemplo:
Los 150 participantes realizaron el test por duplicado, de modo que el estudio tuvo dos fases. En la primera, los estudiantes lo realizaron sin ser interrumpidos por ningún factor externo. En la segunda fase, el test se realizó mientras podían recibir llamadas y mensajes de texto en sus teléfonos móviles.
Lo que se vio es que cualquier distracción proveniente del teléfono implicaba un empeoramiento del resultado del test de atención independientemente de que fuese un tono de llamada (el típico “ring”) o el “ding” que tienen como tono por defecto las notificaciones de según qué mensajes. El hecho de recibirla y de ser consciente de tenerla es la base de la distracción, más que su origen.
Una invasión sin objeciones
Los investigadores sostienen que los smartphones se han integrado de tal manera en tantos ámbitos que cada vez es más difícil que un usuario lo deje al margen al emprender la tarea que sea (aunque se habla sólo de móviles, sería lo mismo en el caso de tablets u otros dispositivos que puedan recibir llamadas). Hablan también del hecho de que asumamos cierta multitarea y atendamos dichas notificaciones aunque sepamos que en realidad son distracciones.
Por ello, mientras haya notificación, ya sea sonora, por vibración o por encenderse la pantalla, el efecto en la práctica será el mismo: por mucho que creamos que no, en la mayoría de los casos esa notificación actuará de manera latente menguando la atención que dediquemos a la tarea en cuestión. Algo relativamente alarmante si hablamos del ámbito de trabajo o, como en el caso de los testers, de los estudios.
Pese a lo acotado del estudio en cuanto a la muestra, el resultado es suficiente para al menos plantearse la reflexión de hasta qué punto dejamos que las notificaciones predeterminen nuestro ritmo y agenda, siendo a veces incluso una excusa cuando éstos no se cumplen. Y, por otro lado, tener más en cuenta el activar o no las notificaciones cuando se nos pregunta al instalar cada app. La batería será en muchos casos lo que menos importa en cuanto a la configuración de notificaciones push se trata.
Vía | The Atlantic
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