Hace unos días os hablábamos de FoMO, un nuevo acrónimo que se usa para catalogar el síndrome de miedo exacerbado a estar un tiempo sin poder atender al teléfono móvil. Hoy el Wall Street Journal recoge un estudio que trata el fenómeno de cómo tener el smartphone con nosotros llega a ser un elemento importante para la seguridad de uno mismo a la hora de realizar una tarea.
El estudio se ha realizado en conjunto por investigadores de varias universidades. Russell Clayton (de la Universidad de Florida), Glenn Leshner (Universidad de Oklahoma) y Anthony Almond (Universidad de Indiana) seleccionaron a usuarios de iPhone de entre 18 y 24 años y los sometieron a varias pruebas cognitivas con la presencia de su terminal como variable.
Cuestión de habilidad y de frecuencia cardiaca
Las pruebas consistieron en que los usuarios deberían de realizar sopas de letras en un determinado periodo de tiempo, de modo de quien encontrase más palabras se llevaría una tarjeta regalo. Algo que podría resultar bastante habitual salvo por el detalle, en cuanto pasaba aproximadamente la mitad del tiempo estipulado, los sujetos debían de parar el test y colocar sus teléfonos en una esquina.
La conclusión del estudio viene tras apreciar las diferencias en la habilidad de los participantes entre la primera fase del test (con el móvil encima) y la segunda. Durante la primera mitad, la media de palabras encontradas era de nueve, tres más que al finalizar el test tras la haber continuado sin tener los teléfonos consigo. Los investigadores asocian ese ligero empeoramiento del resultado a la distracción ocasionada por la intranquilidad de no tener con ellos el terminal.
Pero no atendieron sólo al resultado del test de aptitud, también registraron algunas de sus constantes vitales. Así, en los participantes cuyo móvil sonó durante la segunda fase del test (y obviamente no pudieron atender la notificación) se vio un aumento de la tensión arterial. En el estudio se aclara que el test se realizó de manera individual, anulando la posibilidad de que hubiese un miedo a que el terminal fuese robado o temores similares.
Medidas necesarias pero no radicales
En el WSJ entrevistaron a uno de los autores del estudio, Russell Clayton, quien explicaba que aunque hemos llegado a un punto en que en algunos casos la distracción que supone el smartphone es grave y se ha de reducir, pero no de una manera tajante con consejos como “Déjate el móvil en casa”, sino aceptando que el teléfono nos ha de acompañar y haciendo un uso racional.
Es curioso también qué motivó la realización del estudio. Según explica Clayton, durante una cena con un amigo éste “tuvo que volver” a casa porque había olvidado su teléfono móvil. Dijo literalmente que necesitaba su teléfono, y el Dr. Clayton lo interpretó como un signo bastante determinante (y relativamente alarmante) de que el terminal no es sólo un dispositivo sino que es parte de nosotros.
Vía | Wall Street Journal
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