Sin apenas darnos cuenta, los móviles han ido evolucionando: más potencia, cámaras más versátiles y capaces, memorias ultrarrápidas, e incluso los sistemas operativos no son como los conocimos hace diez años. Pero hay un apartado que también ha mutado en forma: la pantalla.
Este elemento tan innegablemente importante ha variado en los últimos años, mayores resoluciones y altas tasas de refresco, pero también adaptando una forma, cada vez más alargada. Es precisamente lo que menos me gusta de los teléfonos actuales, y quizá no sea el único. Te cuento por qué la relación de aspecto más predominante no me termina de convencer, y qué hago para seguir consumiendo contenido multimedia.
Una historia de pantallas
Tradicionalmente, con el auge de los móviles inteligentes, las pantallas comenzaron a crecer en tamaño. Aún recuerdo cuando un smartphone alcanzaba las 5,5 pulgadas y se le catalogaba con el término 'phablet'. Un concepto que a día de hoy queda desfasado cuando rozamos las 7 pulgadas (el tamaño de lo que ya se consideraba tablet) casi en cualquier modelo.
De las cuatro pulgadas fuimos subiendo poco a poco con el paso de las generaciones. Cinco pulgadas, cinco y media... pero el único cambio era ese, el tamaño. Estaba claro que los móviles grandes eran el futuro, pues los usamos para un amplio abanico de tareas, entre otras, consumir contenido multimedia.
Sin embargo, había un denominador común que se mantenía en el pasar de los años: la relación aspecto. Tal y como sucedía con otros equipos como los ordenadores de escritorio, portátiles y con el televisor del salón, los móviles respetaban la medida 16:9, perfecta para jugar o ver vídeos en modo apaisado.
Recordemos móviles insignia como los Samsung Galaxy S2 (y siguientes), Nexus S, LG G2 o yendo hacia delante el mítico Pixel 1, Galaxy S6 o OnePlus 5. Algunos de estos pasaron por mis manos, y coincidió una época donde consumía mucho YouTube y la por aquel entonces joven Netflix. Por cuestiones de tiempo (cosas de la juventud), pasaba varias horas al día descubriendo series desde el sofá o la cama.
Pero en los últimos años, con la reducción de los biseles, se persiguió el concepto de "todo pantalla" (que ya suena también como algo del siglo pasado), y los paneles adoptaron otras formas. Al reducir los marcos, los fabricantes podían estirar las pantallas sin que el tamaño del terminal se resintiera. Del 16:9 pasamos al 18:9 en una generación, y quien no lo hizo adoptó el 18.5:9 como Samsung con el Galaxy S9.
Justamente Samsung, un año después hizo debutar a los Galaxy S10, que volvieron a cambiar esta relación de aspecto. Estos eran un poco más altos, llegando a los 19:9. Pero lejos de establecer un formato común, este aspecto seguía cambiando.
Más comodidad, sacrificando el formato de los contenidos audiovisuales
Afortunadamente, tanto los sistemas operativos como las aplicaciones se adaptaron rápidamente, algunas antes y otras después, pero lo hicieron. En ese sentido, se ha ganado en comodidad al usar el móvil con una mano. Así, podemos alcanzar las esquinas e interactuar con los botones de la interfaz de usuario plácidamente.
Lo cierto es que muchos fabricantes se han instalado en los 20:9, pero encontramos algunas excepciones de las últimas generaciones que aumentan esta cifra aún más, véase como ejemplo el OnePlus 11 con un formato de 20.1:9. Actualmente, cuento con un Pixel 6a que sigue dándome alegrías (a pesar de que el Pixel 7a me esté guiñando un ojo), pero jamás lo he utilizado para ver una serie y mucho menos un largometraje.
Hasta aquí de acuerdo, mi móvil es más manejable que el anterior, pero realmente me da lástima no disfrutar de contenidos multimedia de la misma manera. En ocasiones, consumo algún vídeo esporádico de YouTube, que se adapta permitiéndonos pellizcar la pantalla para ajustarla al formato. La solución de la plataforma de Google, utilizada también por otras, no me termina de conquistar.
Tampoco puedo negar que esta propuesta sea mala: nos permite ajustar el contenido del vídeo al recorte de la pantalla. ¿El problema? Perdemos una parte del vídeo original, o de lo contrario veremos las odiosas franjas oscuras. Parecerá una tontería pero la sensación de inmersión sería mayor si pudiéramos tener lo mejor de los dos mundos.
Confieso que soy seguidor de algunos de los streamers más conocidos, y es que precisamente cuando veo un directo, además de perder una parte de la pantalla de juego, también me pierdo las divertidas reacciones de ellos. Mi solución preferida, si es que la podemos catalogar como tal, es ver este tipo de contenidos a través del televisor.
Si quiero algo de portabilidad, pues me paso a la tablet. Así de sencillo, pero es cierto que por el camino he perdido la opción de llevar sólo un dispositivo en el bolsillo. Es el precio a pagar por los cambios que se han producido en las pantallas de nuestros móviles, y así tiene pinta que seguirá siendo.
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