La gama media, en tierra de nadie

Lo normal no vende. Es la condena de una gama media de dispositivos móviles que parece no tener demasiado sentido en un mercado cada vez más polarizado: el interés lo acaparan por un lado los smartphones de gama alta y por otro los de gama de entrada.

Eso deja las cosas muy difíciles a esa gama media, "normal", que trataba de contentar a los usuarios que no querían ni tanto ni tan poco. Los lanzamientos de muchos fabricantes precisamente parecen centrarse en una de esas dos partes de su catálogo, y tratando de aportar argumentos de venta llamativos que es difícil ofrecer en gamas media de producto.

¿Qué es un smartphone de gama media?

Aquí ya nos encontramos con el primer problema de este debate, porque no hay una definición aceptada de lo que podríamos considerar como un smartphone de gama media. Los dos criterios fundamentales son claros: o clasificamos móviles por especificaciones, o lo hacemos por precio.

Ninguno de los dos sistemas es perfecto, y de hecho lo más recomendable sería tratar de crear un índice que tomase en cuenta esos y otros valores: precio, especificaciones, rendimiento en pruebas sintéticas, autonomía de batería y, cómo no, valoración de la experiencia de uso.

Pero eso es irrealizable cuando se lanza un nuevo dispositivo del que solemos conocer tan solo especificaciones y (con suerte) precio, y que automáticamente englobamos en una u otro grupo atendiendo sobre todo y precisamente a esos dos parámetros. ¿Tiene un procesador octo-core a todo trapo y una cámara de (otro argumento difuso) al menos 13 Mpíxeles? Pues está claro que la cosa tira hacia la gama alta. ¿Cuesta más de 500 euros? Está claro: es un gama alta.

El problema, claro, es cuando los fabricantes imponen retos tanto a los usuarios como a nosotros, los medios que hablamos de esos dispositivos. Porque el Nexus 5 o el OnePlus One son de esos dispositivos que engañan: son gamas altas por especificaciones, pero gamas medias por precio. Y ahí está el dilema.

Es un tema delicado que suele dar mucho que hablar entre nuestra comunidad, y de hecho es uno de los problemas a los que nos solemos enfrentar al realizar una división para esos premios Xataka que se fallarán el próximo 27 de noviembre -no os perdáis esa cita- y en la que precisamente mencionábamos esa cuestión.

En esa parte de la votación Javier Penalva explicaba entonces cómo "la horquilla de precios de gama media se ha modificado a 'mayor de 200 y menor de 450 euros'", un cambio sugerido por la comunidad y que "cumple más con el espíritu de los premios: servir de guía de compras para el consumidor". Es probable que algunos estén en desacuerdo precisamente por casos como el de los Nexus 5 o los OnePlus One (entre otros), pero lo cierto es que como decimos definir de forma definitiva una gama media es casi imposible, y en Xataka nuestros compañeros lo han hecho lo mejor que han podido.

Esa disyuntiva también afecta a esta reflexión, que sobre todo se refiere a esa gama media que lo es en todos los sentidos. No entrarían pues dispositivos-chollo como los Nexus 5 o los OnePlus One, y yo me querría referir más a todos esos productos que se sitúan a caballo entre esas gamas bajas y gamas altas que suelen polarizar la atención. Productos normales, que cumplen con su cometido de ofrecer opciones tanto para los que buscan algo más que las gamas bajas pero menos que las gamas altas, y que lo hacen con precios coherentes con esa filosofía. Y en ese contexto, ¿tienen sentido?

La pasta está en la gama alta

Continuemos con una verdad como un puño. Si Apple no ha sacado jamás un smartphone de gama baja -y personalmente creo que ninguno de sus dispositivos móviles se puede considerar tampoco como gama media- lo ha hecho por una pura cuestión de maximización de beneficios: los márgenes son mucho mayores en dispositivos de gama alta.

Esa realidad se cumple en otros muchos sectores e industrias en los que la capacidad básica de los productos es la misma, pero en la que las gamas altas del producto aportan características diferenciales. Esas mejoras se aprecian en calidades o especificaciones, pero sobre todo está el otro aspecto clave, el de esa sensación de que creas que un producto te hace mejor persona. O, como he dicho alguna vez, que hace que moles.

Ocurre desde luego con los productos de Apple en el caso de la telefonía móvil, pero podríamos decir lo mismo de un Ferrari o un Porsche en el sector automovilístico o de los Rolex en el de la relojería (en el que, cuidado, pronto también estará una Apple que precisamente lucha por competir por esas sensaciones). El Ferrari y el Porsche te llevan de un sitio a otro igual que lo hace -sin ofender- un Ford Fiesta, y el Rolex va a darte la hora igual de bien que un Casio de toda la vida. Pero ni Ford ni Casio se están llevando el dineral que se llevan esas firmas por haber logrado vender esos conceptos diferenciales, sean justificables en la práctica o no tanto.

Precisamente esa filosofía es la que han tratado de aplicar todos los grandes fabricantes del mercado, que han acudido a las gamas altas tanto para satisfacer la demanda que existe al respecto como para lograr también sacar tajada de ese jugoso margen de beneficio. Los Samsung, LG, Sony, HTC o Motorola -por citar algunos ejemplos- se han volcado con una lucha en la que las especificaciones y el diseño tratan de ser argumentos cada vez más difusos sobre el valor real de estos dispositivos. Esos argumentos siguen convenciendo a muchos usuarios, pero el problema es que como veremos a continuación las gamas bajas ya no son lo que eran.

Redescubriendo la gama baja

En la otra esquina del ring, como suele decirse, estarían los smatphones de gama baja o gama de entrada, dispositivos que hace años eran los patitos feos de la industria. Las plataformas no estaban maduras, y si uno quería ahorrar costes en fabricación lo hacía a costa de perjudicar de forma notable la experiencia de usuario.

Pero claro, pasaron los años y cambió el cuento. El Nokia Lumia 520 fue probablemente el dispositivo que cambió la historia de forma definitiva, y Microsoft y Nokia demostraron que era posible contar con una experiencia de usuario fantástica a precios realmente competitivos. El éxito de aquel smartphone fue rotundo, y durante el tercer trimestre de 2013 fue el producto basado en Windows más vendido de todo ese periodo. No el mejor dispositivo móvil, no. El mejor producto basado en Windows en ventas.

De hecho, aquel pequeño y modesto terminal se convirtió en referente para el resto de una industria que había prestado muy poca atención al otro lado de la moneda. Uno en el que no importaba el margen, sino el volumen. Puede que no fuera fácil ganar dinero vendiendo unos pocos teléfonos de gama alta, pero la cosa cambiaba cuando el público potencial se contaba ahora por miles de millones.

Los mercados emergentes han demostrado ser el objetivo de casi todos los fabricantes de móviles hoy en día. A los terminales de esa gama de entrada con los que estaba triunfando Microsoft les ha salido un duro competidor: Android One.

Era demasiado extraño que en Google apenas le hubieran prestado atención a esa gama de dispositivos. Los fabricantes lo habían intentado con algunas propuestas mediocres, pero entonces llegaron el Moto G (el de 2013, que ya entonces se acercaba peligrosamente a esa definición de gama media de la que hablábamos) y sobre todo un Moto E que era el Lumia 520 del mercado Android. Y todos se dieron cuenta del tirón que podía tener un dispositivo de esas características.

Eso, por supuesto, le ha aguado la fiesta a algunos. Todas las alternativas que parecían dar respuesta a las necesidades de los mercados emergentes (sin olvidar mercados desarrollados) hace un año y medio quedaban ahora en entredicho. Tizen, Ubuntu, Sailfish OS y sobre todo Firefox OS se encontraron de repente con un enemigo que nadie querría. Uno que ya dispone de suficiente inercia como para aplastar a todo lo que se ponga por medio.

No todo está perdido, claro. Habrá que ver cómo evoluciona el mercado, pero la madurez de Android y la influencia de Google, que ya ha comenzado a trabajar con varios fabricantes y que ya tiene dispositivos disponibles en varios países asiáticos, es evidente.

Pero Android One es solo parte de la ecuación en gamas bajas. A buen seguro los fabricantes seguirán lanzando terminales de este tipo que compitan por entrar en un segmento muy llamativo por el citado volumen de dispositivos que se mueve. A eso se le suman lo que podríamos llamar como "la gama alta de la gama baja", una serie de productos que, como el Moto G, son "lo suficientemente buenos" para la mayoría de los escenarios.

Y es que como decíamos, la gama baja ya no es lo que era. El nuevo Moto G ha demostrado cumplir sobradamente con prácticamente todas las necesidades del usuario medio de telefonía móvil. Si no necesitáis una cámara especialmente solvente o una vuelta de tuerca en apartados como el rendimiento, este terminal podría convertirse en todo un paradigma de esa gama baja solvente.

Como ocurrió en el mundo del PC los costes del hardware se han ido reduciendo hasta hacer que hoy por hoy podamos encontrar una configuración hardware más que decente en terminales "de gama baja" por esos precios que bajan de los 200 euros (de nuevo, habría que debatir sobre qué consideramos la gama baja). Eso beneficia a los usuarios, para los que el móvil se convierte en una mera mercancía, una commodity, como la definen los países de habla inglesa.

¿Dónde queda la gama media?

Así que ahí tenemos dos gamas de producto diferenciales por dos temas completamente distintos. Por un lado una gama alta para los que quieren lo más de lo más, y por otra una gama baja en la que el ahorro de costes sin sacrificar demasiado (o al menos, no tanto como antes) las prestaciones es lo más importante.

Eso deja dudas sobre el sentido de una gama media que se queda en un escalón intermedio, y que ni soluciona el problema del coste -total, no consigo tampoco muchas más prestaciones- ni tampoco puede aspirar a satisfacer del todo al usuario más exigente. Salvo excepciones contadas como las ya mencionadas -Nexus 5, OnePlus One-, algunos ven (vemos) a los gama media como un eterno quiero y no puedo.

Un buen ejemplo lo tenemos en el Lumia 830 de Microsoft, que en Microsoft nos quisieron vender hace poco como "el gama alta asequible" ("the affordable flagship"), pero que a pesar de destacar en con sus funciones fotográficas era más bien corto en potencia, con un Snapdragon 400 que pese a sus buenas intenciones podía comprometer al resto de opciones. Y mucho nos tememos que esos 419 euros a los que salió a la venta en nuestro país no lo hacen especialmente asequible.

Es un buen ejemplo de cómo esos terminales no tienen demasiado atractivo para muchos usuarios, que harán probablemente mejor en optar por gamas bajas solventes o incluso por modelos de gama alta del año anterior, algo de lo que ya debatimos en Xataka hace unos días.

Eso es lo que podría condenar al ostracismo a una gama media que se encuentra atrapada entre la espada o la pared. Sin poder competir en prestaciones con los gama alta ni en precio con los gama alta, ¿veis sentido a este tipo de dispositivos en el futuro? ¿Creéis que algo que tan solo podamos calificar de "normalito" puede vender?

En Xataka | ¿Supone Android One el fin de las posibilidades de Firefox y Windows Phone en mercados emergentes?

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