Los sistemas de comunicaciones móviles están ampliamente extendidos entre nosotros. Los utilizamos a diario, en aspectos de nuestras vidas cotidianas que hace sólo unos años nos parecían imposibles, y de forma completamente natural.
¿El siguiente paso en su evolución? extenderse al resto de los entornos y seres vivos del Planeta, utilizándolos para controlar, vigilar y sobre todo cuantificar la naturaleza de formas que incluso hoy nos cuesta imaginar.
La zoología ha intentado desde siempre conocer la vida de los animales en estado de libertad. Averiguar cómo actúan, cómo se mueven, qué comen, dónde lo hacen, cómo se relacionan con su entorno, etc. Los primeros sistemas de radio-telemetría dejaron paso a los equipos de comunicación por satélite y ahora se están empezando a imponer las tecnologías móviles en formatos un tanto primitivos.
Gracias a pequeños receptores y transmisores conectados a las redes de las operadoras o a redes ad-hoc propias es posible tener controlados los movimientos de los sujetos de estudio y enviar los datos a centrales en las que analizar los diferentes comportamientos. Sin embargo, estamos lejos aún de lo que este tipo de tecnologías pueden dar de sí a la hora de estudiar la fauna y los entornos naturales.
La hipercuantificación de lo salvaje
La cuantificación personal se está imponiendo rápida y silenciosamente entre muchos usuarios de terminales móviles. Nos gusta almacenar nuestros hábitos y saber cómo varían nuestras constantes vitales, lo que hemos comido a lo largo de la semana, si hemos bebido suficientes líquidos o cuántos kilómetros hemos andado del sillón a la cocina.
Pero esto es sólo el principio. El siguiente paso llegará casi sin darnos cuenta y supondrá una auténtica revolución en nuestras vidas diarias. ¿Cuál será? El de la hipercuantificación del entorno, tanto del natural como del artificial, en este último caso de la mano de las llamadas ciudades inteligentes.
La proliferación de todo tipo de sensores y etiquetas inteligentes que incluso se instalarán en los cuerpos mismos de los animales hará que en unas décadas veamos completamente de forma diferente a la fauna salvaje (si es que sigue existiendo y siendo salvaje). La incorporación de cámaras inalámbricas y drones al arsenal de herramientas del zoólogo tradicional hará que observemos la naturaleza como nunca antes lo habíamos hecho.
Pero también el entorno animal entrará a formar parte de esta fiebre cuantificadora. Sensores de humedad, temperatura, detectores de presencia, de movimiento, de gases contaminantes, sustancias tóxicas, radiaciones solares, etc. se irán instalando poco a poco en nuestros bosques, selvas y en las regiones más remotas de la Tierra.
Se conectarán a través de un enlace móvil y estarán continuamente enviando datos sobre el número de animales que habita en una zona, sus actividades o preferencias alimenticias pero también sobre la calidad del hábitat, sobre posibles peligros potenciales causados o no por el ser humano, sobre el crecimiento y evolución de las diferentes especies vegetales, etc.
Será una nueva naturaleza 2.0, generando a diario enormes cantidades de contenidos a los que habrá que dar sentido y estructurar en formatos adecuados para poder sacar provecho y enseñanzas útiles que nos ayuden a mantener su buena salud.
Redes 5G, el soporte de esta cuantificación masiva
Como os podéis imaginar, las redes móviles actuales, por mucho que se nos trate de vender desde las empresas del sector, no son capaces de sostener ni remotamente este tremendo aluvión de datos que se avecina en los próximos años.
Necesitaremos tecnologías mucho más flexibles, potentes, adaptables, que puedan pasar desapercibidas en los entornos naturales, con más velocidad cuando sea necesario, con menos consumo y una mejor capacidad de concurrencia para afrontar miles, millones de peticiones simultáneas procedentes de múltiples sensores, etiquetas y dispositivos.
Es aquí donde las redes 5G pretenden mostrar su verdadero potencial, mucho más allá de limitarse a ofrecer simplemente conexiones gigabit (que también lo harán no tardando mucho). 5G está siendo pensado precisamente para esto que se denomina Internet de las cosas y que no son más que miles de millones de objetos conectados entre sí (se estima que para 2020 podrían ser más de 50.000 millones) enviando informaciones constantemente.
5G será la base de la Internet de los sensores. Será el soporte de los sistemas de hipercuantificación de la naturaleza, permitiendo que los valiosos datos sobre el entorno salvaje lleguen hasta nosotros de formas impensables hace sólo unos años. ¿Veremos en un futuro próximo a unos animales salvajes hipercuantificados? Probablemente sí. Quizá no de forma directa (con sensores en sus cuerpos midiendo todas sus actividades), pero sí de diversos modos indirectos que nos permitirán conocer los más mínimos detalles de sus vidas.
La clave vendrá de la mano de la reducción de los sensores a niveles microscópicos, cada vez más cerca del soñado "polvo inteligente" y que podrán obtener la energía del entorno por ellos mismos. Crearán redes autónomas capaces de recoger la información y enviarla a centros de datos donde se extraerá el conocimiento por medio de un espectro electromagnético usado cada vez de forma más eficiente (uno de los aspectos en los que se está prestando más atención a la hora de desarrollar la especificación 5G).
Un par de inquietantes reflexiones finales
Comenzábamos este peculiar artículo hablando de las tecnologías móviles aplicadas a la observación de la naturaleza y fauna salvaje y antes de terminar me gustaría hacer un par de pequeñas reflexiones: ¿No dejará de ser salvaje esta fauna hipercuantificada si la observamos con tanto detenimiento? Puede que en cierto sentido nos encontremos ante un efecto similar al Principio de indeterminación de Heisenberg pero aplicado al comportamiento animal.
Quizá técnicamente estemos capacitados para convertir en realidad esta observación natural extrema pero, ¿moralmente debemos hacerlo?, ¿podemos actuar como amos y señores de una naturaleza en la que no vivimos sino de prestado?
Pero, lo que es más inquietante (abstenerse de seguir leyendo los más conspiranoicos), ¿no seremos nosotros los humanos, animales sociales por naturaleza, con nuestras tendencias de uso de las tecnologías en todos los hábitos de nuestras vidas cotidianas, un objeto de estudio de una inteligencia superior que nos cuantifica y mide en cada paso de nuestras vidas? Y en caso afirmativo, ¿quién o qué es esta inteligencia?, ¿es de tipo natural, tecnológica, empresarial, económica, social...? ¿cuáles son sus objetivos?
Más información | The Guardian
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Foto | Florian Fuchs | MC10
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