Diversas obras de arte esconden escenas donde parece intuirse un smartphone, todo obra de la sugestión
Vemos figuras en las nubes, predicciones en los posos de té, las manchas de humedad parecen representar un retrato y hasta se han subastado tostadas con la cara de la virgen: que veamos figuras conocidas en los objetos se denomina como pareidolia, un estímulo vago que nuestro cerebro percibe erróneamente como algo reconocible. Es justo lo que ocurre en muchas obras de arte: aunque parezca un smartphone, no lo es. A no ser que el artista pudiera viajar en el tiempo.
Con el móvil tan omnipresente en nuestras vidas no me parece extraño que lo veamos en todas partes. Yo mismo, que trabajo con él, lo veo hasta en sueños. Y cuando voy a buscarlo desaparece por casa, casi da la impresión de que tenga vida propia y sea capaz de transmutarse a mundos y tiempos paralelos. Este argumento tan típico de una serie de ciencia ficción es la base para múltiples especulaciones sobre saltos temporales. Y tengo varios ejemplos.
¿Ilusión o viajeros del tiempo? Lo primero
Nuestro cerebro tiende a completar los retazos hasta construir elementos reconocibles de lo que no conoce. Y basta con avistar una escena donde podría situarse un smartphone para que asociemos que realmente es así. Y claro, esta concepción no casa con la época en la que se hizo la obra de arte; lo que provoca desde sorpresa a especulación.
Como es obvio, todos los objetos de las obras en cuestión no son un teléfono móvil, sí artículos de la época que se asemejaban a la forma que actualmente tiene cualquier smartphone: rectangular. Un simple espejo de mano, un libro, una cartilla... Es casi como jugar a «¿Dónde está Wally?»: ¿sabrías encontrar el smartphone en esta obra de 1937?
La escena fue pintada en la oficina principal de correos de Springfield, en Estados Unidos. Representa la llegada de los colonos al territorio en 1620. Y no, el nativo no lleva un smartphone aunque lo parezca: lo más seguro es que sea un espejo intercambiado por los conquistadores.
Saltamos a una obra dibujada entre 1850 y 1860 por Ferdinand Georg Waldmüller. En el cuadro se aprecia a una mujer en el fondo llegando por un camino. ¿Y qué es lo que lleva entre las dos manos?
La obra es «Die Erwartete» o «La esperada», una obra de óleo sobre madera blanda. Según los expertos en arte, la mujer iba leyendo un libro de rezos.
Saltamos a 1670 con nuestro DeLorean hasta la obra del holandés Pieter de Hooch. Especializado en escenas domésticas y familiares, el pintor retrató a un hombre entregándole algo a una mujer. ¿Un smartphone?
Está claro que no, aunque nuestro cerebro se empeñe en hacernos ver que es un móvil. El objeto es una carta. Y en papel, nada de un email de Gmail.
Imagen de portada | Midjourney
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