Un estudio realizado en la Universidad de Missouri ha llegado a la polémica conclusión que refleja el titular de este artículo. ¿De verdad es cierto? Bueno, primero debemos conocer en qué ha consistido el estudio y cómo se ha realizado. La idea era sencilla. Evaluar las sensaciones de usuarios intensivos de un mismo modelo de smartphone (en este caso parece que el elegido fue un iPhone) midiendo su presión y ritmo sanguíneo al tiempo que realizaban una serie de tests que requerían cierta pericia mental.
Durante la primera parte de la prueba se permitía que los sujetos tuviesen el móvil con ellos. Posteriormente se les decía que el Bluetooth del terminal interfería con los instrumentos médicos que estaban recogiendo sus datos, que tenían que alejarlo y no lo podrían usar durante el resto del estudio. A partir de ahí, comenzaban a llamar al móvil de tal forma que los conejillos de indias pudieran escuchar los sonidos de aviso pero por supuesto sin poder contestar. ¿El resultado?
Pues que la mayoría de ellos comenzaba a sufrir un incremento en el ritmo cardíaco y en la presión arterial al tiempo que describían cierta sensación de nerviosismo, angustia y estrés. Pero, y esto es lo más importante, todos estos síntomas se plasmaron además en los resultados de los tests psicológicos que estaban realizando.
El miedo a perdernos algo
Cuando no podían acceder al móvil para consultar o responder inmediatamente, perdían una parte de la concentración pensando en qué estaban dejando atrás: ¿Habré recibido una llamada importante?, ¿me estaré perdiendo algo trascendental? Seguro que he recibido un correo urgente y no lo he leído, etc. ¿La consecuencia? Su cociente intelectual sufría reduciéndose considerablemente.
¿Exagerado? Bueno, no sé, supongo que dependerá del nivel de dependencia que este grupo de sujetos concreto tuviera con su móvil. No es la primera vez que un estudio en esta línea nos muestra los posibles efectos adversos que los móviles, o mejor dicho la falta de ellos, tienen en nuestras capacidades mentales. No obstante, no hay que tomarse los resultados al pie de la letra. No es que alejarnos del teléfono nos vuelva más tontos, sólo que nos distraemos y perdemos capacidad de concentración.
Y sobre todo debemos ser conscientes de lo que supone realmente para nosotros estar alejados del terminal inteligente. ¿Que nos distraen las llamadas y mensajes perdidos mientras hacemos alguna otra actividad? Pues apaguemos un rato el móvil o pongámoslo en modo silencio. Además, siempre hemos de tener en cuenta que las probabilidades de que el mundo a nuestro alrededor se desmorone mientras tenemos el móvil apagado son muy escasas (siempre que nuestro mundo vaya más allá del teléfono, claro), ¿no os parece?
Más información | Estudio Universidad de Missouri
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