El Walkman cumple hoy 45 años. Y su espíritu no ha muerto: aún vive en tu móvil

Menudo hito se cumple hoy, uno de los dispositivos que más ha influido en tecnología celebra sus 45 años. ¿Tuviste algún Walkman? ¿También te llevaste tus casetes a todas partes gracias a ese reproductor portátil que funcionaba a pilas? Es el antepasado del smartphone actual, no hay duda que le debemos mucho a Sony. Desde luego yo sí.

Creo que tuve mi primer Walkman con 14 años, aunque no era uno de Sony: juraría que ese primer modelo fue un Aiwa. Reversible, con los clásicos auriculares de almohadilla, funcionaba con dos pilas AA y siempre cargaba con él a todas partes; además de con una pequeña colección de cintas, claro. 

Con aquel reproductor de casetes llené mi tiempo libre de Metallica, Aerosmith, Bon Jovi y muchos otros grupos, ahora clásicos. De hecho, tengo una playlist en Spotify que incluye aquellas canciones: abrir la lista es un viaje en el tiempo a mi adolescencia. Igual que acariciar un Walkman.

De las enormes minicadenas a un dispositivo «de bolsillo»

No es que el Walkman fuera pequeño, ni el original de Sony ni todos los modelos que vinieron después: las cintas de casete tenían un tamaño considerable, casi como un smartphone de hoy en día. Pese a ello, sacar la música a pasear desde las enormes minicadenas que tenían nuestros padres en el salón supuso todo un hito: que te regalaran un reproductor portátil de casete era una auténtica suerte.

Con mi Walkman aprendí a apreciar la música, me dejé acompañar por ella hasta los lugares más recónditos, descubrí nuevos artistas y quemé sus casetes hasta que más de uno terminó maltrecho. Cuántas veces habré desenredado la cinta magnética tratando de que se estropease lo menos posible. Por no hablar del siempre bienvenido celo, que lo mismo servía para empalmar de nuevo la cinta como para grabar nueva música en los casetes que no eran vírgenes. Todos éramos unos hackers.

Sony democratizó la reproducción musical, la hizo portátil y sentó las bases de todos los reproductores que vinieron después. Tras las cintas magnéticas llegó el Discman, también algún que otro formato experimental, como el Mini-Disc (aún conservo el mío). El MP3 terminó jubilando a todos los dispositivos con soporte físico, el iPod de Apple tuvo una gran parte de culpa. Sobre todos ellos ha terminado erigiéndose el smartphone.

Tiene todo el sentido: de llevar encima varios aparatos, cada uno para una función concreta, a cargar sólo con el móvil y que sea éste el que aúne a los demás. Es una televisión, una videoncosola, un teléfono, un pendrive, puede convertirse en una batería para cargar otros aparatos, es una alarma despertador... Y también es un completo y versátil Walkman.

Walkman no ha muerto, incluso sobrevive en los Sony Xperia

Pese a que el Walkman original de casetes haya dejado de tener sentido, al menos para quienes no sean coleccionistas, la marca como tal sigue en plena forma: Sony dispone de varios dispositivos de audio con la marca Walkman. Incluso con Android: resulta posible escuchar música con la máxima calidad y en cualquier parte con un aparato bastante similar a un smartphone.

Aprovechando su experiencia musical, Sony también incluye un reproductor de música en los móviles Sony Xperia. No lleva la marca Walkman, aunque hereda todo el bagaje de la familia, incluida la reproducción de música en alta calidad. Es compatible con Spotify, reproduce las canciones del teléfono y también puede acceder online a Google Drive para reproducir la música que esté allí almacenada. Lo que habría dado por algo así cuando utilizaba mi primer Walkman, que ya me parecía un hito tecnológico.

Los dispositivos han evolucionado, los soportes físicos hicieron lo mismo, gran parte de lo que utilizábamos hace 45 años pasó a mejor vida. Pero no la manera de escuchar música: ponernos los auriculares, darle al play en el reproductor y subir el volumen es una acción que seguimos realizando como antaño. Yo no hecho de menos aquel Walkman, creo que el smartphone es uno de los mejores inventos de la historia. Pese a sus graves inconvenientes.

Imagen de portada | Iván Linares

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