En tecnología móvil las modas pueden llegar a ser efímeras, bien sea por una web, un hashtag o una app. Hace unos meses el revuelo venía de la mano de Secret, una app que cogió el testigo de Whisper y que supuso una breve revolución por la naturaleza de algunas de las confesiones, a veces con intenciones claramente destructivas.
Hace algo más de un mes, esta red social a pequeña escala finalizaba su periplo por la red y sus apps desaparecían de las tiendas por no alcanzar el objetivo esperado, incluso con el empuje de una generosa financiación. No fue, de hecho, la única app de este tipo que recibió una millonaria ayuda, sin ir más lejos Whisper, su principal rival (que tuvo más suerte), también recibió grandes sumas.
No en vano, lejos de que el cierre de Secret y otras del estilo fuese un preludio para esta gama de productos entre apps y red social, siguen apareciendo propuestas de micro-confesiones anónimas, aunque no todas logran el boom que sí obtuvo de manera puntual la extinta app y algunas no pasan incluso de determinadas fronteras. ¿Qué futuro espera a estas apps?
Los caídos
El morbo es un amigo facilón pero breve si no se sabe cómo jugar con él. Secret supo sacarle jugo proporcionando a los usuarios una vía de escape anónima, fácil y maquiavélica en según qué manos. La principal diferencia con Whisper es que el anonimato era relativo: los secretos que hubiese en tu timeline eran de tus amigos o de amigos de tus amigos. Y la cosa cambiaba, y mucho.
Este pretexto, la cercanía, añadía el plus de curiosidad que supuso el auge puntual de la red. El hecho de que de alguna manera pudiésemos jugar a adivinar el emisor (o el afectado) hizo que las confesiones fuesen cogiendo tintes peliagudos, sobre todo cuando eran en tercera persona e iban más allá de la insinuación y dejaban poco a la imaginación en cuanto al protagonista o al emisor. La polémica estaba servida, y sin fronteras.
La app viró a arma arrojadiza y fue letal para sí misma. A finales de abril de este año su fundador David Byttow argumentaba que Secret había dejado de representar lo que se había pretendido desde un principio, y que tras sopesarlo mucho lo mejor tanto a nivel personal como para el resto de equipo (e inversionistas) era cerrar el proyecto.
Una existencia breve, pero notoria, cosa que no ha ocurrido con Rumr. Esta app de chat anónimo con cierto componente de gamificación destilaba ambición de la mano de sus desarrolladores y, tras un periodo de prueba dentro de los Estados Unidos, sus creadores decidieron lanzarla al mercado internacional, aspirando a conseguir (y más rápido) un éxito similar al que logró puntualmente Secret.
No fue, no obstante, suficiente el ruido que esta app provocó, en parte posiblemente por no añadir ningún aliciente que pudiese suponer un buen gancho y tratarse de poco más que una manera de conversar manteniendo el anonimato e incluso sin éste, desvirtuándose un poco el propio principio de la app. Actualmente no hay un comunicado oficial de su cierre y la web sigue activa, pero sus apps han sido retiradas de ambas tiendas. El rumor, en este caso, no pasó de murmullo.
La fuerza de los susurros
Los amantes de los cotilleos y las confesiones anónimas hacen caso del refranero y no abandonan lo viejo conocido. Whisper ha visto la caída de parte de sus rivales desde la barrera y se mantiene como app de cabecera para estas confesiones rápidas. Al mismo tiempo que Secret anunciaba su cierre, desde Whisper afirmaban que su app rondaba los 10 millones de usuarios mensuales.
La supervivencia de esta app con respecto al resto probablemente tenga relación con el público diana; Secret apostó por un perfil de usuario relacionado con la tecnología (techies), mientras Whisper se decantó por el colectivo adolescente, los cuales están más predispuestos a dedicar tiempo e interés a este tipo de entretenimiento.
Puede que, además, el hecho de que Secret implicase una mínima relación real (al menos a nivel de agenda) entre emisor y lectores fuese al mismo tiempo anzuelo y repelente. Si bien el morbo movió a muchos usuarios a al menos probar esta app, la posibilidad (más o menos remota) de adivinar los participantes de un secreto alejaba el propósito inicial del anonimato y acabar por incomodar a los usuarios que sólo buscaban un desahogo y una risa fácil.
La delgada línea del ciberacoso
Con un éxito relativo (por el componente geográfico), Yik Yak sobrevive con su propuesta de recepción y emisión de mensajes anónimos basados en la geolocalización y con el aditivo de poder votarlos para que sean más o menos populares en la propia red mediante los likes y dislikes.
Es también otra afortunada dentro del grupo de las beneficiarias de generosas sumas por parte de sus inversores y, pese a las polémicas y las restricciones que tuvieron que aplicar por éstas, la app sigue funcionando en la actualidad y parece mantener su número de descargas tras superar una bajada hace aproximadamente un año.
Como remedio alternativo a Yik Yak surgió AfterSchool, que busca ser un lugar de descanso de las clases dejando clara desde un principio su tolerancia cero al ciberacoso (cyber-bullying) y los posts son revisados en este sentido por el personal del servicio. Para asegurar que el usuario es un estudiante, la app utiliza tanto la geolocalización como el perfil de Facebook, eso sí, manteniendo el anonimato a la hora de publicar con el fin de que los estudiantes puedan desahogarse de manera civilizada sin temer represalias de padres o profesores.
¿Caducan los cuchicheos?
La selección virtual ha actuado rápida en esta familia de redes sociales de ámbito reducido eliminando a las menos aptas y potenciando las que actualmente permanecen. Además del auge o el éxito que tienen en sus usuarios y cómo éste se mantenga, está la ayuda económica que puntualmente algunas de estas apps (las que mejores amigos tienen) reciben, que lejos de ser modesta ha resultado ser millonaria en todos los casos.
Quizás, mientras el desahogo sea una necesidad y la cobardía sea algo intrínseco a la condición humana, esta oportunidad gratuita y virtual de satisfacer ambos aspectos mantenga la existencia de los servicios cuya ambición no ha sido más que ésa, sin otro objetivo que ser un entretenimiento y un juego, lejos de riesgos, morbos excesivos y el jugueteo con la frontera entre lo virtual y lo “real”.
Gráfico | GigaOM
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