El Samsung Galaxy Beam es un buen ejemplo de cómo los fabricantes de móviles ya no arriesgan tanto con sus innovaciones
El año 2012 no sólo no supuso el fin del mundo como pronosticaban los mayas, sino que además nos dejó muy buenos momentos. A nivel tecnológico en general y del smartphone en particular, hubo varios móviles que marcaron el año. Del ya mítico iPhone 5 al Samsung Galaxy SIII. Precisamente de parte de los coreanos nació uno de los teléfonos más raros que recordamos como es el Galaxy Beam.
De aquellas, se convirtió en una fuerte apuesta al ser uno de los primeros smartphones con un proyector integrado, aunque no fue el primero y de hecho la propia Samsung ya presentó uno en 2010, aunque no llegó a salir al mercado. El Galaxy Beam lo recordamos hoy con cierta nostalgia, aunque también con plenas garantías de que fue una gran idea con mala ejecución.
Hasta 50 pulgadas de proyección con un teléfono de apenas 12 centímetros de alto
Existen muchos tipos de proyectores y la miniaturización de los componentes permite que no tengamos que llevar mamotretos encima para tener un buen dispositivo. También en 2012. Sin embargo, no por ello dejaba de ser sorprendente y poco habitual encontrarse un proyector no sólo instalado en un cuerpo tan pequeño como el del Samsung Galaxy Beam, sino que además tenía todas las funciones de un smartphone.
El Galaxy Beam fue anunciado en febrero de 2012, haciendo su puesta de largo en el Mobile World Congress de aquel año, que ya por entonces se celebraba en Barcelona. Allí descubrimos un teléfono aparentemente corriente para lo que se destilaba en la época.
Si bien no era el hardware más puntero, ni lo es ahora en pleno 2023, no era un mal terminal. Pantalla LCD de 4 pulgadas con resolución de 480p, microprocesador de doble núcleo a 1 GHz, batería de 2.000 mAh y Android 2.3.7 en su interior. Cámara frontal de 1,3 megapíxeles y trasera de 5 megapíxeles. Un gama media de la época.
Sin embargo, su particularidad y gran baza diferencial respecto al resto fue incorporar un microproyector capaz de proyectar hasta 50 pulgadas. No trascendió mucha información sobre sus detalles técnicos, pero sí que contaba con 15 lumens.
¿Idea genial o puro marketing?
Han pasado 11 años desde que se anunciase el Samsung Galaxy Beam y si ahora se anunciase un móvil que incluyese un proyector en su parte superior, como era el caso, alucinaríamos. Para bien, en principio. En 2012 y con los smartphone aún con mucho margen de crecimiento, también sucedió.
Sin embargo, a la hora de la verdad el proyector iba bastante justo en calidad. En aquellos años no nos pirraba el 4K porque no sería hasta 2014 cuando empezaría a estandarizarse. Sin embargo, la resolución 360p que ofrecía el Galaxy Beam se antojaba escasa.
Personalmente nunca tuve el placer de poder experimentar en primera persona con este dispositivo, aunque sí recuerdo ser espectador de numerosos artículos y vídeos sobre él. Compañeros de profesión me cuentan años después que sorprendía de primeras, pero enseguida se le veían los puntos débiles.
Porque sí, llama la atención de primeras y pocos dudan de que incluso con una calidad inferior a la de un proyector estándar, poder llevar uno encima siempre es cuando menos interesante. Y aunque se orientaba sobre todo a personas de negocios, tiene más recorrido. Se nos ocurre por ejemplo un perfil que viaje mucho y no quiera llevar encima una tablet u ordenador en el que consumir contenido.
Sin embargo, el principal uso del dispositivo era como smartphone y ahí no destacaba tanto. Insisto en que su hardware, pese a ser de gama media, no estaba mal. No obstante, su precio rondaba los 500 euros, bastante elevado ya para la época y que lo haría prohibitivo para muchos.
También se agrandaba lo que hoy día sigue siendo el talón de Aquiles de muchos smartphones: tenía muy poca autonomía si se usaba el proyector. Vale que, como decíamos, no fuese a ser el uso principal del dispositivo, pero sus escasos 2.000 mAh se consumían enseguida con las proyecciones. Y aunque se entiende que su uso es principalmente en interiores donde habrá enchufes cerca, quizás la ubicación de estos no coincida siempre con la posición ideal para proyectar contenido.
Sonó el Galaxy Beam II, pero jamás llegó a ver la luz
El primer y a la poste único Galaxy Beam se llegó a comercializar en contados mercados y sin pena ni gloria. De hecho, ni siquiera alcanzaron una cuota de venta reseñable y no se encuentran disponibles datos acerca de las unidades que se vendieron o, al menos, se fabricaron.
En cualquier caso, por las mentes pensantes de Samsung llegó a pasar la idea de hacer una segunda generación. Fue en el año 2014 y no sólo fueron rumores, sino que la propia Samsung lo anunció a través de su página web china.
Se podían apreciar claras mejoras respecto al modelo anterior, elevando la pantalla a las 4,66 pulgadas, sumando un SoC de cuatro núcleos a 1,2 GHz o elevando la versión de Android a la 4.4.2 (KitKat). Al final, acabó como agua de borrajas.
El Samsung Galaxy Beam II murió antes de nacer, ya que no llegó a salir al mercado. Se desconoce si llegó a circular alguna unidad ya fabricada, pero el consumidor jamás pudo catarlo. Quizás el poco éxito de la unidad anterior hizo repensarse el lanzamiento antes de lanzarlo.
Se echan de menos ideas alocadas
Pese a aquel tinte de curioso mezclado con fracaso, lo cierto es que teléfonos como el Samsung Galaxy Beam nos dejan un sabor más amargado que dulce y no por lo que significó en sí mismo, sino por el contexto. “Ya no se innova” es una expresión que escucho bastante a menudo en relación a la telefonía móvil y, mal que me pese, estoy de acuerdo en parte.
No seré tan necio de negar el buen desarrollo a nivel de software que nos encontramos en los últimos tiempos, con elementos que empiezan a dar muestras de revolución como la IA generativa. Tampoco a nivel de potencia en los microprocesadores o de mejoras en pantallas e incluso la evolución de los plegables. Sin embargo, cuesta que nos quedemos con la boca abierta.
Independientemente de su éxito posterior, el Galaxy Beam fue una buena idea. O, al menos, una idea diferencial. Encontrarse smartphones con elementos diferentes es prácticamente misión imposible más allá de algún elemento estético particular o una capa de software con añadidos propios.
No digo que no sea algo normal e incluso previsible. Sin embargo, la sensación de que nadie arriesga está patente. Precisamente las convenciones como el MWC son prueba de ello. ¿Vemos cosas nuevas? Sí, pero a medias. Ninguno se atreve a salirse del tiesto por si se le dejan de crecer las raíces. Y francamente, como amante de la tecnología, es algo que me duele.
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