Face ID, un nuevo paso hacia el futuro de la identificación biométrica en móviles

"Soy Werner Brandes, mi voz es mi pasaporte, verifícame". Estas palabras son parte fundamental del argumento de Sneakers, convertida en España a "Los fisgones", una película bastante entretenida sobre hackers y espías que incluye un sistema de seguridad basado en la biometría. Efectivamente, se trata de identificación en base a la voz.

Como éste, en el cine hay cientos de ejemplos, tal vez miles, de títulos que han usado diferentes métodos de identificación para acceder a zonas seguras. Identificación por huella dactilar, escáneres retinales e incluso pruebas de verificación de ADN. La que ahora se pone de moda en los móviles es la identificación facial. Tu rostro es tu nuevo pasaporte, la llave para ir más allá.

Smartphones biométricos

La seguridad está presente en los sistemas electrónicos casi desde sus orígenes y, cómo no, dio el salto a los teléfonos móviles y posteriormente a los smartphones. Códigos PIN, patrones de desbloqueo, lectura de huellas, escáneres de iris y, recientemente, un sistema más avanzado de reconocimiento facial, dejando obsoletos a los antiguos, de la mano de Apple. Aunque Qualcomm ya se prepara para extenderlo al resto del mercado.

La seguridad biométrica no sólo protege nuestro teléfono de accesos indeseados. También blinda pagos móviles y otras operaciones "seguras".

La biometría inunda los teléfonos móviles desde hace ya varios años. Aunque aún hay terminales que no lo implementan, es difícil entender un teléfono de gama media/alta hoy en día sin lector de huellas. Un salvoconducto de alta seguridad que, sin embargo, ha demostrado que tenía sus lagunas y que ya tiene una transición en marcha. Esconderse detrás de la pantalla. El diseño obliga y las pantallas infinitas no dejan lugar a competencia en los frontales.

Por el camino hubo una propuesta interesante, la de los lectores ultrasónicos. Los probó Qualcomm y tal vez sean la base de los lectores ocultos que están por venir. Lectores que formaban una imagen tridimensional de nuestra huella para así tapar los agujeros de seguridad de las propuestas anteriores, las fotográficas. Exactamente lo que Apple ha hecho ahora con Face ID. Reemplazar lo plano por lo volumétrico, medir la profundidad.

Un sistema con una cámara corriente y otra infrarroja para ser capaz de distinguirnos de una fotografía, para reconocernos incluso de noche. Incluso con gafas, o con bufanda. Todo ello "gracias" a la lectura de 30.000 puntos de nuestro rostro para construir un modelo matemático de nuestra cara que debe excluir aquello que es cambiante y que, cuando cambie, sólo servirá para que el sistema se enriquezca, para que aprenda más sobre nosotros. El aprendizaje máquina, mal entendido como inteligencia artificial, dedicado a decirnos que nosotros somos nosotros y no otros.

Pero este Face ID, que existía de una forma primitiva y no demasiado eficiente y que ahora ha evolucionado de manos de Apple no es sino un paso más hacia adelante. Un paso más para hacer que nuestro teléfono móvil y todo lo que se asocie a él, que ya es casi toda nuestra vida, esté seguro tras una identificación personal e intransferible. Ya no hablamos de una contraseña que podamos dejar olvidada u otros puedan conocer. Hablamos de nuestra propia esencia, como ocurría también con las huellas dactilares.

Si no hay dos personas iguales, nosotros somos la mejor clave para atravesar un muro de seguridad

Hacia el futuro de la seguridad

Y esto está llamado a convivir en armonía, o así debería ser. Con los futuros detectores de huellas tras la pantalla, y el reconocimiento facial avanzado que pronto estará al servicio de todos, podremos tener smartphones más seguros. Nuestro rostro, nuestras huellas, un código de memoria por si todo falla o unos trazos sobre el cristal. Lo que sea para sentirnos más seguros y conceptos que evolucionarán y se dejarán atrás unos a otros.

Touch ID llegó en 2013 y consiguió lo que otros no habían logrado, poner de moda los lectores de huellas que ya existían, e incluso empujó a la competencia a ser mejor que la propia Apple. En el mercado hay ejemplos de sistemas que funcionan de forma más eficiente, no hace falta citarlos. Ahora, sólo cuatro años más tarde, toca considerar que los lectores son obsoletos. Con su nueva pantalla inacabable y cejuda, Apple dice que los lectores de huellas ya no tienen sentido. Veremos si tiene razón o no.

Que los lectores de huellas, como antes comentábamos, fallaban poco pero eran violables. Con una fotografía de nuestro dedo algunos, con un molde hecho con plastilina otros, y con problemas como qué hacer con los dedos húmedos. Ahora a Face ID se le encuentran otros posibles fallos que habrá que probar: qué ocurrirá si somos gemelos, qué ocurrirá si hacen un busto en 3D de nuestra cara con los ojos abiertos, qué ocurrirá si...

Técnicas complejas para el usuario de a pie pero factibles para los ladrones de guante blanco, los interesados no en robar tu móvil sino el del director de tu banco. Técnicas que pondrán a prueba una vez más la seguridad biométrica de nuestros teléfonos móviles y demostrarán si el reconocimiento facial con lectura de profundidad se quedará mucho tiempo o si será una función pasajera.

Ningún sistema es inviolable, sobre todo si merece la pena hacerlo. La clave es ponerlo tan difícil como sea posible.

Pero tal y como decíamos, son sólo cambios en un mercado que no deja de evolucionar en materia de seguridad. Sistemas cifrados, softwares de protección y componentes para evitar lo único fundamental: que violen nuestro espacio privado, el interior de nuestro teléfono móvil. Veremos qué nos encontramos en el futuro pero si ayer era nuestra huella, o nuestro iris, hoy nuestro rostro es nuestro pasaporte. Porque así son las modas, contagiosas. Aunque algunas modas aportan más que otras, algunas hacen que todos avancemos. Y cualquier avance es bienvenido.

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