Apple y Google son dos compañías muy diferentes. Todos los que seguimos su trayectoria y utilizamos sus productos lo sabemos. Pero, a pesar de dirigir sus pasos a través de caminos distintos, no debemos olvidar que estas dos empresas tienen el mismo objetivo: que sus propuestas tengan éxito y garanticen la rentabilidad que cualquier organización con ánimo de lucro persigue. Y es evidente que ambas estrategias funcionan. De lo contrario, a estas dos firmas no les iría tan bien como les va. A pesar de sus diferencias.
Antes de seguir adelante tengo que reconocer que los productos y los servicios de estas dos empresas forman parte de mi día a día desde hace años. Los utilizo constantemente y todos ellos me ofrecen una experiencia satisfactoria (aunque con algunas carencias), pero es indudable que hay diferencias importantes que cualquier usuario que “juguetee” el tiempo suficiente con ambas plataformas descubrirá, y que he intentado resumir en el título de este post.
En mi modesta opinión, iOS es un estupendo ejemplo de una plataforma que hace valer una simplicidad bien ejecutada, mientras que Android ofrece a usuarios, desarrolladores e integradores una enorme flexibilidad que ha sido clave en el éxito del sistema operativo.
Dos estrategias bien diferenciadas
La historia de estas dos compañías está repleta de éxitos importantes, pero también refleja algunos borrones que demuestran que no transforman en oro todo lo que tocan. Eso sí, su planteamiento es honesto. Ninguna de ellas oculta su filosofía y el tipo de relación que pretende establecer con los usuarios a través de sus productos y servicios. Apple plantea un ecosistema cerrado en el que los de Cupertino ejercen un control férreo sobre el hardware, el software y todos los servicios que proponen a los usuarios. Google, sin embargo, ha establecido una relación más abierta en la que los fabricantes de dispositivos tienen un margen de maniobra importante a la hora de decidir qué experiencia quieren ofrecer a sus usuarios.
Desde el punto de vista de su posicionamiento en el mercado, es evidente que Apple se ha esforzado desde el principio por establecerse como una marca premium, con los valores asociados tradicionalmente a este tipo de firmas. Pero no debemos olvidar que no ha sido la primera ni será la última empresa que defiende esta estrategia. Todos conocemos marcas de coches, televisores y relojes, por ejemplo, que tienen una filosofía muy similar.
Casi todas las propuestas de Cupertino tienen un precio elevado, el que cabe esperar de los productos de alta gama, y, a cambio, suelen ofrecernos una construcción extraordinaria, un diseño muy cuidado y un rendimiento casi siempre convincente. Pero su apuesta por este posicionamiento premium es tal que en su catálogo resulta imposible encontrar productos que se salgan de este marco, a pesar de que, sobre el papel, soluciones como el iPhone 5c pretendan llegar a un abanico de usuarios más amplio.
La estrategia de Google, en cambio, es muy diferente de la planteada por Apple. Ofrece su software a los integradores en unas condiciones muy ventajosas y una enorme flexibilidad, permitiéndoles, si lo desean, colocar por encima de Android una capa de personalización que les ayude a diferenciar sus productos. Es la antítesis del control férreo de Apple. Y, por otra parte, los usuarios podemos utilizar la mayor parte de sus servicios (muchos de los cuales funcionan realmente bien) gratis.
Obviamente, esta filosofía tiene truco. Una empresa con semejante “bondad”, que regala sus servicios, difícilmente sería rentable. Todos sabemos que Google expone gratis sus productos ante nosotros (al menos la modalidad de uso básica), pero lo hace de manera que les permitan encauzar unas fuentes de ingresos muy notables, principalmente publicitarios.
Pros y contras
Desde el punto de vista de los usuarios, ambas estrategias plantean ventajas e inconvenientes. El estricto control que ejerce Apple no solo sobre su hardware, su software y sus servicios, sino también sobre las aplicaciones que desarrollan terceros para su plataforma, garantiza una experiencia “empaquetada” en la que todo está donde debe estar. Todos sus productos tienen un “carácter” muy similar, sino idéntico, que nos permite pasar de unos a otros sin dificultad, una característica muy apreciada por los usuarios que, ante todo, buscan una simplicidad bien entendida.
La consecuencia menos atrayente de esta filosofía es que los usuarios tenemos menos flexibilidad en la medida en que todo está supervisado y controlado por los de Cupertino, lo que en ocasiones les lleva a introducir en sus productos características que ya estaban presentes en las soluciones de la competencia desde hace mucho. Con cierta frecuencia, Apple parece mostrarse reticente a aceptar lo que hacen bien los demás hasta que los usuarios damos nuestro apoyo a estos últimos de una forma muy clara, lo que, obviamente, no es bueno.
Google, por su parte, ha hecho de la flexibilidad su estandarte. Los usuarios podemos elegir el dispositivo móvil que queramos a partir de un abanico descomunal en el que podemos encontrar smartphones de todo tipo y precio. Además, podemos utilizar sus servicios sin que, en principio, nos veamos obligados a soltar un solo euro (al menos de forma directa). Pero tanta amplitud de miras tiene unas consecuencias que para algunos usuarios pueden representar un problema.
Por una parte, la perfecta compenetración que existe entre el hardware y el software en los dispositivos de Apple no suele darse en todos los que utilizan Android, lo que puede condicionar la experiencia de uso. No cabe duda de que un móvil premium con Android puede ofrecer, y, en mi opinión, muchos lo hacen, una experiencia tan satisfactoria como la de un iPhone 5s, pero es innegable que han llegado al mercado móviles Android muy mejorables que pueden lastrar la experiencia de usuario drásticamente.
Otro punto importante que debemos tener en cuenta es que la posibilidad que tienen los fabricantes de “edulcorar” Android para diferenciar sus terminales de los de la competencia (aunque cada vez lo hacen mejor y menos) puede dificultar a algunos usuarios el paso de un dispositivo a otro. Quien tenga, por ejemplo, un móvil de un fabricante y una tablet de otro, ambos con Android, puede tropezar con una interfaz muy diferente, e, incluso, con algunos servicios propios de cada fabricante y aislados entre sí. Para los usuarios acostumbrados a lidiar con la tecnología es posible que esto no sea un problema, pero para muchas personas, sobre todo las que no han tenido ocasión de utilizar ordenadores y móviles desde su juventud, puede representar una barrera importante que conviene sopesar.
Seguridad y fragmentación
Estos dos temas dan para un debate largo e intenso. Afirmar que una de estas dos plataformas es más segura que la otra a la ligera es muy arriesgado, pero los hechos parecen indicar que el control que Apple ejerce sobre todo su ecosistema de productos pone las cosas un poco más difícil a los hackers malintencionados que quieren asaltar iOS. Aun así, vaya por delante que ninguna plataforma es completamente segura, eso es evidente. En lo que concierne a Android, todos tenemos en mente las dificultades que en algunos momentos ha pasado la plataforma ante la embestidas de los piratas y la dificultad para propagar un parche a tiempo a través de una plataforma muy fragmentada.
Una de las últimas vulnerabilidades, de la que os hablamos hace unos días en Xataka Móvil, es la que permite utilizar el giroscopio de nuestros móviles para escuchar nuestras conversaciones. Este “mal” afecta tanto a iOS como Android, pero, sin embargo, en el sistema operativo de Apple es mucho más difícil aprovechar este agujero de seguridad porque limita la lectura de los datos que genera el sensor a 100 Hz, lo que, al parecer, hace mucho más complejo el reconocimiento de la voz. En este caso en particular, más flexibilidad al utilizar el giroscopio equivale a más inseguridad.
En lo que concierne a la fragmentación, es innegable, y, por otra parte, perfectamente comprensible, que Android es una plataforma mucho más fragmentada que iOS. Como os contamos hace unos días, el último informe que ha publicado OpenSignal revela que el sistema operativo de Google está más fragmentado que nunca, mientras que iOS 7, como contrapunto, está instalado en el 91% de los dispositivos móviles de Apple. Esta fragmentación puede representar un problema en determinados escenarios en los que, por ejemplo, puede ser necesario propagar con la máxima rapidez posible una actualización crítica que resuelve un agujero de seguridad.
Pero debemos ser honestos y recordar que Play Services ha conseguido reducir en gran medida el impacto de la fragmentación al extraer determinados componentes y servicios de las actualizaciones del sistema operativo. No obstante, Google no tiene toda la responsabilidad en este asunto. Los fabricantes de teléfonos móviles a menudo son los responsables de que sus usuarios no reciban el número de actualizaciones adecuado y en el momento oportuno, por lo que a todos nos vendría bien que se “pongan las pilas” en esta materia. Veremos qué sorpresas nos esperan en el futuro.
En Xataka Móvil | OpenSignal: la fragmentación en iOS es mínima, pero Android está más fragmentado que nunca
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