Algo raro está ocurriendo en Spotify: hay perfiles de artistas fallecidos que no se parecen, ni siquiera las canciones

En el siglo XXI, las batallas culturales no solo se libran en tribunales o escenarios: también ocurren en bases de datos, servidores y algoritmos

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Miguel Jorge

Editor

A comienzos del mes de julio una bomba informativa explotó en el epicentro de la industria musical del planeta. Intuíamos que la música generada por IA se estaba colando en muchos de los rincones de plataformas como Spotify, pero nadie advirtió que tras el segundo disco de la banda de folk The Velvet Sundown, la misma que había conseguido millones de reproducciones, lo que había no era un grupo de carne y hueso, eran algoritmos.

La IA ahora ha llegado demasiado lejos.

Atentado contra la memoria musical. Lo contaban en 404. El nuevo caso que ha sacudido el entorno digital de la música revela una nueva frontera ética vulnerada por los algoritmos: Spotify publicó canciones generadas por IA bajo el nombre de artistas fallecidos, sin permiso alguno de sus herederos ni de sus sellos discográficos.

El ejemplo más flagrante es “Together”, un tema atribuido al cantante country Blaze Foley, asesinado en 1989. La canción no solo no se parece en estilo ni en timbre a nada que Foley haya grabado, sino que aparece acompañada de una imagen generada por IA de un hombre completamente distinto.

Fallo flagrante. Craig McDonald, responsable del sello Lost Art Records y del perfil oficial de Foley en Spotify, calificó la publicación como una falsificación evidente y denunció que fue subida sin su conocimiento, ni el de su distribuidor oficial, Secretly Distribution.

A pesar de que Spotify eliminó el contenido tras la denuncia y declaró que violaba su política contra contenido engañoso, lo cierto es que el incidente expone un fallo grave de control: fue posible asociar una pista artificial con la cuenta verificada de un artista sin validación de los propietarios legales de su legado.

Ecosistema opaco. Al parecer, la canción “Together” se subió a través de SoundOn, una distribuidora de música propiedad de TikTok que permite a cualquier usuario distribuir su música a múltiples plataformas, incluyendo Spotify. El mismo sello falso, Syntax Error, aparece como propietario de los derechos de al menos dos canciones adicionales igualmente generadas por IA, atribuidas de manera fraudulenta a otros artistas: el legendario Guy Clark, fallecido en 2016, y Dan Berk, que aparentemente sigue vivo, aunque aun no ha comentado la jugada.

Todas las canciones comparten el patrón: estilo genérico, estética digital y retratos artificiales que no coinciden con los músicos originales. Según la empresa Reality Defender, especializada en detección de deepfakes, estas pistas presentan características inequívocas de haber sido creadas por inteligencia artificial. No se trata, por tanto, de un experimento artístico, ni de un homenaje, ni siquiera de una sátira: es la mismísima suplantación digital de identidades culturales con fines de lucro y sin consentimiento.

Un dilema. La reacción de McDonald ha sido contundente: Spotify debería implementar un sistema de verificación que impida que se suban canciones a las páginas oficiales de artistas sin aprobación previa de quienes las administran. Lo que está en juego no es solo la reputación de Foley, subraya, sino la percepción pública de quienes acceden a su catálogo creyendo que lo nuevo podría ser una grabación inédita o restaurada.

Dicho de otra forma: la distorsión daña tanto la autenticidad como el legado artístico del cantante. Spotify tiene la capacidad técnica de evitar estos fraudes, pero hasta ahora no ha aplicado herramientas eficaces. A ojos de McDonald, esta dejadez constituye una responsabilidad directa. De momento, el problema persiste y abre la puerta a que se repitan casos similares, incluso a mayor escala.

La IA en todas partes. Aunque la presencia de música generada por IA en Spotify no es una novedad, el caso de Blaze Foley y Guy Clark representa un salto cualitativo. No se trata de contenidos experimentales con identidad propia, sino de piezas creadas sin alma y revestidas de una falsa paternidad artística. En 2024, ya hubo decenas de villancicos artificiales que invadieron Spotify.

Y, como decíamos, recientemente la banda Velvet Sundown, con más de un millón de reproducciones, se confirmó que fue fabricada completamente por algoritmos. En cualquier caso, lo que sucede ahora es distinto: no es alguien creando música bajo su propio alias, sino apropiándose del nombre y prestigio de músicos muertos para camuflar productos generados por máquinas. Lo que antes era terreno de la ciencia ficción distópica, apunta a volverse rutina de la plataforma.

La delgada línea ética. Si se quiere también, el episodio confirma lo que muchos expertos llevan tiempo advirtiendo en tantos ámbitos artísticos: la IA, sin regulación firme, no solo transforma la producción cultural, sino que erosiona los principios de autoría, identidad y legado. El peligro aquí no reside únicamente en la creación de música artificial, sino en el hecho de que esa producción se presenta como obra legítima de artistas que no pueden defenderse.

Recordaban en 404 que la apropiación de sus nombres para vestir creaciones ajenas con su firma "es un acto de manipulación histórica". Así, en el siglo XXI, las batallas culturales ya no solo se libran en tribunales o escenarios, ahora también lo hacen en bases de datos, servidores y algoritmos adelantándonos una vez más a un capítulo obra de Charlie Brooker.

No solo eso. Las plataformas corren el peligro de convertirse en promotores activos de una falsificación sistémica del arte.

Imagen | Velvet Sundown, Spotify

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