Sí, dependo de mi móvil. ¿Y qué?

Seguro que muchos recordáis Look Up, un vídeo que se hizo muy popular en Internet poco antes del pasado verano. Su autor, Gary Turk, pretendía recordarnos que el tiempo que pasamos solos, delante de la pantalla del ordenador, el teléfono móvil o la tablet, nos aísla de los demás. Su intención era estamparnos en la cara algo que, efectivamente, sucede. Pero la realidad es mucho más compleja.

Adoro la tecnología, y los smartphones, en particular, me parecen los dispositivos que más han mejorado nuestra calidad de vida de cuantos han llegado a nuestras manos a lo largo de los últimos años. Por esta razón, pienso que cualquier intento de «defenestrarlos» ante la posibilidad de que inciten a algunas personas a encerrarse más en sí mismas o a descuidar sus relaciones personales cara a cara, es injusto. Es una simplificación excesiva que, según mi experiencia, no se puede aplicar a la mayor parte de los usuarios.

¿De verdad nos aíslan?

Estoy seguro de que todos hemos visto en alguna ocasión grupos de personas, habitualmente muy jóvenes, que parecen estar prestando más atención a la pantalla de su smartphone que a sus amigos, aunque los tengan justo al lado. Esto es lo que denuncia Look Up, y, sinceramente, sé que sucede porque lo he visto. Eso sí, debe ser más frecuente entre chavales jóvenes, y mucho menos habitual entre adultos, que probablemente no sienten tanto apego por la tecnología.

Reconozco que las veces que me he encontrado ante esta situación me ha quedado un sabor de boca agridulce, pero me niego a menospreciar lo mucho que nos ofrecen los smartphones quedándome únicamente con esta idea. Nuestros teléfonos móviles son herramientas, y, como tales, nos permiten llevar a cabo con sencillez tareas que hasta su llegada eran mucho más complicadas, o que, sencillamente, no podíamos hacer. Y una de las más evidentes es, precisamente, su capacidad de mantenernos en contacto con los demás.

El mal uso del móvil o el ordenador puede provocar aislamiento, pero el problema no está en la tecnología, sino en alguna carencia subyacente

Todos los que tenemos un smartphone conocemos la sensación de sentirnos más cerca de personas con las que de otra forma posiblemente tendríamos poco contacto. Las redes sociales y la mensajería instantánea nos ayudan a relacionarnos con los demás. De eso no cabe la menor duda. Y eso es bueno. Otra cosa muy distinta es que quedemos con unos amigos, y luego cada uno esté más pendiente de su móvil que de las personas que tiene justo al lado. Sucede, pero quiero creer que no es tan frecuente como algunas miradas pesimistas quieren hacernos creer. Me parece, sencillamente, un problema de educación que puede manifestarse a través de un mal uso del teléfono móvil, o de cualquier otra forma.

En cualquier caso, yo defiendo que los smartphones en particular, y la tecnología en general, no nos aíslan. Si se utilizan bien, nos ofrecen justo todo lo contrario. Eso sí, tengo que reconocer que pienso que sí generan en muchos usuarios cierta dependencia, pero no tiene necesariamente por qué verse como algo negativo, precisamente, porque esa dependencia puede ser fruto de una mejora de nuestra calidad de vida muy evidente.

En cierto modo, dependo de mi móvil

Estoy seguro de que todos tenemos muy claro que actualmente podemos hacer muchas cosas con nuestros teléfonos móviles. De hecho, sus posibilidades crecen cada día. Algunas de esas tareas, como la navegación por Internet, el acceso a las redes sociales, la utilización de la mensajería instantánea o la reproducción de audio y vídeo, entre otras opciones, son cotidianas para la mayor parte de nosotros. Lo realmente interesante es que el número de aplicaciones es cada vez mayor, y algunas de ellas eran inimaginables hace poco tiempo.

Un par de aplicaciones importantes. Los móviles pueden resultar decisivos en el tratamiento de las personas que padecen depresión, y también hacer más llevadera la planificación de la quimioterapia para los enfermos de cáncer, claro está, gracias a las apps adecuadas. Y, por supuesto, también nos ayudan a monitorizar nuestra actividad física, a planificar nuestros viajes, a encontrar los mejores precios, y no solo en las tiendas on-line, sino también en las tiendas físicas… Incluso pueden ser una herramienta muy valiosa para ayudar a alfabetizar a las personas con pocos recursos o en riesgo de exclusión social.

Como acabamos de ver, buena parte de estas aplicaciones no son en absoluto banales, y posiblemente muchas de las personas que los critican las desconocen. En cualquier caso, no hace falta rebuscar para darse cuenta de que los móviles realmente han mejorado nuestro día a día. Yo uso una app cada vez que tengo que pedir un taxi, cuando tengo que buscar una dirección, cuando necesito encontrar el camino más rápido para llegar con mi coche a cualquier lugar, etc. Buena parte de estas tareas puedo resolverlas sin mi móvil, pero con él todo es más sencillo, rápido y cómodo. ¿Por qué iba a despreciarlo?

Puedo vivir sin mi smartphone, pero con él vivo mejor. ¿Por qué iba a despreciarlo?

En cierto modo, dependo de mi móvil. Puedo vivir sin él, pero con él vivo mejor. Saco más partido a mi tiempo. Y esto es importante. Cuando escucho a alguien hacer una crítica más o menos enfervorecida a los teléfonos móviles, o a la tecnología de una forma más o menos ambigua, denunciando su capacidad para desconectarnos de la realidad, no puedo evitar plantearme por qué esa persona está despreciando todas las ventajas que acabo de mencionar, y las muchas que me he dejado en el tintero. ¿Por qué debe pesar más lo poco negativo, que, además, puede resolverse utilizándolos correctamente, que lo mucho que han mejorado nuestra calidad de vida? Yo, desde luego, pienso seguir saliendo de casa con mi móvil en el bolsillo.

Imagen | PictureYouth
En Xataka Móvil | Look Up: más conectados, pero también más solos. La imagen de la semana

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