Las ayudas de los diferentes estados de la Unión Europea al desarrollo de la banda ancha fue durante el pasado año cuatro veces mayor que en 2009, algo que demuestra que se trata de un sector en expansión y clave en la recuperación de la crisis.
Obviamente, ningún país quier quedarse atrás y por eso en total se han invertido durante el último año más de 1.800 millones de euros de fondos públicos. Sin embargo, nada de esto garantiza que la inversión genere competencia en el mercado de las conexiones de alta velocidad. ¿Por qué?
Al parecer, aunque el despliegue de las redes de fibra óptica está siendo increíblemente rápido, hay sectores que denuncian que las principales marcas se quedan con las ayudas y eliminan la competencia del mercado. En la misma línea se posicionan algunos expertos, que lamentan cómo las operadoras más grandes acaparan todos los proyectos locales gracias a que tienen más herramientas para seducir al gobierno de turno, infraestructuras y mejores presupuestos. No siempre es así, está claro. En otros muchos casos que una mediana empresa se haga cargo es directamente inviable.
Ilsa Godlovitch, responsable de la ECTA (Asociación Europea de Competencia en las Telecomunicaciones), afirma que “los operadores tradicionales tienen gran parte de la infraestructura básica que se necesita para presentar una oferta razonable en las comunidades rurales”, por lo que las diferencias entre los gigantes y las nuevas cableras se agigantan. Aquí, a falta de que empiecen a notar los resultados de las primeras soluciones, estamos en las mismas.
Desde las compañías dominantes dicen, y no mienten, que ellas cumplen con la legalidad y que un desarrollo tan veloz es en gran parte gracias a ellas. A corto plazo todo se ve bien, pero las consecuencias a este reparto desigual las acabaremos pagando en un futuro próximo.
Vía | EurActive