Analizar móviles es algo complejo. Debes poner a un lado tus preferencias, debes poner tu tarjeta SIM principal en el dispositivo (esto es importante) y cambiar el ‘chip’ porque sabes que, durante una semana al menos, tienes que usar un móvil completamente nuevo de forma normal para probar la batería, pero aun así debes buscarle las cosquillas para poder hacer la review.
Ahora llevo decenas de análisis de móviles a mis espaldas, cientos si contamos otros dispositivos, y me es sencillo recomendar móviles por su cámara, por su procesador o por su pantalla. Sin embargo, tengo estrés postraumático si lo que tengo que hacer es recomendar un móvil a un amigo o un familiar. El responsable es un Samsung con Windows Phone.
El regalo que destrozó mi propia confianza a la hora de recomendar móviles
En 2013 no analizaba móviles y de hardware sabía porque me entusiasmaban las tripas de los cacharros, pero nada más. Mi pasión eran los videojuegos y ya analizaba títulos de Xbox 360, pero de tecnología me regía por lo que leía en foros y, sobre todo, por los análisis de la prensa profesional.
Tampoco tenía recursos con 23 años como para comprarme móviles y probarlos, así que tiraba con lo que tenía cerca: un iPhone 5 que había en casa, mi Galaxy S i9000 y, en diciembre de ese año, un recién estrenado Motorola Moto G. Cómo me gustaba mi Moto G…
Como en mi familia era el que se leía todos los foros, páginas web y se tragaba los análisis de la primitiva YouTube de la década de 2010, era al que los familiares solían pedir consejo para comprar un móvil. Iba recomendando el que me parecía mejor (recordemos que sin probarlos antes) y una navidad, un tío al que quiero muchísimo me dijo que le gustaba el Galaxy S3, pero que era caro y no sabía muy bien qué era eso de “Android”.
Le dije que era un telefonazo, que a mí también me gustaba (nos ha fastidiado, como se suele decir, como para no), pero que había visto en Amazon uno que era como el Galaxy S3, pero con Windows Phone: el flamante Samsung Galaxy ATIV S. Por aquel entonces estaba maravillado con Windows Phone, tenía un Nokia Lumia 720 que me mandó Microsoft para analizar y flipaba con el sistema (y anda que para lo que quedó…), así que fui bastante pesado con mi tío.
Él lo quería como regalo de reyes para mi tía y se acababa el tiempo. Era el Galaxy ATIV S comprado por Amazon con envío desde Alemania (todavía me acuerdo) o acercarse a la tienda y pagar más por el S3. Y sí, conseguí que tomara la decisión incorrecta, aunque por aquel entonces no lo sabía.
El día 6 de enero estaba casi más nervioso por ver el nuevo móvil de mi tía que por mis propios regalos. Tenía ganas de tenerlo entre manos y guau, vaya pantallón. Qué fluido iba Windows Phone 8. Qué tacto más premium sin ser metálico. Qué bonito el sistema. Qué decepción al final.
Al principio, todo iba bien. Para el uso que mi tía iba a hacer, todo genial, pero a los pocos meses me comentaron que no se actualizaba, que no iba como el primer día y el detonante: que WhatsApp no estaba en las últimas versiones y que no podía hacer algunas cosas que sus amigas con móviles Android sí podían hacer.
Busqué información, encontré promesas de actualizaciones tanto del sistema como de aplicaciones y, al final, llegué a la conclusión de que el ATIV S iba a ser un pisapapeles. En aquel momento no lo entendí, pero ahora sé que Samsung lo lanzó con la última versión del sistema de Microsoft, simplemente, por estar en el ‘meollo’, por ser relevantes y tener un producto en cuantos más campos, mejor.
Ahora Samsung tiene una política maravillosa con sus actualizaciones, pero durante años en Android era de las más perezosas y con Windows Phone fue algo que se llevó hasta el extremo. Ten en cuenta que la gente “normal”, no los que somos apasionados de esto, no cambia de móvil cada dos por tres, sino que apuestan por algo y lo intentan estirar todo lo posible.
Ese es el caso de muchos amigos y familiares que me siguen pidiendo consejo sobre qué móvil o qué tablet comprar. Tras el ATIV S, siempre que recomiendo un móvil a un familiar o amigo lo hago con un “para mí, este es el mejor según lo que necesitas” o un “este lo he probado y me ha ido bien, pero puede que a ti te salga un bug o lo que sea…”, en fin, ya me entiendes.
Tengo que decir que, sé perfectamente qué móviles son más o menos recomendables en la actualidad, pero me da mucho apuro recomendar algo que, por muy bueno que sea, tenga algún fallo de los que puede sufrir cualquier producto tecnológico. No debería, pero me siento “responsable”.
Y que cada vez que recomiendo un móvil a mi tío me diga “te acuerdas de ese móvil con Windows…” tampoco ayuda. ¡Han pasado 10 años! Pero sí, me equivoqué de pleno, aunque el último que les recomendé fue el Galaxy A52 y, con ese, están encantados.
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