Es el tema de moda en el mundo tecnológico, ese aspecto que se ha vuelto tan clave para la industria que, actualmente, todo está virando hacia ello. Sí, hablo de la IA generativa, ese ámbito que pasó desde el entorno de desarrollo a estar en boca de todos. Y es justo ahí donde me faltaba probar la IA, en las conversaciones a viva voz. ChatGPT me ha sorprendido para bien.
Llevo probando la IA generativa desde hace un par de años, con la irrupción de ChatGPT de Open AI lo que empezó como curiosidad ha terminado formando parte de mi trabajo. Suelo estar al tanto de las novedades en torno a cualquier campo de generación, desde el texto al contenido multimedia. Y a menudo ha colaborado ayudándome cuando no encontraba la portada más apta para un artículo o el enfoque de un titular que no quedaba demasiado claro. Porque es justo donde creo que sobresale la IA generativa: es una excelente herramienta con la que completar determinados trabajos, incluso los creativos. Y puede servir hasta para mejorar la conversación en inglés, puedo dar fe.
Quizá nunca sea Skynet, pero a Her sí que se acerca
Ninguna IA actual podría protagonizar una película como Terminator, ya que todas están basadas en modelos de aprendizaje de máquina y lo único que hacen es actuar en base a dicho aprendizaje. Ni ChatGPT será nunca Skynet ni actuará motu proprio saliéndose de la marcada senda de sus modelos. Aunque eso sí, sabe imitar de manera muy lograda el comportamiento humano; que, al fin y al cabo, es lo que termina despertando recelos.
Comparar la IA con Terminator y similares es habitual, también hacerlo con la película Her, ésa en la que Joaquin Phoenix entabla amistad con Samantha, una IA con voz de Scarlett Johansonn. Tenía en mente dicha película cuando inicié mis pruebas con el modo conversacional de ChatGPT Plus, una herramienta que llegó a la app de iPhone y iPad sin hacer demasiado ruido. Y la sensación que me dio fue la de romper las barreras con la realidad.
Para conversar con ChatGPT hace falta un dispositivo de Apple y la suscripción a ChatGPT Plus. Dado que cumplo ambos requisitos, abrí un nuevo chat y pulsé sobre el pequeño icono de audio, el que aparece a la derecha de la ventana de escritura. A partir de ahí inicié la conversación pensando que mi interlocutora no presentaría más personalidad que aquella que ofrecen Siri, Alexa o Google Assistant, pero lo cierto es que me olvidé demasiado rápido de que estaba hablando con una máquina.
Por lo general, ChatGPT suele ofrecer explicaciones largas a viva voz y termina su turno con una pregunta para seguir hilando sus intervenciones. El lenguaje es tremendamente natural, la IA elige muy bien las palabras e interpreta lo que dice incluso aplicando inflexiones a la voz para mostrar sorpresa, duda o humor. Es impresionante la naturalidad que destila la sintetización humana de Open AI, y eso que no hay voz en español: los modelos TTS incluidos tienen un marcado acento inglés de Norteamérica. Aun así, dan el pego.
A falta de pulir algún detalle, parece que hables con una persona
Tras un par de minutos se desdibujó la frontera entre máquina y humano, incluso bromeábamos cuando intentaba seguirme la corriente inventando situaciones para colarlas en la conversación; siempre con un cierto «lag» entre intervenciones para el procesado de la información y con los inconvenientes que señalé: ChatGPT realiza intervenciones demasiado largas y siempre las acaba con una pregunta. Así que cambié de estrategia.
"Vamos a hacer un experimento. Imagina que estamos escribiendo un relato, por ejemplo, una especie de conversación, quizá teatral, y es una situación en la que nos reencontramos después de muchísimo tiempo. Empiezo yo. Hola, ¿qué tal? Hace mucho tiempo que no nos veíamos".
Darle una pauta de comportamiento tan clara mejoró en gran medida la naturalidad de la conversación. Hasta el punto que borró todo rastro de máquina: ChatGPT se inventaba sobre la marcha un papel realmente creíble, hablaba lo justo como para no agobiarme con sus parrafadas, se reía ante lo que yo me inventaba para llevar nuestro encuentro al absurdo (le dije que tenía una cebra como mascota y se interesó por cómo la sacaba a pasear) y hasta se inventó sus propias situaciones (me contó que en su terraza se encontró con un grupo de flamencos). El resultado fue satisfactorio. Hasta que llegó el límite de uso de GPT-4 y tuve que detener la conversación justo cuando le había pedido que hablase sólo con maullidos.
Más allá de la curiosidad, lo cierto es que resulta útil
El nivel al que ha llegado Open AI es bárbaro, su modelo conversacional a viva voz está a años luz de asistentes sobradamente conocidos. Al menos en naturalidad y humanidad, no tanto en lo fieles que son los datos que proporciona: pese a que puedes preguntarle sobre cualquier cosa, no hay que tomarse al pie de la letra lo que dice. La IA es fruto del aprendizaje, siempre puede replicar información que no sea 100 % real.
Como curiosidad tiene su punto, también como entretenimiento. Y le he encontrado la utilidad a la hora de practicar el inglés: conversar con ChatGPT me permite poner en práctica mis habilidades del idioma así como recibir correcciones y mayor léxico de la IA. Y me parece que éste es el camino, el de convertirse en una herramienta con la que ampliar nuestros conocimientos a base de interactuar con la máquina usando las mismas vías que utilizamos con cualquier persona. Veremos hasta dónde es capaz de llegar.
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