Reed Hastings y Marc Randolph tuvieron suerte. Mucha. Cuando a los creadores de Netflix se les ocurrió enviar películas en formato DVD por correo, el formato acababa de aparecer en el mercado. Tan nuevo era que ni siquiera probaron si aquello funcionaba con un DVD. Randolph cogió un CD que tenía por casa, lo metió en un sobre de cartón y se lo envió por correo a su amigo y socio.
Durante muchos años, Netflix envió por correo millones de DVD de películas. Pero acabó siendo mucho más: la empresa que nos enseñó que las suscripciones podían tener sentido
El CD llegó en perfecto estado, pero ni Hastings ni Randolph se enteraron de que en realidad su prueba de envío había sido una farsa. Cuando el servicio de correos de EEUU veía que una carta o paquete se enviaba a una misma zona postal, los empleados lo metían directamente en un saco de reparto rápido: no pasaba por máquinas clasificadoras que podían dañar el producto, así que el CD llegó intacto.
Aquello se convirtió en una de las muchas anécdotas de la historia de aquella empresa que, durante muchos, años envió por correo millones de DVD de películas. Pero en realidad Netflix acabó siendo mucho más.
Acabó siendo la empresa que nos enseñó que las suscripciones podían tener sentido. Y cuando las demás empresas se dieron cuenta, empezaron a adoptar ese modelo de negocio. Lo hicieron la industria de la música y del software, por ejemplo, y, mientras lo hacían, a Netflix empezaron a salirle importantes competidores.
Nos hemos dado cuenta de que estamos suscritos a demasiadas cosas. Y lo peor de todo: no estamos sacando partido de esas suscripciones. Es como el efecto gimnasio: te apuntas, pagas, pero no vas
Al principio los usuarios estaban felices: las cuotas eran asequibles, el catálogo y el servicio eran fantásticos, y los planes familiares ayudaban a que uno pudiera estar suscrito a un montón de servicios de streaming al mismo tiempo. El bufet era suculento, y permitía elegir qué película, serie o documental ver entre cientos de miles no solo en Netflix, sino en otras plataformas como Amazon Prime Video, Apple TV+, (HBO) Max, Disney+ o Movistar+, entre otras.
Y entonces empezamos a darnos cuenta de algo: estábamos suscribiéndonos a demasiadas cosas. Y lo peor de todo: no estábamos sacando partido de esas suscripciones. Era como el efecto gimnasio: te apuntabas, pagabas, pero no ibas. Y con esto, lo mismo, pero multiplicado. En lugar de apuntarte a un gimnasio, era como si estuvieras apuntado a cuatro, cinco o más. Y quizás ibas a alguno de ellos de vez en cuando, pero tenías los otros abandonados.
Hola, fatiga de las suscripciones
Según la CNMC, en el segundo trimestre de 2024, el 61,9 % de los usuarios de internet estaba suscrito a alguna plataforma de streaming de contenidos. Un año antes, el porcentaje era del 58,1 %. No solo eso: de esos suscriptores, el 21,2 % está suscrito a cuatro o más servicios y el 18,4% a tres.
Con el paso del tiempo, las suscripciones han comenzado a mostrar su otra cara. Netflix, Disney+ o Max han subido sus precios, dejaron de permitir la compartición de cuentas con planes familiares o emiten más y más anuncios. Las suscripciones ya no son tan asequibles ni tan maravillosas, y de repente comenzamos a sentir algo que cada vez es más preocupante: la fatiga de las suscripciones.
Es significativo que las "maravillosas" suscripciones provoquen que, según un estudio de ExpressVPN, cuatro de cada diez personas que las usan estén agotadas de usarlas
Las suscripciones nos inundan y, cada vez más, nos exprimen y agotan. Lo deja muy claro una reciente encuesta de ExpressVPN que habla de ese “efecto gimnasio”. La gente está suscrita a una gran cantidad de servicios, aunque no siempre los paga. Según los datos revelados en ese informe, el 20 % de los usuarios utiliza una suscripción que no paga —se la piden prestada a sus padres, por ejemplo—, y el 12 % utiliza dos suscripciones por las que no paga nada.
Compartir suscripción puede acabar siendo, además, un arma de doble filo. Aunque por un lado abarata el precio de la suscripción —y eso siempre es importante—, por otro genera preocupaciones. Por ejemplo, gestionar cuentas compartidas y contraseñas que quizás acaben en poder de quien no deben. Hay más desventajas: ¿qué pasa si varias personas que comparten la suscripción quieren ver el mismo contenido al mismo tiempo y no pueden? Empresas como Netflix erradicaron las cuentas familiares, y cada vez más las suscripciones se han convertido en algo individual y difícilmente transferible.
Es recomendable llevar un control de las suscripciones. No solo de cuándo se van renovando y qué coste tienen cada una de ellas, sino cuánto las estamos aprovechando
El streaming de contenidos de vídeo es de largo el tipo de suscripción más común: un 75 % de los encuestados está suscrito a alguna de estas plataformas, mientras que el de música es algo menos exitoso, y solo el 51 % de los participantes en el estudio reconoció ser usuario de algún servicio tipo Spotify o YouTube Music.
Pero es que hay muchas suscripciones que nos gustan y a las que nos apuntamos. Nos suscribimos a plataformas de videojuegos (el 24 % de los encuestados lo hacen), nos suscribimos para pedir comida (16 %), para usar servicios que nos ayudan a trabajar (10 %) o para utilizar dispositivos y electrodomésticos inteligentes (10 %). Y por supuesto, cómo no, dejamos el gimnasio (o quizás ni eso) y nos suscribimos a apps de fitness (8 %).
Descansar para evitar esa fatiga
Eso hace inevitable que las suscripciones nos acaben abrumando. En el estudio de ExpressVPN, el 15% de los usuarios afirma sentirse así todo el tiempo, mientras que el 25 % tiene esa sensación a veces. Es significativo que las "maravillosas" suscripciones provoquen que cuatro de cada diez personas que las usan estén agotadas de usarlas. Significativo y preocupante.
Como se comenta en "2 de cada 5 personas encuestadas sufren fatiga por suscripciones", hay formas de combatirla. La más efectiva es la de buscar calidad en lugar de cantidad. Ser selectivos y coherentes. Encontrar un equilibrio y ser prácticos.
A pesar de que la fatiga por las suscripciones es evidente, el 63 % de los encuestados no planeaban reducir el número de servicios a los que están suscritos
El servicio de ExpressVPN es un buen ejemplo: sus prestaciones van más allá de ofrecer una herramienta de seguridad y privacidad, y por ejemplo es un perfecto acompañante de las plataformas de contenido. En primer lugar, porque permite evitar restricciones geográficas. En segundo, porque ofrece soporte para múltiples dispositivos, no siendo necesario tener soluciones de seguridad por cada aparato. Es una opción práctica y útil para sacar más y mejor partido a esas suscripciones y hacerlo, además, de forma consciente.
Hay desde luego otros consejos prácticos a la hora de buscar ese equilibrio y esa “calidad sobre cantidad”. El más claro es el de tratar de llevar un control de las suscripciones. No solo de cuándo se van renovando y qué coste tienen cada una de ellas —hay diversas apps que ayudan en ese frente—, sino cuánto las estamos aprovechando. Lo maravilloso de las suscripciones, sobre todo en el ámbito del streaming de contenidos de vídeo, es que podemos saltar de unas a otras fácilmente.
Darse de baja dos o tres meses para luego volver a activar la suscripción si se estrena esa nueva serie o película que queremos ver no solo es sencillo: es lo ideal. Si en febrero nos hemos dado un “atracón” de Netflix, quizás no sea mala idea darnos de baja temporalmente para darnos otro atracón de Max o de Disney+ en marzo, por ejemplo. Incluso podemos hacer algo muy loco: volver a ver películas en DVD en formato físico. Y así con todo, porque afortunadamente la gran ventaja de las suscripciones es que uno puede salir y entrar cuando lo desee o necesite.
Las empresas lo saben, desde luego, pero quienes no parecen de momento tenerlo muy en cuenta son los usuarios. En el llamativo informe de ExpressVPN había otro dato especialmente singular: a pesar de que la fatiga de las suscripciones es evidente, el 63 % de los encuestados no planeaban reducir el número de servicios a los que están suscritos. Es sorprendente, pero quizás sea otro elemento más de ese efecto gimnasio del que hablábamos. Me apunto, pago, pero no voy.
Y quizás sea el momento de dejar de ir al gimnasio y pasarnos a la meditación. A la la gestión digital consciente, como promueven desde ExpressVPN, para lograr una vida digital equilibrada y simplificada. Todo un reto.
Imagen | Shutter Speed / Óscar Vargas
Ver 0 comentarios