Tal vez sea porque ya voy acumulando años en las rodillas o simplemente porque se trata de algo generalizado en los tiempos que corren. Lo cierto es que empiezo a estar muy saturado de tanta suscripción para poder disfrutar de cosas. 'La fatiga de la suscripción', lo llaman. Y bien es cierto que hoy nos rodean por los cuatro costados, sobre todo en lo que respecta al entretenimiento digital.
No hablamos de aplicaciones que cambian su modelo de monetización, o de los pagos internos de los juegos que han convertido a muchos de un 'free-to-play' a un 'pay-to-win'. Hablamos de que las plataformas de contenidos crecen como setas tras la tormenta, llegando a un punto que ellas mismas se autorregulan con fusiones y desapariciones. Y hablamos de cómo ya estoy cansado de todo esto y he empezado a volver, con más intensidad, a la búsqueda del formato físico.
Ten cuidado con lo que sueñas por si llegase a cumplirse
Lo reconozco. De pequeño soñaba con que llegase a existir un tipo de servicio así. Un servicio en el que cruzases la puerta y dentro encontrases todo aquello que quisieses a cambio de un pago fijo. Los videoclubs eran algo parecido, aunque se pagaba en cada retirada, y las tiendas especializadas también lo eran pero a cambio de compras. Las tiendas digitales comenzaron así y ahora casi todas ofrecen algún tipo de tarifa plana para acceder a casi todo. Otra suscripción.
Cuando Spotify comenzó a imponerse, fui uno de los que se subió al tren. Porque Spotify lo cambió todo. Pagar varios euros cada mes a cambio de tener a mi disposición toda (o casi) la música del planeta a un golpe de ratón. A un toque de la pantalla. Comencé entonces a aparcar paulatinamente mi biblioteca de archivos MP3, tanto los adquiridos legalmente como los que llegaron a mí por otros canales. Spotify era realmente cómodo y pensé: ¿por qué no esto también para las películas y las series? Y se cumplió.
Netflix irrumpió en el mercado tras transformar su negocio. De enviar DVDs por correo llegaron a construir el primer gran servicio de streaming de cine y películas. Su servicio creció gracias a la merecida recompensa al trabajo bien hecho. Pero Netflix no es Spotify. Nunca lo ha sido. Mientras que Spotify contiene en su interior un pedazo muy grande del mercado musical, Netflix es un campo. Y no puede acceder al contenido de otros campos.
El mundo del cine y de las series está terriblemente fraccionado. Los derechos separan los productos por productoras y distribuidoras, y Netflix no subsanó lo que yo quería que subsanase. Un único pago no daba acceso a todo sino sólo a un poco. El resto seguía fuera. Y con el tiempo, cada productora comenzó a pensar que tener su propio servicio sería una buena idea. Comenzó a multiplicarse la oferta y, con ella, las cuotas mensuales.
Demasiadas suscripciones, me voy a ir volviendo al físico
Nunca me he parado a pensar si en mi casa se soportan muchas o pocas suscripciones. No os voy a mentir. Pero de forma directa o indirecta aquí tenemos Spotify en música y en vídeo la cosa se complica. Sin ningún tipo de orden particular, mi televisión tiene una aplicación para Amazon Prime Vídeo, otra para Netflix, otra para Disney+, otra para Max y otra para Apple TV+. A ratos está DAZN. A ratos no está. Y Filmin aparece en función de si la oferta que activen me interesa. Demasiadas suscripciones.
No menciono Stadia, como habréis podido comprobar, porque de Stadia me cansé. No de pagar, que también, sino de no disfrutarla. Porque también cargo con PlayStation Plus con el modelo (ahora ya) antiguo, que me la dejé antes sin contar. Demasiadas suscripciones. Tantas que empiezo a valorar el formato físico como hace años que no lo hacía. Y aunque nunca he dejado de comprar, vuelvo a hacerlo con más fuerza. Lo que va tocando en esta casa es empezar a pagar menos.
Aparte de las novedades que suelo ir cazando por puro completismo, como las del MCU o el DCEU, también hago escapadas a tiendas de segunda mano. Cacerías, las llamo yo. Dispuesto a pillar Blu-Rays aquí y allá que me interesan y que no tengo. Ahora también compro vinilos tras haber pasado muchos (muchísimos) años desde la compra de mi último DVD. Y yo, que regalé mi colección de libros a la biblioteca local para pasarme 100% al Kindle, me sorprendo ahora comprando cómics de forma ya nada infrecuente.
Con los servicios de suscripción que hay en la actualidad es imposible acceder a todo el contenido a la vez. Son demasiados, y cada cierto tiempo llega alguno más. Demasiadas cuotas mensuales que compaginar también con escapadas al cine, y con compras posteriores en físico. Por mi parte voy a empezar a bajarme del tren en la medida de lo posible. Seguramente pueda hacerlo con algunos servicios de streaming, aunque sea rotándolos para ir viendo lo que me interese sin mantenerlos todos a la vez.
En lo de bajarme de Spotify tendré el principal escollo, probablemente insalvable. Sobre todo porque soporto un plan familiar del que no sólo dependo yo. Al menos en el caso de Spotify hablamos de una única cuota para casi todo un mundo de música. No es poco. Es lo que quería al principio para Netflix pero no pudo ser. Era imposible. Y lo que es imposible ahora es llevarlo todo para adelante. Porque claro, ni siquiera he hablado del fútbol. Demasiadas suscripciones.
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