En el último año hemos visto cómo se han ido asentando tendencias en el mercado móvil con tal fuerza, que parece que van a quedarse una larga temporada entre nosotros. Por un lado tenemos las pantallas sin marcos, indispensables ya en la mayoría de terminales de gama alta e incluso de rango inferior.
Por otro lado tenemos otra tendencia que lleva ya bastante tiempo dando guerra: las cámaras duales. Este tipo de configuración nos reporta unos resultados muy interesantes, pero al igual que sucede con el número de megapíxeles de un sensor, más no es necesariamente sinónimo de mejor.
Dos no siempre es mejor que uno
No afirmaremos con rotundidad que añadirle una cámara doble a un smartphone es, en ocasiones, más una estrategia de marketing que un verdadero plus añadido al teléfono, pero lo que sí podemos afirmar es que a la hora de analizar la calidad de una cámara hay muchos otros factores que debemos tener en cuenta más allá de si tiene uno o dos sensores.
Una de las funciones implícitas en usar un sensor secundario es la posibilidad de captar información de profundidad para con ello, conseguir efectos de desenfoque o bokeh como los de las cámaras de toda la vida. Pero no solo importan los dos sensores y su número de megapíxeles, pues en términos de resultados hay variables como la calidad del propio sensor, el software de la cámara o por supuesto, la apertura, que son de vital importancia.
Como decimos, esto nos recuerda a la batalla de los megapíxeles que precedió a esto de las cámaras duales, aquel momento en el que parecía que cuántos más megapíxeles tenía la cámara mejor era, o al menos eso es lo que se nos quería vender a efectos publicitarios.
La importancia de la luz
Pero si hay algo que sí es de vital importancia en fotografía es la luz, pues al fin y al cabo eso es de lo que se trata: de capturar la luz. Y con esta variable es donde realmente podemos ver la calidad de una cámara, en su capacidad para captar luz, especialmente en condiciones lumínicas críticas como la noche, donde todos los teléfonos sufren.
Ahora con esta idea volvemos a uno de los puntos señalados anteriormente: la apertura. Si la apertura es la cantidad máxima a la que puede abrirse el diafragma de la cámara para permitir el paso de la luz, cuánto mayor sea ésta mayor será la calidad de la imagen. Pero cuidado, no caigamos de nuevo en lo mismo, no busquemos solamente una apertura mayor como sinónimo de calidad si no se acompañada de otras variables como el tamaño de los píxeles del sensor, la estabilización o como también hemos señalado, el software y su procesado.
No solo es cuestión de dualidad
Esta idea de que la unión de diferentes factores y no la multiplicidad de uno solo es lo que hace los mejores resultados, la vemos reflejada a la hora de analizar las cámaras de los smartphones que encontramos en el mercado. Y es que si bien los resultados que nos ofrecen cámaras duales de topes de gama como el iPhone 7 Plus, el Huawei P10 o el One Plus 5 son muy, muy interesantes, hay smartphones con una sola cámara que siguen quedándose en mejor lugar.
Por un lado tenemos al Google Pixel, que con sus algoritmos de procesado de imágenes le sumó muchos puntos a un sensor unitario, dejándonos unos resultados que nada tiene que envidiar a las cámaras duales. Otro que llegó muy fuerte en esta materia fue el HTC 11 que con su sensor de 12 megapíxeles, apertura f1.7 y estabilización óptica tiene argumentos más que de sobra para ser una de las mejores cámaras del momento.
Por último no podemos dejar de nombrar al Samsung Galaxy S8+ que con ese amalgama compuesto por la misma fotografía computacional del Pixel, la apertura f1.7 del HTC U11 y el sistema de enfoque más rápido Dual Pixel que ya habíamos visto anteriormente en el S7, nos dejaba una de las mejores cámaras del momento.
Pero todas estas afirmaciones no tienen sentido si no las aplicamos con muestras. Vamos a ver a continuación como se comportan las cámaras de estos teléfonos con un solo sensor comparados con las duales en dos de las situaciones clave que hemos mencionado anteriormente. Comenzamos con la ausencia de luz, un marco en el que todos los teléfonos sufren y vemos cómo pese a que todos resuelven la situación, Galaxy S8 y HTC U11 reportan mucha menos cantidad de grano, pero lo que es más importante: no hay una diferencia notable y sustancial entre el hecho de que haya una o dos cámaras.
El segundo escenario que vamos a plantear y que en esencia es el más importante en todo este asunto de las cámaras duales es el desenfoque o efecto 'bokeh'. De nuevo volvemos a ver que las diferencias son pocas, pues los rivales con dos cámaras que tenemos en este combate son duros de roer, pero la cámara del U11 nos da un recorte de desenfoque espectacular con una sola cámara, mucho mejor que el que podemos ver por ejemplo en el P10, algo que también podemos decir del Galaxy S8+, que nos deja un resultado muy natural, con un procesado limpio y muy poco artificial.
Mucho más que cámaras duales
Ante decíamos que es que el Galaxy Note 8 ha llegado muy fuerte y con él su cámara dual, que como decimos ha elevado al cuadrado lo que ya encontrábamos en el S8+, demostrando que en este caso sí que dos es mejor que uno, algo que tenemos muchísimas ganas de comprobar si también se cumple en el nuevo iPhone X que sube la apertura de las dos lentes respecto a modelos anteriores y además incluye estabilización óptica en ambas.
En resumen, nos gustan las cámaras duales, nos pueden abrir un abanico de posibilidades impresionante, pero no son sinónimo de grandeza ni perfección así que sí, dos cámara mejor que una siempre y cuando éstas vengan acompañadas de más cosas que del simple apellido dual tras el nombre.
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