El ya pasado 2015 se ha caracterizado por los innumerables anuncios de avances en tecnologías de redes, tanto fijas como móviles, que nos prometen grandes incrementos en las velocidades de descarga y subida en forma de novedosas conexiones de fibra óptica, 4,5G o incluso 5G.
Las operadoras y fabricantes llaman así la atención de nosotros, confiados consumidores, que nos quedamos perplejos ante tanta sigla y especificaciones salidas casi de la ciencia ficción. Sin embargo, una cosa es que puedan llegar a nuestras casas enlaces de cientos de megas por segundo y otra que podamos sacarles partido. ¿De verdad podemos aprovechar a día de hoy las ofertas convergentes domésticas con conexiones de más de 100 Mbps o es solo marketing?
Si preguntamos a una operadora nos dirá que por supuesto sí. No hay más que echar un vistazo a los anuncios de televisión con los que han estado bombardeándonos estas Navidades o simplemente visitar sus páginas web en donde fotos de familias hiperfelices utilizan y disfrutan al máximo de Internet a velocidades de vértigo.
Sin embargo, la realidad para una gran masa de usuarios es muy distinta. Es cierto que a muchas de nuestras viviendas (que no a todas, algo que tampoco debemos olvidar) pueden llegar ya conexiones de 300 Mbps simétricas y que incluso dentro de no mucho tiempo la carrera por la obsolescencia programada hará que se conviertan en 500 Mbps o incluso 1 Gbps. Pero muy distinto es que nos sea rentable contratarlas y que podamos sacarles partido.
Viviendas multiusuario con servicios convergentes
El principal motivo que esgrimen las operadoras suele estar relacionado con el uso de múltiples clientes al mismo tiempo, tanto humanos como no humanos. Por ejemplo, un ordenador que está actualizando archivos en la nube mientras un televisor descarga en streaming el último capítulo de nuestra serie favorita y vemos en el móvil un vídeo de gatitos al tiempo que nuestro hermano pequeño juega por Internet desde su habitación con una mínima latencia.
Esto es cierto a medias, ya que con 100 Mbps tenemos de sobra para todas estas actividades realizadas de forma concurrente sin problemas de incrementar la latencia en los juegos o eternizar los buffers de carga de los vídeos, sobre todo si los estamos viendo desde las plataformas de las propias operadoras o sitios como YouTube, que comprimen mucho la información (con pérdidas) logrando reducciones considerables a cualquier resolución que les pidamos y pasando por ejemplo de unos ideales 30 Mbps en una secuencia a 1080p a menos de 10 o 15 Mbps.
Pongamos el caso extremo de un hogar medio con 4 habitantes en el que todos ellos hagan un uso intensivo doméstico de Internet (el mercado profesional queda fuera de esta simulación). Aunque quisiésemos ver contenidos a Full HD o 4K en streaming con bajo nivel de compresión (calidad Blu-ray por ejemplo), el ancho de banda que necesitaríamos difícilmente superaría entre 20 o 40 Mbps por cada vídeo, con lo que una conexión de 100 Mbps sería suficiente para servir sin problemas a 2 o 4 televisores, uno para cada miembro de la familia. ¿Qué hacer con los restantes 100 o 200 Mbps libres si tenemos contratados 200 o 300 Mbps?
Algunos me diréis que para descargar a tope cualquier archivo de Internet. Y es cierto, pero también solo a medias. Los servidores de descargas directas e incluso muchas redes P2P (que dependen de las conexiones del resto de usuarios) no son capaces de proporcionar de forma sostenida tales velocidades. Y por supuesto la descarga dura poco tiempo, ya que con cada 100 Mbps podemos descargar unos 45 GB cada hora, el equivalente a un Blu-ray completo de doble capa.
Es decir, con 100 Mbps una típica (o no tan típica) actualización de un juego, un capítulo o una película de entre 5 y 10 GB tarda entre 6 y 15 minutos. Es cierto que con el triple de velocidad el tiempo se reduciría por tres (suponiendo que la fuente pudiera proporcionarnos esas velocidades, cosa que ya hemos dicho no siempre es posible), pero muchos usuarios que venimos de la era del módem y luego del ADSL tenemos la paciencia suficiente como para esperar unos pocos minutos e incluso hasta una hora entera para tener nuestro ansiado archivo listo para ser usado, algo que por cierto en la mayoría de los casos hacemos en segundo plano mientras seguimos navegando o usando Internet para otras cosas.
Redes sociales y subidas de archivos a la nube
La siguiente gran razón para contratar velocidades de más de 100 Mbps sería subir con rapidez nuestros archivos a la nube. Hasta hace pocos años la tendencia de contar con conexiones claramente asimétricas suponía una tortura para quienes queríamos subir fotos con buena calidad o vídeos a nuestra cuenta en YouTube.
Afortunadamente la cosa ha cambiado para muchos usuarios de fibra y en la actualidad se apuesta por la simetría con conexiones de hasta 200 o 300 Mbps simétricos. Sin embargo otra vez estamos en las mismas. La mayoría de servidores de los diferentes servicios a los que podamos estar suscritos no son capaces de gestionar nuestras subidas a tales velocidades, o si lo son, no lo hacen para las cuentas gratuitas que tenemos la mayoría de usuarios.
¿Alguien ha podido subir un vídeo a YouTube, mandar un correo con un montón de fotos adjuntas o enviar unos cuantos archivos a la nube a 300 Mbps reales? Puede que el router sincronice a esa velocidad pero luego hay múltiples puntos en la cadena fuera de casa que evitan alcanzar dichas cifras más allá de las típicas pruebas de velocidad.
¿Y el que quiera montarse un servidor de FTP y/o crear su propia nube personal desde la que servir contenidos accesibles desde el resto del mundo? En estos casos la velocidad de subida extra siempre es bienvenida, pero otra vez, a menos que deseemos servir a más de 4 o 5 clientes al mismo tiempo, con 100 Mbps de subida tendríamos suficiente, ya que es algo que la mayoría de usuarios domésticos nunca haremos (sí los semiprofesionales y profesionales, claro).
¿Y las videollamadas? Pues claramente se ven beneficiadas por estas nuevas velocidades, pero a menos que seamos 10 personas en casa llamando cada una a un sitio diferente al mismo tiempo probablemente tampoco podamos sacar partido de los 200 o 300 Mbps ya que cada emisión apenas superará en el caso más optimista los 10, 15 o 20 Mbps, aunque sea a 720p o 1080p.
Internet de las cosas
Algunos me diréis que no tengo miras de futuro y que en poco tiempo será la Internet de las cosas la que domine nuestros hogares necesitando conexiones constantes a la Red para las decenas de objetos conectados. Puede, pero la mayoría de estas conexiones serán locales, no saldrán de casa sino puntualmente y en general se quedarán dentro para enviar informaciones de y hasta sensores, electrodomésticos, equipos de vigilancia, etc.
La cosa cambiará dentro de unos años cuando cientos de dispositivos inteligentes inunden nuestras viviendas, pero al ritmo que vamos todavía faltan muchos años, quizá más de 5 o 10, y ahora mismo con conexiones de entre 10 y 30 Mbps tenemos más que suficiente para que unos cuantos electrodomésticos envíen su situación a los servidores en la nube (datos que por cierto ocupan muy poco ancho de banda) sin afectar al resto de usuarios humanos.
Routers y dispositivos que no están a la altura
Otro de los problemas que nos encontramos para aprovechar esos 200 o 300 Mbps es el relacionado con la potencia de los equipos de red que tenemos en casa. Las operadoras nos entregan un router que difícilmente puede mover esos 400 Mbps (200+200) o 600 Mbps (300+300) ni por WiFi ni por la red local.
Tampoco nuestros equipos están preparados. Cualquier móvil actual difícilmente puede recibir y enviar a estas velocidades a través de su WiFi y aunque tengamos un ordenador de última generación puede que su tarjeta de red no las soporte de forma sostenida o que se encuentre con cuellos de botella como adaptadores WiFi antiguos o redes PLC menos potentes o con interferencias.
¿Merece la pena entonces contratar conexiones de más de 100 Mbps? En mi opinión no. Es cierto que suponen una clara mejora con respecto a lo que estábamos acostumbrados y sobre todo si somos varios usuarios en casa (sobre todo más de 3 o 4) usando Internet (que no la red local) al mismo tiempo. Pero la ventaja que en principio sería muy impactante queda completamente desdibujada al no poder extraer a día de hoy todo el verdadero potencial de estas flamantes conexiones más que en picos muy puntuales, si es que se da el caso.
Lo triste del asunto es que la mayoría de las veces no podemos contratar lo que nosotros queremos y necesitamos, que probablemente sería una velocidad intermedia más barata y que sí aprovecharíamos al máximo, sino las ofertas empaquetadas que nos venden las operadoras con la intención principal de hacernos pagar por servicios que no usaremos nunca, pero esa es otra cuestión que dejaremos para otro momento.
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Foto portada | Wesley Fryer
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