La historia del Bitcoin no siempre estuvo rodeada de éxitos y de valoraciones increíbles, en un inicio no valía nada. Y claro, quienes lograron acumular Bitcoins en su momento tienen una fortuna de haberlos conservado. Justo lo que no logró James Howells: su disco duro con 8.000 Bitcoins acabó en el vertedero de Newport, Reino Unido.
Soy de los que suele deshacerse con demasiada facilidad de sus objetos, a menudo sin pensar dos veces en el valor que pueden adquirir en el futuro. Vendí mi iPhone original impecable, por ejemplo, una decisión que a día de hoy sigo lamentando. Y seguro que podría pasarme lo mismo que a James Howells. Porque, ¿acaso no me desharía de un disco duro viejo al que ya no le doy más uso? James, «I feel you».
742 millones de euros en Bitcoins enterrados en la basura
La historia arranca en agosto de 2013, cuando James confundió el disco duro en el que guardaba los Bitcoins con otro que tenía vacío, siempre según su argumento. Ignorando que tiraba a la basura una futura fortuna, el disco duro acabó en el vertedero, una zona de desechos con el tamaño de un campo de fútbol, según relataba la BBC en 2013. Toda esa basura acabó compactada.
Cuando James se dio cuenta del fatal error inició una campaña de recuperación que fue pasando por diferentes estados a fuerza de pelearse con las administraciones para que le dejaran excavar los desechos. Dada la posibilidad de que con la excavación se liberasen compuestos contaminantes, el Consejo de la ciudad de Newport se mostró contraria esgrimiendo razones medioambientales. Y el Tribunal Superior de Gales ha terminado dando la razón al consistorio; lo que echa por tierra cualquier intento legal de recuperar el disco duro.
Dada la extensión del vertedero, y la enorme cantidad de basura que almacena (se estima que más de 1,9 millones de toneladas), resulta casi imposible localizar la cartera con los 8.000 Bitcoins. Incluso aunque James Howells hubiera podido viajar al futuro y colocar un AirTag en el disco: con un área tan extensa, y sin opción a conectarse a ningún iPhone para triangular la posición, la fortuna estaría igualmente perdida.
Por mi propia experiencia, anclar una etiqueta de localización a lo que puedo perder aumenta las opciones de recuperarlo. El problema es que no siempre anticipo el valor de lo que voy a extrañar, tendría que arruinarme comprando etiquetas para ponerlas hasta en los calcetines. Igual que se arruinará el pobre James: tras años batallando por que le dejen remover los residuos, el fin del camino parece haberle llegado.
Imagen de portada | Iván Linares
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